Capítulo 4: Pijamada

617 48 33
                                    

Dormí plácidamente sin ninguna preocupación que abrumara mi mente, pero a los pocos segundos de despertar esa tranquilidad se esfumó. Ese día iría a dormir a la casa de Asakusa.

Aquello me ponía irracionalmente nerviosa, pues nunca antes había visitado a nadie ajeno a la familia en su casa ni conocido a sus padres, puesto que mis relaciones interpersonales solían ser limitadas hasta que conocí a Asakusa. Solo tenía ideas teóricas con respecto a cómo se debe de actuar en esas situaciones, pero debía causar una buena impresión.

Puse lo necesario en mi mochila, una pijama para dormir, instrumentos de higiene personal como mi cepillo de dientes, un cambio de ropa para el día siguiente y pensaba en llevar mi ordenador portátil, pero no creí que esto último fuera necesario, pues quería pasar el tiempo con Asakusa, así que prescindí de llevármelo.

Salí de casa, caminé a un ritmo más lento de lo que acostumbro debido a que mi mochila pesaba mucho más de lo normal. Cargar con todo esto resultaba poco práctico, pero no es algo que ocurra frecuentemente, así que acepté el reto.

Llegué al Instituto, nada fuera de lo común. Caminé hasta el aula, Asakusa ya se encontraba en su lugar dibujando frenéticamente como siempre, pero noté que esta vez, nuestros lugares estaban todavía más aislados, como si estuviéramos infectadas de alguna enfermedad. Por mí mejor, más espacio para nosotras. Mientras me acercaba a ella, noté las miradas de mis compañeros sobre mí, algunos me veían con más miedo que de costumbre, pero en cuanto les dedicaba mi rostro amenazante, disimulaban estar ocupados en sus propios asuntos. Asakusa no les volvió a prestar atención. Mientras nos dejen tranquilas a las dos, nadie saldrá lastimado.

— ¡Hola, Kanamori! –Me saludó Asakusa en cuanto se percató de mi presencia.

— Hola –Respondí.

— ¿Lista para venir a mi casa hoy?

— Sí, llevo desde ayer preparándome para no asustar a tus padres.

— Olvidé mencionar que también tengo un hermano menor.

— Oh, niños pequeños, bueno, al menos me lo dices unas horas antes.

— ¿No te agradan?

— Creo que contigo tengo.

— ¿Lo dices por mi estatura? –Me hizo una mueca inflando las mejillas y levantando los labios.

— Entre otras cosas.

Deshizo su mueca, me sonrío y continuó con lo que hacía.

Las clases comenzaron, el día se me fue más lento de lo habitual, incluyendo la hora del almuerzo, pero nada fuera de su lugar, como siempre debería ser. Mi compromiso de la tarde hacía que me sintiera presionada y nerviosa, algo poco habitual en mí, pero deseaba que todo saliera bien. Creo que ahora comprendo un poco a Asakusa.

Después del almuerzo, las clases faltantes se me fueron increíblemente más rápido. En unos cuantos parpadeos sonó la campana de salida.

Salimos juntas del instituto y caminamos a casa de Asakusa, como normalmente lo hacíamos. Estar sobre la rutina habitual me trajo un poco de tranquilidad.

— ¿Estás bien, Kanamori? Te noto más callada que de costumbre –Me preguntó Asakusa cuando estábamos cerca de llegar a su casa.

— Solo un poco nerviosa, temo no agradarle a tus padres –Respondí, sincerándome con ella.

— Son un par de señores normales, y como no suelo presentarles a muchos amigos creo que les dará gusto que por fin lleve a alguien a casa.

Keep our hands together (Eizouken)Where stories live. Discover now