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El temido dios del inframundo se encontraba sentado en una mesa, con los codos hundidos en el mármol y las pálidas manos cubriendo sus facciones. Los labios de Hades resaltaban, puro granate contrastando con su blanquecina tez. Había pedido silencio, paz. No quería que nadie le molestara, necesitaba la soledad tanto como el pez al agua.
Sin embargo, su momento de calma se vio interrumpido por su adorable sirviente condenado, el cual traía entre sus delicadas y suaves manos una bandeja de plata con diferentes tipos de frutas, pero todas las favoritas del dios mayor.

—Mi señor.—Murmuró en tono cálido para que su amo no se molestase, simplemente para que su inesperada visita en su momento de paz y tranquilidad no se viera tan afectado.

—Creo que pedí estar solo.—Su voz rasgada rompió el pesado silencio, ya que dejó un leve hilo tenso que hizo a Jeongguk temer. Una vibración grave y calmada que salía de entre sus finos labios. Sus ojos se ensombrecieron y se incorporó en su asiento, ajustándose la bata de seda, del mismo color que su pelo azabache.

—Sí, disculpe por desobedecer a sus órdenes mi señor.—Agachó la cabeza, avergonzado de haber incumplido con su cometido como sirviente. Se decepcionó de sí mismo por el tono que empleó su dios con él.—Pero ya es la hora de comer mi señor, por ello es que le traigo esta bandeja.—Sus manos temblaron con nerviosismo.

Un movimiento brusco interrumpió la calma que había reinado hasta ese momento en el dios del inframundo. Le agarró la muñeca, ahogándola entre sus largos dedos. Sus ojos se clavaron en los de su sirviente con cierta amargura.

—Me molesta cuando tiemblas.—Especuló el paliducho.

El menor de los dos tragó saliva en demasía, sintiendo su garganta arder con aquel trago tan brusco. Se sentía intimidado por su dios, sus ojos ardían en el deseo de soltar las lágrimas como normalmente hacía, ya que su corazón era débil, se conservaba aquel órgano palpitante frágil y lleno de amor que tenía anteriormente como el dios del amor, pero cada vez estaba más roto y sentía menos sus pulsaciones.

—Señor, lo siento mucho.—Evitó el contacto visual con el pálido, porque sentía que si lo miraba a los ojos, su alma iba a ceder a estar entre las garras del azabache.

Yoongi sostuvo su punzante mirada, esperando ver los frágiles ojos de su presa, pero al no obtener respuesta, soltó lentamente su pequeña mano. Suspiró con gran cansancio y dirigió su fría mirada hacia el surtido de frutos rojos que le había traído su sirviente. El dios del inframundo cogió un racimo de arándanos rojos y, con tan solo una mano, exprimió el líquido en una copa, manchándose los dedos de un rojo tan intenso cual sangre carmín. Luego, puso su mano en frente de la boca del menor y rozó sus labios con cierto descaro.

—Lame.

Yoongi no estaba para ser comprendido por sus acciones, precisamente.

Los ojos de Jeongguk brillaron en impresión y curiosidad por los recientes actos de su superior, sin comprender del todo cuál era el objetivo principal de que lamiese sus dedos. De todas formas, el menor no rechistó y comenzó a lamer con lentitud cada uno de los dedos manchados de aquel color carmín.
Yoongi formó una pequeña sonrisa en su rostro, quizá un poco sádica e incomprensible, mientras metió sus dedos dentro de su caliente boca un poco más profundo. Esto no tenía mucha finalidad.
Hades observó cómo de los labios del dios del amor salió un pequeño suspiro y sacó los dedos, sin dejar de clavar la mirada en su rostro.

—¿Y bien?

El de rostro más angelical asintió con lentitud nuevamente, mirando con timidez a los ojos escarlata del dios del inframundo. Le intimidaba, cómo no, pero no tanto como a otros. Sin embargo su mirada solo le hacía querer permanecer en aquel castigo que se suponía que duraría toda su eternidad.—Está fresco, pero se calentó por el toque de sus ardientes manos, mi señor.

HADES & THE SERVANT | yoonkookWhere stories live. Discover now