Capitulo 6

118 3 1
                                    

FRENTE A FRENTE

Unos doce días después, una mañana Liliana fue llamada al despacho de lord Stanville.

Su corazón latió de inquietud, en tanto dejaba su registro de cuentas y se dirigía hacia la gran habitación, clara y severamente amueblada, en donde había entrado una sola vez : el día en que su tutor le entregó el primer trimestre del dinero que ganaba en su casa.

¿Para qué la llamaría ahora? ¿Acaso no estaría satisfecho de su trabajo ? No obstante, ella ponía en aquella labor el mayor cuidado posible. Pero sabía también, por lo que había oído decir, por algunas reflexiones temerosas escapadas a los Osner, lo exigente que era Hugo y cómo nada escapaba a su vigilancia.

Cuando entró, Hugo, en pie cerca de una ventana abierta, tenía entre los labios un cigarrillo. Lo lanzó fuera y se acercó a su mesa de despacho.

—Te tomo hoy como taquígrafa, Liliana. Siéntate, haz el favor.

Y le indicaba una mesita. Ella obedeció sin permitirse objetar que no se había hablado de aquel cargo de secretaria, cuando la empleó. Por lo demás, trabajar en aquella forma o en otra le era completamente indiferente, a no haberlo tenido que hacer, como en aquella ocasión, bajo la mirada de lord Stanville.

Y no obstante no era tan fría, tan intimidante aquella mirada, o, cuando menos, era otra clase de mirada. Ella se dió cuenta al instante de esto sin que pudiera definir la impresión que le producía. Pero seguía sintiéndose turbada en presencia de su tutor.

Lord Stanville dictaba con una rapidez que exigía por parte de sus estenógrafas una gran práctica. Y esta práctica faltaba a Liliana. Así, a poco, tuvo que pararse y objetar tímidamente:

—Perdón, primo ; pero no puedo seguirle.

Sus bellos ojos, un poco confusos, se elevaron hacia el joven. Este sonrió y, sin la menor impaciencia, dijo:

—Sí, voy demasiado aprisa para una novicia como tú eres. Bien,empecemos de nuevo.

Esta vez le fue ya posible a Liliana seguir el dictado con facilidad. Además, Hugo no parecía tener la menor prisa. Apoyado el rostro contra su mano, no apartaba la vista del cabello con reflejos de oro, la vista de la deliciosa figura un poco delgada, un poco pálida, en cuanto desaparecía el carmín que tan frecuentemente ascendía a aquel rostro tan bello y delicado.

Terminado el dictado, dió algunas instrucciones a la joven respecto a la copia puesta a máquina que debía presentarle al día siguiente. Luego, hacer Liliana ademán de retirarse, él la contuvo con un gesto.

—Dime, Liliana ¿estás fatigada ? No tienes muy buena cara y apenas comes.

Le costó a la muchacha reprimir su estupefacción ante aquella cosa sorprendente : Lord Stanville se preocupaba de detalles tan insignificantes como eran la salud y el apetito de su pupila.

—Realmente estoy un poco débil hace algún tiempo, primo. Sin duda es anemia.

—Pues bien ; debes cuidarte.

Reflexionó un momento y luego añadió:

—¿Podrías pedir a la señora O'Feilgen que te acompañara a casa del doctor Thomwyll? Es el mejor médico de Breenwich, un hombre muy inteligente y de mucha conciencia.

—Cierto, ella estará muy contenta de prestarme este servicio. Pero no creo que sea esto necesario. Tomo, hace algunos días, un específico a base de hierro que le fué muy bien a Daisy O'Feilgen.

—Sí, quiero que te vea el médico. Ve mañana y me dirás en seguida lo que te haya dicho. Además, esta tarde deja el trabajo y ve a dar un paseo con tus amigas, si están libres. Esto te sentará mejor que estar encerrada en este despacho sin aire.

La casa de los RuiseñoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora