Capítulo 33

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—Lo siento.

Me susurró. Su torso pegado a mi espalda y sus manos sobre las mías. Mis ojos cerrados y su rostro oculto en mi cabello. Su respiración acompasada con la mía. Me giré sobre mis talones, quedando ahora frente suyo. Sus ojos conectados con los míos. Llevo mis manos hacia su cabello y él dirige su boca a la mía. Suelto un jadeo cuando sus dedos fríos me tocan la cintura por debajo de la camiseta. Con toda la calma del mundo, entreabre mis labios y adentra lentamente su lengua dentro de mi boca. El calor de ésta me quema el cuerpo, me inunda por completo, y no creo resistirme. Tengo miedo de dejarme ganar por sus caricias y besos. Nuestras bocas luchan tibiamente, pero es una sensación desenfrenada también. Sus manos acarician mi espalda. Me alejo un poco, queriendo tomar aire, pero él lleva sus labios hacia mi cuello. Haciéndome delirar. Suelta un gemido cuando mis manos, al desear tocar su rostro, se levantan y rozan demás sus pantalones. Sonrío inconscientemente. Tengo que ponerme de puntillas para acercarme de nuevo a su boca, no quiero alejarme ni un poco de él.

Me toma de sorpresa al levantar mis piernas nuevamente y me las acomoda a cada lado de sus caderas. Paso mis manos por sobre sus hombros, acariciándolos de manera tentadora. Todo es fuego a nuestro alrededor. Deslizo mi mano derecha por su vientre y él suelta mis labios para emitir un gemido. Siento su dureza y gimo. Me muevo un poco, y sin querer del todo, me presiono más sobre su masculinidad. Estoy tentándolo, lo sé. Me encanta verlo de esa manera. Me gustaría hacer algo para poder tranquilizar aquello que provoco, pero sé que él se negaría diciendo que podría esperarme..., y luego recuerdo también que está castigado. Tiene que aprender que sus errores tendrán consecuencias.

—No puedo más —murmulla en un gemido ronco y me estremezco del placer. Su respiración es agitada. Me obligo a tranquilizarme a mí misma mentalmente y no romper los esquemas. Mentalmente también, dándome como excusa, me digo que Andrés aún está de visita... Y aquello sería asqueroso. No, de sólo imaginarlo me dan arcadas.

—¿No? —Decido torturarlo. Y no es como si esto no me afectase, sólo que busco tener más control y no mostrarle lo indefensa que me pone también.

Él negó con la cabeza.

—Es una lástima —me encojo de hombros, y le empujo levemente para luego bajar las piernas. Él permanece estático, sin poder creer que nuevamente lo he dejado mal—. Hazzie, tus actos tienen consecuencias —le recuerdo y él gruñe fastidiado, pero sé que me comprende.

—Me odias.

—Si lo hiciese no estarías aquí, bebé —le digo y él gruñe nuevamente. Se lleva las manos a los pantalones y se cubre por encima de estos, tapando el... Resultadillo.

—¿Debo sentirme afortunado?

—Muy. No deberías siquiera dudar —le digo, con una gran sonrisa en los labios.

—Esto me servirá, mucho —se susurra más para sí mismo que para mí. Y a rastras, se adentra en el baño—. ¿Puedo...?

—¿Bañarte? Sí —me adelanto a lo que sé que podría decir, aún si fuese para molestarme.

—¡Jo!

Unos suaves arañazos se oyen en mi puerta y aún sonriente, voy a abrir. Mi cachorra se encuentra esperándome fuera y me agacho a abrazarla. La San Bernardo me llena de babas la barbilla y suelto una gran carcajada. Me dirijo a mi cama con ella detrás y la dejo subirse al colchón por esta vez. Tomo mi teléfono y decido sacarle una foto. La ternura me llena el corazón al ver lo adorable que sale. El grifo de la ducha se abre y el ruido suave de las gotas caer suena. Una idea brillante me llega a la mente y me aplaudo a mí misma. La sonrisa del gato de Cheshire se apodera de mi rostro y me levanto de la cama. Mi cachorra se levanta también, y la incluyo en mi malévolo y sensual plan.

NERD.Where stories live. Discover now