Parte sin título 110. Poli bueno, poli malo.

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Deja de pensar estupideces y céntrate, tienes al Kraken preparado para zamparte antes de servir la paella. Espabila, Lacunza. 


Llevaba desde el sábado imaginando conversaciones en su mente y todas las posibles preguntas y respuestas que se podrían dar en el hipotético interrogatorio de la Rafi. Se puso en lo mejor, en lo peor y en lo apocalíptico. Sobre todo en lo apocalíptico. No era madre, pero podía hacerse una idea de lo difícil que tenía que ser que llegara una famosilla de tres al cuarto a poner la vida de tu niña patas arriba para luego marcharse sin mirar atrás. 


Sin mirar atrás mis narices, que todavía me duele el cuello. 

Pero eso ella no lo sabe. 

Para eso vamos, para contárselo. 

Igual no se mete en eso y solo es una comida.

JAJAJAJAJAJA. Es la Rafi, no seas ingenua. 

Y Marina, ojo. 

HOSTIA PUTA


Abrió la puerta del copiloto, se sentó, intentó abrocharse el cinturón a la vez que saludaba a su rubia con un pico, cosa físicamente imposible, por lo que terminó con el cinturón enroscado en el cuello, los labios hacia afuera, en dirección a Alba, y la mano temblorosa intentando encontrar la ranura del puto cierre mientras la otra se esforzaba en que la soga negra no la asfixiara. 


- ¿Necesitas ayuda? -preguntó Alba intentando contener la risa. 

- Es un truco de escapismo, ya verás. 


Se desenredó del cinturón, se inclinó hacia el cuerpo de la rubia, quien la recibió con la risa brotando a través del beso que estaban compartiendo, y, con más calma, se dispuso a formalizar su seguridad vial. Cuando escuchó el click del cierre se recostó en el asiento y suspiró. Los ojos de Alba le estaban taladrando la sien, por lo que, sorprendida, se giró a mirar. Estaba roja de intentar no reírse. 


- Qué. 


Aquello fue el pistoletazo de salida para las carcajadas de la fisio. Natalia pensó, en ese instante, que sería capaz de vencer a cualquier monstruo, ya fuera dragón, gigante, o suegra, si iba acompañada de esa risa escandalosa que removía las hojas de los árboles. 


- Estoy loca por ti, Nat -dijo ya con la respiración más calmada, mirándola con estrellas en los ojos. 

- ¿Porque soy una torpe? 

- Porque eres Natalia Lacunza -dijo con un gesto de sus manos que englobaba todo lo que aquellas dos palabras suponían-, pero sigues siendo la persona más adorable que he tenido la suerte de echarme a la cara. 

- Hala -dijo, apretando los labios. Se ruborizó-. Tú... Tú eres muy simpática. 

- Dado tu estado de nervios lo daré por bueno. Vamos, anda. 


Arrancó y se incorporó al tráfico. Natalia pasaba las canciones compulsivamente, por lo que Alba, para calmar un poco su espíritu inquieto, cogió su mano con la suya e hicieron el resto del viaje así, entre caricias de dedos y respiraciones de preparación al parto. 

La sala de los menesteresWhere stories live. Discover now