¡ES USTED MALO!

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Era ya plena noche. El joven y su pequeña compañera avanzaban lentamente sobre la nieve blanda, en la calle iluminada por la electricidad. Un sollozo, de pronto, llegó a sus oídos. Liliana se detuvo y mostró a Joe un niño que con el rostro escondido entre las manos se apoyaba en el muro del jardín de Stanville-House.

-¡Mira este pequeño! ¿Qué tendrá?

-Vamos a preguntárselo.

Joe, siempre compasivo, se dirigió hacia el niño, seguido de Liliana, muy emocionada.

-¿Qué tienes, pequeño? ¿Te ha hecho alguien daño?

El niño apartó sus manos dejando ver una carita delgada y encendida por las lágrimas.

-No... pero ya no tengo trabajo, y mamá está enferma... Nos vamos a morir de hambre...

-¿Por qué no tienes trabajo? ¿Qué haces?

-Estaba empleado en la fábrica...

En Breenwich todos decían <<la fábrica>>, sin que precisara otra designación.

-Ganaba veinte peniques por día, y trabajaba mucho. Pero hace algunos días llegaba un poco tarde porque tenía que cuidar a mamá y a un hermanito. El contramaestre anota todo esto y presenta su registro al dueño a fin de semana. Y esta tarde, antes que pasara por la caja, me ha dicho: <<No vuelvas más, Billy; lord Stanville no quiere obreros que no sean puntuales>>.

-¿Pero comocía el las razones de esa falta de puntualidad?

-¡Oh, si, estaba anotada en el registro! Pero Su Señoria no se fija en estas cosas. ¡Y ahora yo estoy sin trabajo y con mamá que no puede valerse!

Y comenzó a llorar de nuevo.

Liliana cuyos ojos se llenaron de lágrimas, cogió la manita del niño y le dijo:

-¡Pobrecito! ¿Y no hay nadie en la fábrica que pueda hablar a lord Stanville en tu favor?

-¡Oh, no, señorita, nadie! No se atrevería nadie a hacer esto.

Y Billy se estremecio de nuevo. Joe bajó la cabeza.

-No jay nada que hacer, pequeño. Precisa buscar otro trabajo.

El niño sollozó:

-Soy tan pequeño para mi edad... Y tan delgado... que nadie querrá emplearme.

Liliana dijo con resolucion:

-Escucha: intentaré hablar de ti a lord Stanville

Joe exclamó:

-¿Tú,Liliana?¿Estas loca? Recibirás una mala contestación y el pequeño quedará igual.

-Lo probaré... acaso tenga compasión

-¿Compasión, él? ¡ Lo dudo! ¡Qué valiente eres Liliana! ¡ Yo no me atrevería a hacerle una petición de ese género!

-¿ Y que expongo con ello? ¿ Que me diga algo desagradable? No creo que me vaya a devorar.

A pesar de su resolución, Liliana temblaba un poco y su corazón saltaba fuertemente cuando tras de haber ascendido la escalera de granito, llegó al primer piso y al corredor que conducía al despacho de lord Stanville.

Nunca había estado allí. Sus dedos golpearon tímidamente en la puerta de caoba, al tiempo que pensaba: <<¡ Con tal que esté aquí; porque no me atrevería a volver!>>.

Una voz breve dijo:

-Entré.

Liliana dio vuelta al pomo de la puerta, empujó está, y se halló en el umbral de una amplia estancia, cuya parte principal queda en la penumbra, ya que el resplandor de la lámpara cubierta por una pantalla de porcelana verde se concentraba en la mesa del despacho ante la que se hallaba sentado lord Stanville.

La casa de los RuiseñoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora