Capítulo 3: Tocando puertas

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Desperté al día siguiente para ir nuevamente a la escuela. Todo parecía en orden, me asomé por la ventana, la civilización parecía seguir en pie y no había zombies a la vista. Aún me sentía consternada por la extraña experiencia del día anterior. Si fue una fantasía, se sintió tan tangible, tan real.

Miré mi mesa de noche, estaban mis gafas y mi móvil, pero noté que la extraña flor alienígena que Asakusa me regaló seguía ahí, lo cual me hizo sentir algo parecido a la alegría. Sonreí a solas, algo que muy rara vez hacía y sentí que nuevamente me sonrojaba al pensar en ella. Sigo sin saber por qué me pasa eso.

Me bañé, me vestí y cepillé mi cabello, solo me faltaba ponerme las gafas, pero cuando estaba a punto de ponérmelas, decidí dejármelas acomodadas en la frente, tal como lo había hecho el día anterior en el extraño... ¿Viaje astral? Que tuve con Asakusa, a fin de cuentas, muy sutilmente me pidió que las tuviera así, al menos cuando estuviera con ella. Algo en mi interior me hizo querer complacerla, además, de algún modo me gustaba como se me veían.

Desayuné algo ligero y rápido y me fui a la escuela.

Al llegar al aula, me asusté al no ver a Asakusa en su escritorio. Como ella vivía más cerca, solía llegar temprano. No estaba su mochila. Nunca me había importado la ausencia de un compañero, pero me preocupaba que ella no estuviera. Me pregunté si le había pasado algo, revisé el móvil para ver si había algún mensaje suyo. Nada.

Pensé en faltar a la primera clase e irla a buscar a su casa, pero primero haría una rápida aunque exhaustiva búsqueda en la escuela. Fui primero al baño de chicas, pero no la vi. Después, subí a la azotea, que se podría decir que era su lugar favorito, pues era donde ella podía observar el campus y otras partes de la ciudad, lo cual la inspiraba para sus dibujos.

Subí corriendo pues ya iba a ser la hora de la entrada a la primera clase, pero sobretodo, me sentía un poco angustiada. Llegué a la azotea, pero no la vi en el lugar donde suele estar de mirona, pero finalmente la encontré, estaba acurrucada en un rincón. Noté que no tenía su cuaderno afuera, lo cual es muy raro tratándose de ella. Me preocupé, se veía vulnerable, no sabía si intervenir, pues entiendo perfectamente que a veces la gente desea estar sola. Aun así, no me sentía tranquila al verla así, como aquél día en que la conocí.

— Asakusa, ¿Estás bien? –Pregunté, temiendo un poco de su respuesta.

Me volteó a ver, parecía estar angustiada.

— Hola, Kanamori –Me respondió, nunca la había escuchado hablar así.

— ¿Qué sucede? –Pregunté, ya que no respondió mi primera pregunta, me puse de rodillas a un lado de ella.

Parecía que me evitaba. Estaba a punto de irme, ya que al menos había comprobado que estaba físicamente bien, pero decidió hablar.

— ¿Has escuchado los rumores? –Me preguntó.

— Nunca en mi vida he prestado atención al chismorreo, ¿De qué me estoy perdiendo?

— Deberías estar enterada, ya que somos el centro del chisme, los chicos que nos vieron ayer en la explanada le han dicho a toda la escuela que tú y yo... -Se quedó callada.

— ¿Qué tú y yo qué?

— Que somos pareja –Me respondió apenada.

— Ah, ¿Y qué? –La cuestioné.

— ¿Y qué? –Me miró sorprendida- Esto puede ser muy grave.

— Siempre han inventado cosas sobre mí, que hago rituales, que soy un extraterrestre, que soy un robot, que soy machorra –Le expliqué- Disculpa, pero no es nuevo para mí.

Keep our hands together (Eizouken)Where stories live. Discover now