Capítulo 33

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Nos encerramos en su baño una vez que el agua llegó a los bordes de la tina y su espejo se empañó. Comenzamos a desvestirnos, aunque dándonos la espalda como si jamás nos hubiésemos visto desnudos.

Sentía vergüenza, pero también emoción. Era la primera vez que hacíamos esto. Me saqué la camiseta, los zapatos y los pantalones como si estuviese en mi propia casa, pero me detuve en la ropa interior solo por un momento. Eché una mirada atrás para verificar que Moon estuviera imitándome.

Pude ver su tatuaje con mucha más claridad bajo la luz del foco. Negro, enorme, magnífico y revelador. Con una historia tras de sí narrada a medias; el eterno recordatorio a los errores de Moon-jae. También distinguí todos esos moretones, magulladuras sobre sus muslos, el trasero, la espalda, el cuello y los brazos que tanto se esforzó en esconder y que ahora exhibía como si se le hubiesen olvidado.

—No recuerdo que estuvieras tan delgado —mascullé, todavía sin quitarle el ojo de encima.

Hice una comparación con su yo de preparatoria. Antes no solían marcársele las clavículas, la columna ni las costillas. Sabía que ese cambio era por estrés y drogas, pero deseé que él se percatase de eso. En lugar de contestar o examinarse a sí mismo, me ignoró para recoger su ropa del suelo húmedo y colocarla sobre el escusado. Aún no se desnudaba del todo; igual que yo, le faltaba una última prenda.

Los dos permanecimos de pie al borde de la bañera, queriendo averiguar en silencio quién se acabaría desnudando primero a plena luz artificial. El calor del baño empezó a humedecerme la frente, pero también fue culpa de mis nervios. Me pasé una mano por la nuca, me rasqué la cabeza, suspiré y apunté los ojos en dirección opuesta a él.

—¿Qué estamos esperando? —dijo, mirando directo al agua humeante—. No hay nada que no hayamos visto antes.

Se golpeaba ligeramente el muslo amoratado con la punta de los dedos, tal vez impaciente e igual nervioso. Él tampoco parecía tener suficiente valor e iniciativa para ser el primero en meterse. Nos vimos desnudos cientos de veces a cualquier hora del día. Era gracioso e irónico que para un simple baño estuviéramos apenados.

Por Dios, ¿cuántos años tenemos?

Cerré los ojos, sostuve mi ropa interior con ambas manos. Solté una pesada exhalación y finalmente me desnudé por completo. El color en mis mejillas incrementó y no gracias al calor del baño. Abrí solo el ojo derecho para ver si él observaba y me topé con la sorpresa de que también hacía lo mismo que yo.

Me adelanté a entrar en la bañera. El agua quemó un poco al principio, pero rápidamente me brindó relajación. Hundí el cuerpo lo más posible hasta que mi nariz quedó casi al borde del líquido transparente.

Moon ingresó a la tina cuidando que no me pisara o molestara. Pegué las rodillas al pecho solo por un momento en lo que él se sentaba de cara opuesta a la mía y se acomodaba. Nos las ingeniamos para estar confortables dentro de aquel espacio tan pequeño una vez que ambos cuerpos yacieron bajo el agua humeante. Estiramos las piernas y las enredamos con las del otro en un intento de hallar comodidad. Tras algunos chapoteos y quejas discretas, finalmente alzamos los codos y los recargamos a los costados, hicimos la cabeza hacia atrás y disfrutamos en silencio del baño.

Traté de cerrar los ojos y concentrarme en mis pensamientos, pero me fue imposible. Era capaz de sentir la pesada y fija mirada de Moon-jae sobre mí, sus roces con las piernas y un nerviosismo que logró que escuchase a mi propio corazón palpitarme en los oídos.

Conversar siempre ayudaba a que me sintiera menos ansioso, así que abrí la boca.

—¿Qué harás en Navidad? —pregunté.

El balcón vecino [BL-COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora