(52) ╋ Schön ╋

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—¿Rhett?

Sus hombros subían y bajaban con cada pesada respiración como si requiriera un esfuerzo fuera de lo usual para respirar. Rhett descansó su frente sobre mi hombro.

—Todo es tu culpa, Leigh. —Me susurró al oído.

—¿Qué? —En un segundo, Rhett enroscó su mano alrededor de mi cuello y me obligó a acostarme sobre el suelo con él encima de mí. Él apretó mi cuello y grité con todas las ganas, —¡No! ¡Rhett! ¡Ayuda! —Las palabras se atragantaron, el aire comenzó a faltarme, el rostro Rhett empezó a distorsionarse frente a mí.

—¡Todo es tu culpa! ¡Tu culpa! —Él gritó en mi cara y yo lo aruñé, lo golpeé, luché debajo de él con todas mis fuerzas. Pude ver la sombra detrás de él y alguien lo arrancó de mí, tosí desesperada y me senté rodándome hacia atrás instintivamente. Heiner sostuvo a Rhett de ambos brazos, la sonrisa de ese monstruo era espeluznante.

—Me encantan los rencuentros románticos.

—Suéltame. —Rhett pidió de mala gana.

Heiner lo soltó, pero se mantuvo entre él y yo. Yo acaricié mi cuello, aún tosiendo.

—No me gustan que hieran mis juguetes sin mi permiso, Rhett.

—No entiendo porque aún sigue con vida —Rhett dijo con una expresión de asco y mi pecho se apretó.

El recuerdo de la mirada oscura y cálida de Rhett, sus sonrisas, sus 'te quiero', sus abrazos reconfortantes se agrietaron en mi mente mientras él me miraba con repulsión. Lagrimas llenaron mis ojos porque ya estaba cansada, mi situación era una mierda y que Rhett intentara matarme y me mirara de esa forma era lo que me faltaba para querer desaparecer y rendirme.Rhett se dio media vuelta y se fue y me permití derramar una sola lagrima antes de limpiarla furiosa. Heiner se quedó de pie ahí, sus ojos sobre mí. Él suspiró y lo vi girarse a buscar algo. Al caminar hacia mí de nuevo, pude ver el pañuelo blanco en su mano.

—Necesitas descansar para sanar.

Mi instinto fue arrastrarme hacia atrás, pero él agarró mi muñeca con fuerza y me obligó a levantarme.

—No, no, por favor —le pedí porque no era la primera vez que me dormía a la fuerza.

Heiner me apretó entre sus brazos antes de cubrir mi boca y mi nariz con el pañuelo. Intenté no respirar lo más que pude, pero inevitablemente tuve que hacerlo y todo se volvió borroso. Su rostro inexpresivo estaba a unos centímetros del mío, esos ojos parecían pozos profundos de oscuridad dispuestos a ahogar todo lo que se encontraran en su camino.

Mi mente divagaba, la droga haciendo su efecto y por un segundo no era Heiner el que me sostenía, era Heist, sus ojos azulados teñidos de diversión, sus labios curvados en esa sonrisa que me había cautivado la primera vez que lo vi. Mis ojos se humedecieron de nuevo al pensar palabras que nunca dije y que quizás nunca tendría la oportunidad de decir.

Te quiero, Heist.


HEIST

2 MESES DESPUÉS

Humo.

Fue lo primero que vimos en la distancia mientras manejábamos por una estrecha carretera entre arbustos cubiertos de nieve. Este lugar estaba en medio de la nada, habíamos tenido que manejar más de seis horas para llegar y en el trayecto no habíamos visto ningún otro auto, ninguna casa, nada. Supuse que era exactamente lo que Heiner necesitaba, un lugar aislado, lo suficientemente lejos para que un humo como ese no llamara la atención de nadie, ¿cómo? Si no había nadie en cientos de millas alrededor.

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