Capítulo 3 (reparado)

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Kibo se desperezó en la cama y, al hacerlo, le dio un golpe de lo más intencionado a Ricky, que continuaba roncando a su lado sin preocuparse de nada. Sirvió de poco. Su novio solo se giró y siguió resoplando, pero en la otra dirección. Decepcionado, decidió levantarse para aprovechar lo que quedaba de tarde de domingo, y lo habría hecho si no hubiera arrastrado la sábana consigo en el movimiento, dejando a la vista el culo de Ricky.

Era magnífico. Todo él lo era. De nuevo tumbado, se acercó sigilosamente hasta pegarse por entero a su cuerpo y rodearle con un brazo la cintura.

—Ri...

—Mmmm...

—¿Te parecería bien si... te follara... muy fuerte... ahora?

Ricky, aún con los ojos cerrados, volvió lo suficiente su cuello para que Kibo pudiera contemplar la seductora sonrisa con la que había recibido sus palabras. Y entonces Kibo se perdió por completo en la imagen y, agarrándole con fuerza, le giró para ponerlo de espaldas en la cama.

—Me vuelves loco... es que me vuelves loco... —suspiró al tiempo que trazaba un mapa de besos por el estómago y el pecho de Ricky—. Cada día que pasa tengo más ganas de ti.

No mentía ni un ápice. A Kibo, que había vivido solo prácticamente desde los dieciocho años, todavía le costaba comprender lo bien que se había adaptado a compartirlo todo con otra persona. Pero claro, es que jamás se había enamorado así. El mero hecho de despertarse por las mañanas y encontrar a Ricky a su lado le colmaba el corazón de alegría. Amparado en esos pensamientos, se alzó sobre él y le acarició las mejillas con los pulgares.

—Te quiero muchísimo, cariño —murmuró.

Y Ricky, que lo sabía de sobra y ya no se quedaba paralizado cada vez que lo oía, se permitió bromear con él.

—¿Ibas a follarme o a aburrirme con tus cursiladas?

Kibo soltó una carcajada.

—¡Qué impertinente eres, joder!

—Es que como no te des prisa nos tendremos que ir a casa de estos sin follar.

Moviendo ligeramente las caderas, Kibo se inclinó un poco más.

—¿Sabes que hace un año exactamente que volvimos a besarnos después de tanto tiempo? —murmuró con voz ronca.

Pero esa vez fue Ricky el que decidió provocarle a él.

—Eh... pues no... —titubeó pensativo—. ¿Fue hace un año?¿Fue en Halloween?¿Estuviste tú en casa de Raoul y Ago el Halloween pasado? No me acordaba...

Kibo volvió a reír. Y trató de apartarse.

—Pero qué impertinente...

—¡Ven aquí! —le ordenó Ricky impidiéndole que lo hiciera.

—Qué impertinente de verdad...

***

Jonás no le había dedicado tiempo al estudio ese domingo porque contener a un Guille atacado de los nervios era imposible. El pequeño no había admitido otra cosa que no fuera disfrazarse justo después del desayuno, así que tuvo que pasar media mañana siendo perseguido por un niño-lobo rabioso con exceso de energía. Por lo menos, aquello dejó a Guille hecho polvo y, a los pocos minutos de poner la película de la siesta, se quedó frito en el regazo de Agoney. Jonás aprovechó entonces para sentarse al lado de Amanda.

—¿A qué hora vienen tus amigas?

—Creo que a las siete para disfrazarnos todas juntas.

—¿Tienes ganas?

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