Capítulo 19

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—Bueno... Me tendré que ir yendo...

Miki dijo aquello mirando a Jonás. Él, sentado a su lado en la mesa de la terraza, simplemente encogió los hombros como respuesta. Miki parecía un poco cauteloso y Jonás tampoco tenía muy claro qué hacer.

Ago y Raoul habían ido a recogerlos al aeropuerto. Como sus padres no estaban en casa, cuando estos le dijeron que había comida de sobra, Miki aceptó encantado. En un principio a Jonás le había parecido bien, así que terminaron almorzando todos juntos y, mientras lo hacían, los dos chicos continuaron explicando el viaje que ya habían empezado a contar en el coche.

Afortunadamente para Jonás, ni los maestros sacaron el tema de "¿sois novios?" ni Miki se mostró demasiado cariñoso. Sin embargo, incluso así, el ambiente estaba enrarecido y a Jonás le parecía que todos andaban especialmente atentos a cualquier reacción por su parte. Eso lo tenía un poco tenso y, a medida que pasaba la tarde, dicha tensión iba creciendo a un ritmo veloz.

Así que sí. Cuando Miki formuló aquella frase, Jonás encogió los hombros, acompañó el movimiento con un simple "vale" y casi que agradeció que Miki lo entendiera como una despedida.

—¿Hablamos luego? —le preguntó entonces Miki a la vez que se levantaba.

—Vale...

—¿Prefieres mañana?

—No sé... Cuando quieras.

Jonás vio como Miki lanzaba una mirada a Ago y a Raoul. Se giró hacia ellos, pero ambos bajaron la cabeza y se pusieron a juguetear con las migas de pan que todavía seguían en la mesa. Volvió entonces a mirar a Miki.

—¿Me acompañas a la puerta? —le dijo él.

Jonás asintió, poniéndose de pie para hacer lo que le pedía. Caminaron juntos hasta la entrada. Miki abrió el portón, apretó el botón del mando y, antes de entrar a su coche, se acercó de nuevo a Jonás.

—Quieres pasar un rato con Ago y con Raoul y yo estoy siendo muy pesado con lo de quedar, ¿no?

Jonás negó rápidamente. Lo que le pasaba no tenía que ver con la actitud de Miki, sino con sus propias inseguridades.

—No estás siendo pesado.

—Vale, mejor. ¿Pues entonces te llamo mañana y vemos qué hacer? —Alargó el brazo para acariciarle la cintura. Jonás se tensó y Miki lo notó—. ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?

—Sí... Sí estoy bien.

—¿Me das un beso? —Con una sonrisa se inclinó hacia Jonás. La perdió cuando él, de manera inconsciente, giró la cabeza hacia Ago y Raoul. Miki se separó entonces—. Da igual, no te preocupes. Te llamo.

—Miki...

—Te llamo —repitió, guiñándole un ojo mientras se alejaba.

Entró en el coche y arrancó. Jonás se quedó observando la imagen, convencido de que Miki creía que era un gilipollas después de haberse comportado tan fríamente. Con un suspiro, cerró la puerta y, arrastrando los pies, regresó a la mesa.

—¿Y esa cara tan larga?

La lata de cerveza de Jonás todavía estaba a medio tomar, así que la cogió y le dio un sorbo. Se había calentado y, comparada con las pintas inglesas, sabía bastante mal. De todos modos siguió bebiendo: prefería hacer eso a hablar.

—¿Jonás? —insistió Raoul—. ¿Nos cuentas a qué viene esa cara?

De mala gana, volvió a dejar la lata en la mesa. Asumió que, aunque prefiriera beber, iba a tener que hablar.

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