Capítulo 15

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—¿Qué te ha pasado?

Ago y Raoul habían llegado a casa apenas un cuarto de hora antes. Les había extrañado no ver el coche de Miki aparcado en la calle, pero pensaron que los chicos habían decidido dar la clase en algún otro lugar. Cuando salieron a tomar una cerveza en la terraza, lo que menos se esperaban era que Jonás apareciera chorreando por la puerta del chalé.

—Jonás —repitió Raoul—, ¿qué te ha pasado?

—Me mojé.

—¿Te mojaste? —exclamó el director—. Parece que te has caído en una piscina.

—No.

—¿Estás bien?

—No.

Jonás se sentó en una de las sillas, sin preocuparse de la ropa o de las caras de los profesores que lo miraban. Raoul entró en la casa y, casi al momento, salió de nuevo con una toalla grande que usó para abrigarlo. Después, volvió al lado de Ago. Durante todo ese proceso, Jonás no reaccionó.

Ago fue el primero en romper el silencio.

—¿Jonás?

—Me dio un beso.

—Joder...

Aunque hubiera murmurado eso, a Agoney no le pilló muy de sorpresa que algo así hubiera sucedido. De hecho, pensó que los dos se habían contenido bastante. La tensión sexual que desprendían Miki y Jonás podría arrancar un coche sin batería.

—¿Te besó y qué? —preguntó Raoul, claramente nervioso por el estado en el que se encontraba Jonás.

Este, sin despegar los ojos de la mesa, sin moverse apenas, continuó explicando en tono monocorde:

—Me besó y se disculpó.

—¿Y tú?

—Le dije que estuviera tranquilo.

—¡Joder!

Ago miró a Raoul para pedirle en silencio que mantuviera la calma. Él le devolvió el gesto negando varias veces con la cabeza.

—¿Por qué le dijiste eso? —murmuró Ago con mucha más delicadeza.

—No... —Jonás apoyó el codo en la rodilla. Apoyó también la frente en su mano y suspiró—. No sé... No sé... —Levantó la vista para mirarlos por primera vez—. Es que casi le dio un ataque de pánico... Es que debe de estar fatal ahora mismo.

—Jonás —Raoul lo miraba como si quisiera sacudirlo—. ¿Te estás preocupando de cómo está Miki ahora?

—Es que Miki trata tanto de agradar a los demás que se va a volver loco pensando en lo que le ha hecho a Natalia.

—Bueno, Jonás, pues que se vuelva loco —replicó Raoul—. ¿Y a ti cómo te tiene? Loco perdido también.

—¡Ya, pero si le digo que se decida lo pierdo!

Raoul soltó un sonido que expresó con bastante claridad la frustración que sentía en ese momento.

—¡Pero que no te puede tener así, Jonás! ¡Que esta incertidumbre es muy destructiva!

—¡Que Miki es lo mejor que me ha pasado en la vida, Raoul! ¡Nada me ha hecho sentir así de vivo! —gritó Jonás. Sus ojos echaban chispas—. ¡De verdad, no me presiones! ¡Además, yo no sé si ha sido un calentón y ya!

Se abrigó más con la toalla y volvió a mirar a la mesa. Tenía el ceño fruncido y a Ago le alegró verlo así. Prefería a Jonás enfadado que a Jonás deprimido.

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