Capítulo 20

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Harry se encontraba dándose una ducha, mientras, pude oírle decir algunas maldiciones. Reí ante aquello. Me levanté de la cama y dejé mi teléfono sobre su cama. Me dirige a la cocina. Ahora estaba en la puerta de su cocina, examinando el panorama que tenía del lugar. Sonreí. Me dirige a la refrigeradora.

—Vida mía —sonreí abrazando de manera tonta a la máquina—. Veamos que tienes —hablaba sola. Abrí ésta pero no encontré más que leche, algunas verduras y ningún dulce. ¿Qué diablos comía este niño? Cerré la máquina con algo de molestia. Me giré, viendo ahora el estante en frente. Sonreí con malicia. Me coloqué de puntillas y jalé de la pequeña puerta, pero no pude ver nada. Me crucé de brazos, algo frustrada. Una idea excelente llegó a mí. Me subo a la pequeña mesa debajo del mueble. «¡Eres una genio, Daphne!» Gracias, gracias, paren los aplausos, por favor; debía dejar de hablar sola. Abrí las dos pequeñas del estante, sonriendo al ver la cantidad de dulces; dispuse a tomar las galletas de ositos de fresas...

—¡Te atrapé!

—¡Joder! —eché un grito alarmada.

Las manos de Marcel me tomaron por sorpresa, mis pies no resistieron y en un falso movimientos caí.

—Te tengo —sonríe Harry mientras yo luchaba por sujetarme a su cuello. Mi corazón latía con fuerza por tal impresión.

—¡Maldito idiota! —él no paraba de reír, abrazándome. Me solté de él, pero éste volvió a acercarme a su pecho riendo aún. Comencé a luchar contra sus brazos, golpeándole.

—Te has querido comer mis galletas —frunce el ceño y forma un puchero en sus labios, luciendo divertido.

—Eres un imbécil. ¡Me has asustado! —espeto con enojo, él me atrae a sí mismo para abrazarme de nuevo.

—Lo siento —ríe y me abraza por la cintura, colocando su barbilla sobre mi hombro.

—Nada de "lo siento", imbécil —codeé su estómago—. ¡Pude haberme accidentado!

—¿Quieres que te baje las galletas? —besa mi mejilla y me calmo un poco ante eso, soltando una boba risa.

—No, bájame la luna —rodé los ojos—. ¡Obviamente las galletas, Marcel!

—Estás con la chispa, eh —eleva una ceja, de manera divertida.

—Me merezco esas galletas —presioné mi dedo índice sobre su pecho, besando luego sus labios de manera fugaz. Él sonríe y se gira sobre sus talones, inclinándose levemente dispuesto a tomar las galletas para mí. Bajé la mirada e incliné un poco la cabeza.

Sí, Marcel tenía buen trasero.

—Daphne —las galletas cayeron de sus manos al sentirme. Sus manos se apoyaron sobre la mesa, algo impactado y sin saber que decirme.

—¿Sí?

—¿Dejas mi trasero en paz? —suelta con ironía.

—¿Por qué? —cuestioné nuevamente, sin alejar mis manos de su buen culo.

—Porque es mí trasero —remarca—. No te daré las galletas si no alejas tus manos de mi preciado cuerpo —advierte. Fastidiada ante su amenaza, con el pie alejé las galletas.

—¿Ahora como pretendes dármelas?

—Eres tú la que buscas —advierte nuevamente—. Siempre buscas dejarme con las ganas, ¿no es así? —refunfuña.

—Solo inspecciono un poco tu trasero, ¿Qué hay de malo en eso, chuchurrumí? —declaré con tranquilidad. Él se giró, haciendo que mis manos dejasen su cuerpo inmediatamente. Entrecerró los ojos, y avanzó unos pasos para tomar el paquete de galletas sobre el suelo—. ¡Chuchurrumí malo! —grité y corrí detrás de él antes de que pudiese salir de la cocina siquiera. De manera rápida, me tiré sobre él, haciéndolo caer al suelo conmigo sobre su espalda.

NERD.Where stories live. Discover now