-Madelaine.

-Sí, lo sé. Compartimos una clase ésta mañana. –Le sonreí falsamente como si la hubiera recordado, pero la verdad es que era la primera vez que la veía en mi vida. –¿Y qué te parecieron?

-¿Las clases? –Asintió. –Aburridas, ¿cómo iban a parecerme?

-A mi me gustan. –La miré alzando las cejas. –¿Qué? No puedes culparme por ello, cuando llevas años aquí, ya te acostumbras a ellas e incluso te terminan gustando. 

-Uh, ¿tanto llevas aquí?

-Sí, desde primer curso. –Abrí los ojos como platos al oírle eso. ¿Llevaba seis años aquí metida?Lo sé, mi padre decía que no iba a tener una mejor educación como la de este internado y yo era muy pequeña como para decidir por mí misma. ¿Y tú? ¿Querías venir a aquí?

-¿Me ves con cara de felicidad? Claro que no. Estoy aquí obligada por mi pa...

-¿Por tu padre?

-No tengo padre. –Mentí rápidamente cruzándome de brazos. –Vine obligada y punto. Menos mal que solo tendré que estar un año aquí...

-Bueno, ¡pero ya verás que no lo pasarás tan mal!¿Lo dice la chica que buscaba una mesa vacía para estar a solas? ¿Por qué quien busca mesas vacías si no? Además, si tantos años llevaba aquí, ¿por qué no estaba con sus amigas?

-¿Y tú no tienes amigas? Digo, como dices que...

-Oh, pues... No mucho, no... –Suspiró revolviendo su plato de macarrones. – Al principio creí que todas las chicas y chicos que se me acercaron querían ser mis amigos de verdad, pero después descubrí que solo lo hacían por mi padre...

-¿A qué te refieres?

-A que... Descubrieron que era muy conocido e influenciable y solo se me habían acercado por interés...

-Que... Panda de cínicos. –Murmuré apretando los dientes mientras que ella se encogia de hombros.

-A partir de ahí, comencé a ser invisible para todos, bueno, excepto para mí mejor amigo Harold.

-¿Y dónde está él ahora?

-Allí, sentado junto al equipo de fútbol americano. –Señaló hacia la mesa donde varios gorilas reían entre ellos junto a algunas chicas también que supuse que serían animadoras por sus atuendos. –Es el que tiene la chaqueta azul y amarilla del equipo.

-Sí, sí, lo veo. –Volví a murmurar fijándome detalladamente en él. Era medianamente alto con el pelo castaño y ojos del mismo color, creo, tampoco es que lo apreciara mucho desde mi lugar, lo que más me llamaba la atención era la actitud que estaba teniendo con sus amigos. Porque si les soy sincera, no me pegaba nada con la personalidad que estaba conociendo de Camila, ¿pero quién era yo para juzgar?

-Ya te lo presentaré. ¡Verás que bien te cae! A veces se comporta como un auténtico imbécil cuando está con sus amigos, pero no siempre es así. – Camila sonrió feliz haciendo que la mirara con una mueca en la cara. Si ella lo decía...

De pronto, mi mirada se cruzó con una persona que había sentada más allá en una mesa. ¡Era el chico de ésta mañana!

-Cami...

-¿Si?

-¿Conoces a aquel chico de allí?

-¿Cuál? –Preguntó ella girándose hacia donde le decía, por suerte, el misterioso chico ya había dejado de mirar nuestra mesa para seguir la conversación con la persona que tenía al lado. –Ah, es nuevo también. Llegó unos días antes que tú al internado.

Secretos al aireWhere stories live. Discover now