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Durante el camino hasta su apartamento en el estrafalario auto amarillo que se cargaba, múltiples pensamientos rondaban mi cabeza. Pensamientos los cuales me hacían cuestionarme si estaba actuando de manera correcta. Estaban sucediendo muchas cosas en tan sólo 24 horas de haberle conocido, de haberle visto por primera vez y aún seguía sin entender cómo es que no le ponía freno a toda esta montaña rusa que iba a la velocidad de la Luz.

Tal vez no quería ponerle freno, tal vez quería ver a donde me llevaba toda esta situación de fingir ser la novia del niño rico. Tal vez no le ponía freno, porque en mi mente rondaba el olor a seis mil euros en mi cuenta y aunque eso sonará materialista, el dinero era un salvavidas para la situación actual de mis padres, y en cambio, me estaban pidiendo que fingiera ser la novia de un hombre por el cuál más de una parecía morir.

No podía negarlo, Noah era tan atractivo como un atardecer en la playa. Todo en su rostro era armónico, no podía evitar enternecerme por la manera en que sus cabellos castaños oscuro caían de vez en cuando sobre su frente en unos pequeños rulos o la manera en que sus ojos avellanas me miraban suplicantes cada vez que me pedía algo.

En definitiva no podía negarlo.

—¿Qué pasa?— Sin haberlo notado, había pasado los últimos minutos admirando el perfil de Noah mientras conducía.

Con vergüenza me encojo en mi asiento, mientras siento mis mejillas enardecer.

—Nada, sólo estoy cansada— Regreso mi vista a la carretera, sin embargo Noah sonríe divertido como diciéndome: Te caché.

Que idiota eres Emilia.

Prefiero omitir palabra y guardar silencio el resto del camino antes de que pudiese perder aún más la dignidad. Tan sólo unos veinte minutos después, finalmente entramos a la calle que me había robado el aliento apenas el día anterior. Sin embargo antes de entrar al sótano, algo capta mi atención en el edificio de Noah.

—¿Estás teniendo una fiesta?— Bajo el vidrio del auto y sacó mi cabeza por la ventana viendo como el último piso del edificio tenía dentro personas que no conocía, mientras los oídos me zumbaban de las vibraciones de la música que provenían del penthouse.

Le miro extrañada, Noah se inclina hacia mi puesto y saca su cabeza por mi ventana mientras apoya su mano en mi muslo. Sin poder controlarlo, me tensiono.

—Mierda, Michael— Rápidamente vuelve a su puesto, presiona el acelerador hasta el fondo y sin cuidado mete el auto al sótano mientras con susto me agarro del tablero de la camioneta.

Sin mucha ciencia estaciona rápidamente, se baja del auto luciendo molesto y llama el ascensor con toda prisa. Como puedo le sigo el paso, entramos al ascensor y subimos hasta su piso en total silencio.

El hombre lucía realmente molesto y ofuscado, por tal motivo no me atrevía a pronunciar palabra para reclamarle. Finalmente las puertas se abren y confirmo de primera mano lo que había visto desde la calle, aquí se estaba llevando a cabo un rumbón.  

La única cara que reconocía entre las distintas personas presentes en el apartamento era la de Michael, quien se encontraba feliz succionándole el alma a una chica que vestía un enterizo diminuto. Si bien no habían muchas personas en la plaza, el ambiente estaba subido de tono se percibía el aroma a alcohol en el ambiente y la música estaba a todo dar.

—¡Michael!— Furibundo, Noah sale del ascensor directo al sofá en donde Mike se estaba cenando a la chica.  Michael levanta la mirada, y evidentemente ebrio celebra la llegada de Noah como si en su rostro no estuviera dibujada la ira pura.

—¡Llego mi hermano del alma!— El rubio se separa de la chica, como un resorte se levanta del sofá y abraza a Noah con emoción desorbitada —. ¡Y el dueño de la casa!

Matrimonio a la rentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora