Capítulo 31

4.5K 239 23
                                    

Camino de un lado a otro sin saber que hacer; o llorar o reír. ¿Qué puedo hacer? Harry no puede con las chicas, en definitiva, no es su fuerte. Y me alegro por ello en cierta parte. Intento reírme, pero luego me viene a la mente que él ha desconfiado de mí, entonces el corazón se me encoge y me hago pequeña. Tomo mi teléfono en manos y lo tiro a la cama de manera furiosa. Sólo a alguien como yo se le ocurre enojarse con su propio teléfono por haberse caído y haber ocasionado absurdos problemas. Ahora quería llamar a Harry, pero no lo haría; dejaría que se dé cuenta él mismo del error que ha cometido, y que no seré yo quien vaya detrás de él. Que ello sea una buena lección.

Pero pese a que deseo con todas mis ganas enojarme más con él, no puedo. La manera en la que me miró hoy por única vez en el día, hizo que mi corazón sintiera compasión. Pero agradecía tener un orgullo, y éste estaba muy dañado; no dejaría que la sensiblería se apodere de mí. No, así no juega Daphne Hurley, no señor. Uno siempre tenía que tener el control en una relación, y aunque no estaba del todo claro que era lo que teníamos... Era claro que no era una amistad, era algo obvio. ¿Y quién iba a imponer el control? Pues Daphne Hurley. Debo admitir que soy muy frágil también, no soy de piedra y cuando pierdo los papeles, especialmente con Harry, no hay quién pare mi lloriqueo. Así de simple.

Pero, lo mío con Harry no tenía control. Todo era... Sin control.

Harry... No podía evitar sentir mariposas, o mucho más que unas simples mariposas en el estómago de tan sólo escuchar su nombre. ¿Por qué es que aun sacándome de mis casillas, no puedo odiarlo? No digo que estaré detrás de él y que éste podrá hacer conmigo lo que se le venga en gana, aunque tiene un poder terrible sobre mí, y temo que lo sepa y pueda acabar conmigo. Sonrío. Si alguien me hubiese dicho hace un tiempo, me hubiese reído muy fuerte y le hubiese ignorado. Es más, le hubiese aconsejado a esa persona que deje la hierba. Pero no, aquí estaba la vida para Daphne Hurley, siempre siendo tan miserable con ella y dándole la contra.

Había pedido un príncipe azul, y la vida me había dado un nerd petulante pero maravilloso... Y claro, que era muy listo, pero casi ni sabía que era la regla.

Y eso era lo que lo hacía especial de cierta manera. No lo de no saber que era la regla, aunque era gracioso, no. Sino su habilidad para unas cosas, pero su torpeza para otras. Su ironía me daba cólera muchas veces, pero aquello formaba parte de él y podía decir ahora que hasta lo amaba, siendo todo burlón y molestoso, lo quería. Adoro las veces en las que es tímido, me encanta cuando muestra su lado pervertido, no puedo negarlo. Amo a Harry, por sobre todas las porquerías que hace muchas veces, lo amo... Y me detesto por ello también.

Sé que si daba un traspié, podría irse todo por la borda. No lo soportaría. Y aquello era mi mayor terror. ¿Y si no funcionaba lo nuestro? Sería mejor no pensar en ello, debía ver lo bueno de nosotros, de nuestro presente.

Mi teléfono suena y me aproximo a tomarlo a la velocidad de un pestañeo. Es Harry. Me debato entre contestarle o no, pero mi subconsciente me ordena que lo haga sufrir un poco más, así aprenderá a no buscárselas conmigo. A Daphne Hurley se le respeta. Se me dificulta a la novena llamada. Me quiero morder las uñas de los nervios que tengo, pero no quiero malograrme la manicura. «Inhala... Exhala... Ya dejará de llamar» me dice mi subconsciente, y quiero obedecer plenamente, pero se me dificulta. Finalmente deja de llamar a la decimonovena llamada, y chillo engreídamente porque quería que insista un poco más. Me doy apoyo a mí misma diciéndome que las horas pasarán rápidamente y podré verlo mañana de nuevo, pero la noche tan sólo me da la contra por milésima vez y se hace eterna.

NERD.Where stories live. Discover now