Capítulo 106. La matanza de Texas.

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- ¿Qué te pasa? 

- ¿Qué me pasa de qué? 

- Estás muy... Ansiosa de mí, ¿no?

- Te he echado de menos, que me arresten -bufó. Natalia la miró con desconfianza y la rubia suspiró, sabiéndose expuesta-. Y estoy con la regla. 

- Ah, ahora lo entiendo. ¿Está cachondita la baby? 

- Ya sabes cómo me pongo. 

- Como me estoy poniendo yo, imagino. 

- Pffffffff -resopló durante tanto tiempo que Natalia se sorprendió al ver que no se deshinchaba como un globo. 

- Nena, ¿haces algo este finde? -susurró muy bajito, pues había notado que Marta tenía la antena preparada para captar la frecuencia más baja. 

- No me llames nena o te follo aquí mismo. 

- Vale, pues rubia. 

- ¡Peor! -se tapó la cara con las manos, roja como un tomate. Natalia se la quiso comer de ternura primero, y de deseo después. 

- Alba, dejémoslo en Alba. ¿Tienes planes este fin de semana? 

- No. A ti ni te pregunto, llevas dos semanas viéndome tan poco que parecen las visitas del médico. 

- He sacado tiempo, jope, no me regañes que he sido una zombie total -sacó el labio inferior hacia afuera. 

- Te voy a morder ese pucherito que me estás poniendo. 

- Alba, por favor, que Marta está con los ultrasonidos. 

- Qué rollo todo -lloriqueó. Ay, mi pequeño saco de hormonas

- Te lo digo, Alba -remarcó el nombre de la manera más asexual posible-, precisamente porque ya se ha terminado lo peor y estoy más libre, así que había pensado en huir de estas alimañas -señaló a sus amigas con un gesto de su cabeza- y darnos mucho amor lejos de aquí. 

- ¿De verdad? 

- Palabra. Por eso no he podido verte desde el domingo, he intentado darle caña para liberarme el fin de semana entero. 

- Qué sexy te pones cuando eres eficiente, Lacunza -prácticamente lo gimió con el labio entre los dientes. 

- Alba, o paras o te arrastro al lavabo. 

- ¡Así no ayudas, Natalia! -dijo en voz demasiado alta, acaparando la atención de las demás. 


Decidieron poner distancia física y se limitaron a un roce inocente de brazos y los suspiros necesitados de Alba a su lado. Natalia adoraba cuando la fisio estaba con la regla: era más cariñosa de lo habitual, lloraba por las cosas más tontas, se enfadaba sin motivos, era adorable y estaba cachonda las veinticuatro horas del día. Alba Reche concentrada hasta su máximo exponente. 


- Me voy a ir yendo, cariño -dijo la morena sin querer. Abrió los ojos a todo lo que daban y se tapó la boca con una mano. 

- Nat... -Alba frunció los labios y se le encharcaron los ojos de lágrimas. Ahí estaba de nuevo su chica sensible. 

- Se me ha escapado, perdona. 

- Si no me molesta -musitó. Le temblaba la voz-. Me gusta. 

- Ay, madre mía, que te voy a comer ahora mismo. ¿Me avisas cuando terminéis aquí y duermo contigo? ¿Te apetece? 

La sala de los menesteresKde žijí příběhy. Začni objevovat