Capitulo 3

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DE ASOMBRO EN ASOMBRO

Al cabo de  un buen rato, Liliana se dió cuenta de que se hallaba despierta, que aquel inesperado incidente no era un sueño. Si, lord Stanville, por propio impulso, le concedía una entrevista. Y parecía ya bien dispuesto, como nunca lo hubiera estado. Así, esperaba obtener sin dificultad, lo que era para ella tan importante y debía ser para él tan indiferente.

No obstante, sentía Liliana el corazón oprimido  por la ansiedad, cuando, a la hora indicada, se dirigía al despacho de lord Stanville.

Experimentaba una turbación, cuyo motivo no percibía, o mejor, cuyo motivo atribuía al recuerdo de la escena que en otro tiempo tuvo lugar en aquella misma estancia, escena desarrollada entre una niña estremecida de rebeldía  y de humillación y un joven inflexible que fríamente la contempló como cumplía su casrigo.

El despacho de trabajo del dueño de Stanville House, era una grande habitación con tres ventanas, que un antepasado pródigo -acaso el único- hizo tapizar de cuero repujado, ornar de artesanados esculturados, cuyo valor debía ser hoy inestimable. Los muebles, de la misma época, eran preciosass muestras del siglo XVI . El propio antepasado, que había reunido allí algunos objetos raros de marfil, algunos jarros de plata cincelada, y curiosos cofrecillos que constituían verdaderas maravillas.

Sus antepasados siguieron trabajando allí sin preocuparse de la belleza del lugar. El padre de Hugo estuvo apunto de vender los artesanos que un aficionado le compraba a alto precio. Pero había muerto antes de concretar la venta. Su hijo despidió al comprador que insistía en su demanda.

¿Conservaba Hugo aquellas antigüedades por tradición, por orgullo de raza, o realmente se interesaba por ellas apreciando su belleza? Nadie lo sabía, porque aun cuando por medio de revistas se hallaba al corriente del movimiento intelectual y artístico, hablaba muy raramente de estos asuntos. Y Liliana pensó que acaso su inteligencia práctica de gran industrial tomaba poco gusto en aquellas cosas.

Cuando la joven entró en el despacho, lord Stanville se hallaba sentado tras la mesa, apoyada la cabeza en una mano. Un rayo de sol iluminaba su cabello cortado muy corto.

En aquella misma actitud, un día, seis años antes, contemplo acercase una chiquilla de ojos de altivo mirar, con las mejillas encendidas y que se aproximaba para sufrir el límite de la humillación.

Hoy, el se levanto y avanzó  hacía su pupila al tiempo que indicandole un sillón decía:

-Sientaté, Liliana, ¿Te encuentras mejor, ahora?

-Un poco, muchas gracias, milord.

No volvio a ocupar su lugar detras de la mesa y se sentó frente a la joven, cuyo rostro se hallaba plenamente ilimunado por la claridad del crépusculo.

Las pestañas negras se bajaron un poco y temblaron ligeramente sobre los ojos  que sentíanse turbados por aquella luz y sobretodo por la mirada Lord Stanville.

-Dime en qué te emplea mi madre.

Ellla contestó dudando y buscando las palabras.

Ya que él parecía ignorar verdaderamente la forma en que allí se la trataba, repugnaba a su delicadeza el revelarlo.

Hugo, el codo apoyado en el sillón y la barba en su mano, no apartaba la mirada del expresivo y delicado rostro que enrojecía, mostrando la turbación que le producia aquella pregunta.

El joven dijo con voz clara, que no tenía, en aquel momento, las frías entonaciones habitules.

-Es un trabajo de criada el que haces aquí. Yo pondré fin a esto desde hoy. Tendrás libertad en ocupar el tiempo en un trabajo personal, en lo que tu quieras. Para tus gastos, entregaré cada trimestre, una pensión de veinticinco libras, de las que usarás, según te parezca.

La casa de los RuiseñoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora