Capítulo 60

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Han pasado dos semanas ya... desde aquel día tan lleno de sufrimiento y desesperación. Días después de haber salido del hospital y días en los que permanezco en casa, siendo cuidada y ahora sintiéndome algo asfixiada. Pero ellos buscaban mi bien y debía estar agradecida. El doctor estaba viniendo a verme ya desde hace algunos días, yo insistía estar bien, pero nada haría cambiar de opinión a mis padres.

—Depresión —Escuchaba al doctor hablar con mis padres, ellos fuera de mi habitación—. Ha tenido una fuerte impresión... Los ataques de pánico son muy seguidos y quizás sería mejor internarla, Bill. No está nada bien y el psicólogo hizo bien en advertir que esto es un poco más grave.

—No —negó angustiada mi madre, al borde del llanto—. Morgan, mi pequeña... Ella debe mejorar, pronto lo hará aquí en casa, ¿cierto, cariño? Aquí tiene las atenciones, ayuda... Por favor, no dejes que mi Daphne sea internada, Bill, sé que eso sólo la empeorará —Lloraba ella, abrazada a mi padre, y en los bellos ojos de él aquel brillo se desvanecía tan lenta y dolorosamente...

—Tendremos que hacer lo que sea necesario, Margie —susurró hacia mamá, quien se negaba una y otra vez—. Nanny, avisa a Calvin, ¿de acuerdo? Quiero que prepare el auto, por favor —pidió con calma, con la mirada en el suelo. Intercambió un par de palabras más, y Morgan trató de animarlo en vano. Me alejé de la puerta y caminé hacia mi cama de nuevo, abrazando mis piernas y apoyando mi barbilla sobre mis rodillas.

No, yo no estaba mal. No podía dejar que esto me consumiera, no podía dejar que el dolor me acabara... Que destruyera a mis padres, a mi familia; yo no debía destrozar mi hogar. ¡Pero era esto lo que era! ¡Un maldito tornado!... Y estaba arrasando con la alegría de todos en esta casa. Día y noche lloraba, y solo los abrazos de mamá ahora podían consolarme, sólo su tierna voz ahora podía brindarme la calma que ningún medicamento me daría jamás.

—¡Daphne, no! —gritaba ella, abrazándome, sosteniendo mis manos para que no me lastimase entre rasguños hacia mí misma—. No, cariño... No te lastimes. Mamá está contigo, mamá está contigo, mi amor... —susurró en mi oído con la voz llorosa. Mi llanto, sin embargo, no disminuía como tantas veces antes.

—E-estoy bien, mamá... Por favor, no dejes que me lleven. ¡Mami, no quiero irme de casa! Tengo tanto miedo, mamá —negaba una y otra vez, gritando y sollozando fuertemente, arrasada por el dolor. No podía creer el desastre en el que se había convertido mi vida con tan solo una noche...

Odiaba a todo el mundo, odiaba a todos en el exterior. Ninguno allá afuera me valoraba, ninguno allá afuera me quería, ¡todo era una farsa, siempre lo había sido! Era una burla para todos, siempre supieron del daño que se planeaba en mi contra... El mundo ha sido tan cruel conmigo, la vida se ha burlado de mí tan vilmente. ¿Qué culpa tengo yo? ¿Fue mi culpa acaso amar? ¿Fue ese mi error?... ¡Pues nunca más lo volvería a hacer si sufriría de esta manera! Odio el amor y todas sus malditas maneras de envolver en sus redes a la gente. Odio a las personas que me hicieron creer que podía confiarles mi corazón, a las personas que traicionaron mi amistad... Nunca me valoraron, jamás lo hicieron.

—Me lastimaron tanto, mami... —sollocé sobre sus brazos, mientras ella acariciaba mi cabello y me besaba en la coronilla con su inmensa delicadeza—. No quiero volver a verlos jamás... ¿Por qué me dañaron tanto? ¿Por qué ser tan crueles con alguien que sólo quería su bien? No puedo entender porque existe gente tan, tan malvada en este mundo. Gente que no le importa ni un poco el cómo te sentirás, el qué será de ti después de lastimarlos... No quiero volver a enamorarme, mamá, nunca podré tener verdaderos amigos, alguien que me ame de verdad...

NERD.Место, где живут истории. Откройте их для себя