Capítulo 26: Te amo✔️

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Bakugo hace una mueca cuando ve llegar a los demás a los dormitorios, probablemente fueron a visitarla.

—¿Por qué no has ido?—El bastardo mitad y mitad parece peligrosamente irritado. A él le importa una mierda que lo esté—. Ella preguntó por ti.

Y todo se detiene.

Su aliento se atasca y se queda inmóvil por las palabras del bicolor, traga duro por la sensación que se clava en él.

Y no es el único en notarlo. Todos parecen atentos a la conversación, quizá esperando que explote ya que todos saben que Ochaco es su novia.

Su novia. La chica que ama y que aún no tiene el coraje de ver porque se siente tan malditamente culpable, seguramente si la ve se romperá frente a ella.

No puede soportarlo.

—Me importa una mierda—gruñe entre dientes, haciéndose el indiferente.

—La estas lastimando—Nunca había visto al mitad albino parecer enojado, no desde que solo muestra ese lado con Endeavor.

Pero Katsuki Bakugo no es simplemente alguien que huiría de una pelea.

—¿Que mierda quieres? No me das ningún puto miedo, maldito bastardo—Da un paso más cerca pero el puto nerd se coloca entre ambos y Kirishima también—. Apártense, estorban.

—A Uraraka no le gustaría esto—Musita suavemente Deku. Sus labios tiemblan un poco—. Ella no necesita más presión, sus padres no han ido a verla al hospital y debe sentirte muy mal, se guarda las cosas para sí misma porque solo nos ha demostrado sonrisas.

El chico explosivo cierra los ojos fuertemente, sus puños tiemblan intentado controlar la violencia insana que lo recorre.

Puede estar enojado con los padres de su cara redonda por no ir a verla pero él no es mejor que ellos. Es incluso peor.

—Que se vayan todos a la mierda—Los empuja y no lo piensa cuando cruza la puerta de los dormitorios, puede ser castigado por Aizawa más tarde pero él solo tiene un pensamiento en mente.

Verla.



Ochaco se traga las lágrimas de tristeza

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Ochaco se traga las lágrimas de tristeza. No es justo que sus padres ni siquiera vengan a verla estando en el hospital, se siente tan miserable.

Porque Bakugo nuevamente lo hizo, la lastimó.

¿Él realmente la quiere?

No puede dormir para intentar no pensar pero cada vez que cierra los ojos ve a dabi haciéndole daño, como si el fuego abrasara su carne, haciéndola gritar.

—No pensaré en eso—Se dice así misma palmando sus mejillas para alejar esos pensamientos que la carcomen, se estira para agarrar una revista de la mesa cuando escucha a las enfermar gritar a alguien y luego la puerta se abre con brusquedad.

Katsuki Bakugo la mira con los ojos sorpresivamente abiertos.

—C-Cara redonda—Se atraganta y ella no sabe si reírse o llorar.

—Joven, usted no puede estar aquí, ya pasó la hora de visitas—Una de las enfermas advierte en tono de regaño.

—Necesito estar con ella—Argumenta el rubio cenizo sin una pizca de esa llama explosiva que lo caracteriza—. Si no lo hago no podrá dormir.

Ochaco muerde sus labios para no llorar y asiente hacia la enferma.

—Porfavor déjalo quedarse—Ruega en un susurro, su garganta aún se siente rasposa.

—Solo por hoy—Suspira la enfermera, mira a bakugo de arriba a abajo—. Y no vayan a hacer cosas inmorales, compermiso.

La morena abre la boca para responder ante la insinuación pero ya se ha ido y cerrado la puerta. No sabe a dónde mirar ante el silencio.

—¿T-T-Te quedarás ahí parado todo el día?—Inquiere con voz temblorosa, juega con las almohadillas de sus dedos mirándolo aún parado en la puerta de la habitación.

Los ojos carmín la recorren sin reparo y por un momento parece intensamente alarmado.

—¿Estas herida de alguna forma que no pueda ver?—Cuestiona con los ojos cerrados y la morena no se pierde como cuenta hasta diez en voz baja, como si eso lo calmara de alguna forma.

—N-No—responde y se traga sus temores—. Katsuki, ¿puedes venir aquí?

Los ojos del muchacho se abren ante su nombre en los labios de la fémina. Abre y cierra las manos caminando con lentitud hacia la camilla.

Y no sabe que maldita cosa hacer al tenerla tan cerca. Sus mejillas pálidas lo hacen querer vomitar, se ve tan jodidamente delgada.

Él no pudo protegerla.

—No me mires así—Susurra la castaña y una de sus manos con intravenosa se eleva para posarla contra su mejilla, aún si importarle que tiene la mandíbula apretada—. No es tu culpa.

—No—Gruñe con brusquedad, que ella lo toque lo pone loco, quisiera apartarla y sin embargo no lo hace porque...porque de alguna forma se siente en paz—. Estás jodidamente así por mi maldita culpa.

—Claro que no—Ella cepilla su mejilla con excesiva ternura, recorre su mandíbula con deleite y una sonrisa amplia se dibuja en sus labios—. No te has rasurado estos días.

Esos ojos redondos y cafés lo miran con tanto amor que contiene el aliento, maldita sea.

—No ha sido tu culpa—Recalca con firmeza—. Ya todo pasó y estás aquí, ¿no?

Las manos ásperas del rubio explosivo se colocan encima de la suave de su novia, apartándola de su rostro. Con delicadeza que no sabía que tenía se acerca más a la castaña, acariciando su muñeca donde la cicatriz reciente está.
Y entonces besa su frente, apartando los mechones de su rostro.

—Te extrañé malditamente tanto, cara de ángel—Sus ojos carmín la devoran con amor que la hace temblar—. No hubo ningún maldito segundo sin que no pudiera pensar en ti.

—Ni yo en ti—Se miran mutuamente y cualquiera que los hubiese visto afirmarían lo enamorados que están.

—Joder, como te amo, maldita bastarda—No le da tiempo a responder por su confesión porque besa sus labios suavemente, sin dejar de dar caricias circulares a la cicatriz en su muñeca—. Desde en el festival escolar supe ibas a ser un jodido mártir en mi cabeza, mi cara redonda no sale de mis pensamientos en ningún puto segundo.

Y Ochaco no sabe cuándo ha empezado a llorar.

Nuestro secreto Where stories live. Discover now