Capitulo 4

555 49 20
                                    

.

.

El corazón le latía copiosamente, dándole ligeros espasmos a su pecho, provocando que su cuerpo temblara y que le sudaran las manos. Podía sentir su propia cara arde sentir su propia cara arder.

¿Cómo había llegado a eso? De alguna manera se acostumbró al aroma dulce y fresco que le acariciaba el rostro, brindándole caricias con gran delicadeza. ¿Por qué se comportaba de esa forma, si hasta hace poco fue un impúdico desvergonzado?

No entendía a que venía esta nueva actitud pasiva y exclusivamente mimosa, aun así, comenzaba a relajarse y a olvidarse de los nervios de antes, reemplazando el mal sabor de boca por una sensación de alivio. ¿Se debería al reconforte que da el contacto humano? Fiel a su naturaleza analítica, necesitaba razonar por qué se sentía de ese modo, sin tener en cuenta que para cada persona existe un modo diferente de sentir la compañía.

— Te ves preocupado.

— Estoy confundido. No sé si esto se trata de un truco para que puedas atacarme o si solo estás jugando conmigo.

— Oh, eso— Él sonrió, inocente— Solo estoy jugando.

— No soy tu juguete— replico, ofendido.

Killua se apoyó sobre su pecho, enfrentando sus miradas.

— Si fuera por mí, ya mismo te atacaría y tendríamos sexo.

— Cielos...— Renegó con la cabeza, ardiendo de vergüenza— ¿Por qué te comportas así?

— No sé— suspiro, sin darle importancia— Solo pienso que si quisiera atacarte lo haría.

Kurapika miro a un costado, todo sea para no ver ese rostro de ángel perverso. Una idea fugaz que se le cruzo por la cabeza y se mordió la lengua, asombrado de sí mismo por pensar en algo como eso. Pero tratándose de Killua, quizás...

— ¿Por qué todavía no me atacas?

Qué horror, hablar de eso con un niño.

— Espero la oportunidad.

Niño no, un salvaje.

— ¿Un momento diferente?

— Lo estoy planeando— Sus palabras lo descolocaron por completo. Sabía que era directo y atrevido pero que tuviera la desvergüenza de ingeniar algo como eso lo hizo ruborizarse hasta las orejas— Supongo que también esperas un momento diferente.

—... Sí— contesto, sonrojado al por mayor.

La verdad es que la respuesta siempre había sido no, solo pequeños encuentros como ese y otras actividades, nunca le daría el sí a un asesino. Sin embargo,...Killua era libre. Ya no lo necesitaba. ¿Por qué no lo dejaba? ¿Por qué permitía que lo tocase y continuaba con él? Realmente no lo sabía.

Tampoco sabía porque se sentía tan alterado, ansioso y emocionado, cuando el Zoldyck le lamia tras la oreja, le mordía el cabello o le robaba un beso.

— Ven, te mimare— bromeo el niño, peinándole el cabello.

¿Por qué cedía tan mansamente y dejaba que jugara con sus mechones? Algunas veces, pareciese que el manipulador era Killua y por eso, tenía que escapar de esta relación cuanto antes, porque no era viable para sus planes.

.

.

.

— ¿Y todos son asesinos profesionales?

— Sí, algunos especialistas. Por ejemplo, Cerdo tiene su mérito como hacker.

— ¿Hacker? Vaya. ¿Y tienen habilidades como las tuyas?

Romance de VenganzaDove le storie prendono vita. Scoprilo ora