Capítulo 41

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Durante una ducha eterna, no pude parar de pensar en que yo formaba parte del mundo podrido del que a veces me quejaba. Si bien no estaba al nivel de las peores personas vivas sobre este planeta, tampoco cooperaba para ser una mejor persona.

Era un adicto a la nicotina que comenzaba a usar el licor como anestesia durante momentos de vulnerabilidad. También un dependiente emocional que recurría a las infidelidades por sentirse en temporal abandono. Sin lugar a duda, no estaba haciendo nada bien y la culpa de ello no hizo más que incrementar.

De solo tener en la cabeza el pequeño recuerdo de que engañé a mi novio con su hermana, se me revolvía el estómago y me dolía el pecho. Aunque la temperatura del agua estuviese más que caliente, mis piernas no pudieron dejar de temblar. Decidí sentarme en el minúsculo piso de la regadera, con las rodillas cerca de mi torso. No me permití llorar por el arrepentimiento y la frustración.

Cerré los ojos, traté de dejar la mente en blanco sin conseguirlo. Fue más un intento de relajación y una búsqueda a las excusas perfectas. ¿Cómo se lo explicaría a Moon-jae? Culparlo por abandonarme solo iba a generar un conflicto mayor. Fingir que nada sucedió era lo más viable, pero también lo más difícil. No era tan bueno aparentando como él.

Verlo me recordaría a su hermana, justo como ella me recordó a él durante la noche. Acudí a aquella desesperada y errónea decisión gracias a los parentescos y a mi constante sensación de soledad. Amaba a Moon-jae y lo deseaba más que cerca durante las fiestas navideñas, pero al no conseguirlo recurrí a lo más parecido a mi alcance. Y, aunque sonase horrible, realmente su reemplazo funcionó por un rato.

Después, ya con mi frágil estabilidad y una buena botella en las manos, pensé en lo equivocado que estaba tras creer que ese encuentro —que jamás debió pasar— me ayudaría a ya no sentirme solo.

Quería morir de la vergüenza gracias a lo que mis actos causaron, pero también por saber que tendría que esconder para siempre lo que hice la noche anterior. No tenía intenciones de redimirme hasta que un reclamo directo surgiera. Solo hasta que él me dijera que lo sabía, me hincaría y le pediría perdón.

Odiaba ser tan miedoso al momento de afrontar las consecuencias de mis propios errores. Solía equivocarme con frecuencia, pero jamás con semejante intensidad. Mis peores equivocaciones comenzaron desde la noche en la que Kitsu me llevó a la cama, algunas de ellas con altas posibilidades de ver la luz y destruir mi relación con el hombre que amaba. Las fotos, mis descuidos en el bar, Sol-gi.

Cerré la llave del agua y salí con prisa, tiritando. Me apresuré a vestirme, a quitar las cobijas donde continuaba impregnado el perfume de Sol-gi y a echarme sobre el colchón una vez que escondí el rastro de mi engaño. No quise pensar en que Moon-jae pudo notarlo en la madrugada; de lo contrario me consumirían los nervios.

Tomé el teléfono, revisé con poco detenimiento mensaje tras mensaje. Coloqué un pequeño recordatorio para mis encargos de Año Nuevo y también dejé en espera nuevas solicitudes. Al menos el trabajo no me faltaba y eso me dio motivos para sonreír a medias.

De repente, y justo antes de que bloqueara el teléfono para concentrarme en mi bienestar personal y silencioso, entró una llamada.

—¿Cómo te encuentras? —dijo Jonah con tranquilidad.

Contesté de inmediato que nada mal, aunque mintiera. Al menos eso lo tranquilizaría.

—Necesitamos hablar —soltó. Un nudo se formó en mi estómago inmediatamente.

Sostuve con fuerza el teléfono contra mi oreja. Inhalé aire con pesadez y lentitud para evitar alterarme. Quise saber de inmediato si todo estaba bien, pero su respuesta negativa solo logró que mi cabeza ardiera y mis náuseas regresaran. Una resaca sumada a un repentino estrés era una pésima pero inevitable combinación.

El balcón vecino [BL-COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora