Capítulo 4

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—¡Jon Jon, déjate de tonterías de no querer ver a tu hermano y vamos a salir hoy, venga! Y esta vez nada de dejarme tirado en el bar.

Jonás se recolocó en el sofá para poder sujetar mejor el teléfono. Siempre le había encantado ese enorme sofá negro en forma de L, elegante y cómodo. Aunque le había costado tener la confianza para poder tumbarse en él, desde que lo había logrado, se había convertido en un placer pasar allí unos momentos de descanso. Esa mañana había tenido una clase bastante pesada sobre morfología y luego le había tocado repasar para no olvidarse de todo en las siguientes dos horas. Incluso, por estudiar, ni había visto con el resto la peli de sobremesa de sábado.

—No puedo. He quedado con Guille y Amanda en que íbamos a ver una peli juntos esta noche. —De hecho, prometerles eso había sido la única forma posible para que lo dejaran estudiar.

—Pues la ves antes.

—No, porque además hablé con Ago y Raoul para que aprovecharan y salieran.

—¿O sea que estás de canguro?

Sí, lo estaba. Y no podía negar que le parecía mejor plan que pasear de garito en garito a escuchar música horrorosa.

—¿Quieres venirte tú aquí? —le propuso a Famous. Suponía que por sus horarios diría que no, pero no estaba de más preguntarle.

—Eh, no. También he quedado con los colegas de tu profe.

Jonás, que hasta ese momento había estado tirado en una postura bastante indolente, con los pies apoyados en el reposabrazos, pegó un brinco y se sentó.

—¿Qué profe?

—Miki.

Lo que sospechaba.

—¿Sales con Miki? —exclamó en un tono más agudo del habitual—. ¡Para Guille!

El niño dejó de hacer carreras con las motos por las piernas de Jonás para observarle. Después volvió a intentarlo, pero Jonás le frenó con la mirada.

—Bueno, las dos últimas veces no ha salido —continuó Famous.

Sin embargo, ese dato tan preciso le daba igual a Jonás. No entendía la conexión que podían tener aquella banda de pijos con Famous. En su cabeza, no dejaba de imaginar que únicamente lo utilizaban como mono de feria. Famous era su amigo, pero no tenía mucha idea de nada y la mayoría de las veces hacía comentarios bastante inoportunos que, con toda probabilidad, esa pandilla usaría en su contra más adelante.

—¿Por qué quedas con ellos?

—Me los encontré el finde siguiente de Halloween y me uní. Nos dimos los teléfonos y ahora me llaman, tío. —Jonás escuchó una carcajada al otro lado del teléfono—. Me meo, les mola tener un tío simpático y con flow en el grupo, no sé...

—¿Y Miki no sale? —insistió.

—Que ya te he dicho que no. Bueno, no sé si vendrá hoy. ¿Quieres que le dé un besito de tu parte si viene?

Otra carcajada.

—No —aseguró Jonás—, ni quiero que le andes hablando de mí, ¿oíste?

Dijo aquello con voz dura. No obstante, la advertencia no pareció intimidar a su amigo.

—Jonás, folla. Ponte una app de buscar tíos o algo, de verdad. Estás muy alterado, tronco.

Para cuando colgaron, a Jonás le había cambiado el humor y le jodió porque llevaba una semana bastante tranquila. Tras aclarar las cosas con Miki, una alianza frágil se había instalado entre ellos y no le apetecía en lo más mínimo que desapareciera. Por supuesto, no podía decir —ni quería—, que fueran amigos, pero las clases resultaban más fluidas y ninguno de los dos parecía nervioso o incómodo.

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