Capítulo V

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(POV Sasuke)

Habían elegido un hermoso lugar para la ocasión. Era en realidad el mismo sitio en que años atrás contrajeron matrimonio mi mejor amigo y aun actual Hokage y Hinata. Precisamente la mujer de cabellera azabache estaba de pie a mi izquierda, aunque deberíamos separarnos nuevamente en cuanto ingresaran nuestros hijos. Había prometido a Naruto acompañar a Boruto mientras que él haría lo propio con mi hija. Sin embargo decidí que no podría permitirme ni perdonarme algo semejante cuando durante años había prácticamente descuidado más que simplemente ignorar el hecho de que tenía una hija. Sacudí la cabeza cuando escuché a Hinata preguntar si me encontraba bien mientras me devolvía una ligera sonrisa. Asentí para luego ofrecer mi brazo izquierdo para escoltarla junto a su hermana y su padre de pie justo frente a donde nos encontrábamos. Junto a ellos estaba quizá la única persona a quien Naruto pudo verdaderamente considerar lo más cercano a un padre tras no haber conocido a Minato y haber perdido a su maestro Jiraiya. Su primer maestro, Umino Iruka. Este al igual que yo mismo estaba vestido en un kimono azul oscuro y café. El adulto a su lado llevaba la vestimenta habitual de su clan. Junto a Iruka y vestida en un kimono completamente verde pálido excepto por su obi verde jade estaba quien alguna vez fuera una de las tres evaluadoras de los Exámenes Chūnin cuando Sakura, Naruto y yo los tomáramos junto a Shikamaru y los demás. La mujer de cabellos castaños a la altura de sus hombros y ojos del mismo color que estos aunque carentes completamente de pupilas solo me dirigió la mirada un par de segundos antes de apartarla casi como si me temiera. Aun. Y a decir verdad no podía culparla aun a pesar de los años que habían pasado. Ambos, por diferentes circunstancias habíamos caído en las 'garras' de la misma persona aunque, sin lugar a dudas, Anko había llevado la peor parte de esa experiencia puesto que cargaba con las 'secuelas' aun hoy.

- No me atrevería a interrumpir la boda, Anko-san. Sin embargo, necesito pedirle que me acompañe una vez que haya acabado...

Dije tras un instante en silencio simplemente observando a la actual asistente de Iruka en la Academia. La mujer ni siquiera se atrevió a preguntar el motivo aun cuando probablemente no supiera de qué le hablaba realmente. Sin embargo, tenía la leve sospecha de que al menos tendría una vaga idea considerando lo único que probablemente teníamos en común. Por ello finalmente y con una expresión seria en su rostro tan solo se limitó a asentir antes de que me marchara tras dejar a mi acompañante junto a su padre y su hermana menor. El líder del clan Hyuga me devolvió una sonrisa ligera que de todos modos pude percibir que era absolutamente sincera antes de agradecer verbalmente que acompañara a su hija mayor. Negué levemente y murmuré que eso no era necesario. Que Naruto y Hinata eran mis mejores amigos. Míos y de mi esposa al menos. Sin mencionar a nuestros hijos. Antes de retirarme escuché a Hanabi reiterar las palabras de su padre y preguntar si estaríamos dispuestos a aceptar reunirnos en su hogar. En el Dojo Hyuga, es decir.

- Será un placer. Sakura no regresará al trabajo hasta dentro de una semana. La Quinta Hokage prácticamente la obligó a tomarse un descanso para estar con Sarada... En cuanto a mí, creo que me llevaría un enorme regaño de parte de tu cuñado, Hanabi-san. Los veré entonces...

Los Hyuga (Hinata incluida) saludaron amablemente y luego de un momento me retiré.

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Estaba de pie junto a quien por 29 años (quizá un poco mas aunque jamás lo admitiera) fuera mi mejor amigo, mientras que a nuestro lado se encontraban todos los demás hombres que formaran parte de nuestra generación como compañeros e instructores así como los miembros de esta la última generación shinobi. Última al menos por el momento. Mientras tanto, nuestras esposas y el resto de las mujeres estaban de pie justo frente a nosotros, separados tan solo por una alfombra color blanco en cuyo extremo se hallaba el oficiante de la ceremonia. Nunca jamás imaginé a Boruto contraer matrimonio en una ceremonia oriental tradicional. Yo mismo lo había hecho apenas tres años atrás. Así es, hasta entonces y a pesar de actuar como tal Sakura y yo no éramos siquiera marido y mujer. Solo nos restaba algo que justificara definitivamente esa unión a pesar de que, mientras la mujer de cabello rosa frente a mi aun sostenía esa creencia yo por el contrario no creía necesario algo así. La mano (vendada) del Séptimo Hokage en mi hombro me hizo alzar casi automáticamente la mirada al frente. No creo haber experimentado algo remotamente semejante desde que teníamos 17 años y decidimos (o más bien yo decidiera) tener nuestra última batalla. Sin embargo en ese momento mis escarlatas se quedaron literalmente fijos en las dos figuras que lentamente comenzaban su camino hacia quien finalmente sellaría su relación de más de 10 años. El mayor de los herederos Uzumaki estaba vestido en los mismos colores que acostumbraba vestir. Su traje era mayormente negro con detalles en carmesí y blanco y sandalias negras. Lo mismo sucedía con mi hija. Vestía de rosa oscuro, blanco y escarlata. Nunca fui alguien de prestar atención a detalles de ese tipo, sin embargo en esta ocasión por algún motivo me fue imposible evitarlo.

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