Capítulo VIII

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La joven de cabello ébano abrió lentamente los ojos para encontrarse, en primer lugar, en un sitio similar a una cueva y, por otra parte, en brazos de un hombre que no era su tío Itachi, donde recordaba que había perdido la consciencia tras regresar de ese extraño lugar. Alzó su mirada aun ligeramente borrosa y casi automáticamente activó su Sharingan al percatarse de que quien la sostenía en brazos también poseía esos mismos ojos. De hecho, era su único rasgo visible bajo la capa negra con que se cubría de la lluvia incesante fuera de aquella cueva. Sasuke removió la capucha de esta para que Sarada pudiera ver su rostro y suspiró con evidente alivio, señalando que no esperaba que despertara sino hasta la mañana siguiente al menos. Imaginaba incluso qué pudo haberla agotado de ese modo, disculpándose por no haberle advertido de antemano respecto del riesgo de utilizar esta técnica en exceso. La joven abrió aún más los ojos, esta vez genuinamente sorprendida y, mientras se incorporaba recostándose en el pecho del mayor preguntó como supo lo que había hecho. A lo que Sasuke respondió con acostumbrada calma y mientras acunaba prácticamente a su hija contra sí:

- Amaterasu conlleva un enorme riesgo no solo para la vista, Sarada. De hecho, cualquier jutsu utilizado con el Sharingan o Mangekyō requiere de una enorme cantidad de Chakra... En última instancia, puede provocar la pérdida total de la visión. No sé si lo hayas oído pero...

Un grito por parte de una voz masculina cerca de su posición detuvo al menor de los Uchiha al escuchar que esta llamaba desesperadamente a Itachi, como si intentase hacerlo reaccionar. Sintió a Sarada sacudirse entre sus brazos por lo que se levantó lentamente (percatándose para su sorpresa que no sentía molestia alguna en su cuerpo) y caminó hacia el extremo opuesto de la cueva, donde estaban Boruto e Itachi. En ese momento, la joven Uchiha le pidió que la dejara junto a su esposo a lo que Sasuke obedeció consciente de lo que haría, pero advirtiéndole que no se exigiera en demasía. Bajo la atenta mirada de Boruto, cuyos hombros y ojos temblaban producto de la tensión y el temor del que era preso en ese momento, Sarada colocó su mano izquierda en la frente de Itachi y la derecha sobre su pecho para verificar el grado de sus heridas antes de comenzar a sanarlo.

Cuando Itachi despertó, no estaba seguro después de cuanto tiempo, se encontró a pesar de su mirada borrosa por el cansancio y el aturdimiento con la figura de su hermano menor. Tras un instante dejó escapar un agudo siseo al percibir un peso extraño sobre su brazo izquierdo. Giró apenas el rostro parpadeando para aclarar un poco su visión e inmediatamente una sonrisa se dibujó en su rostro. Se trataba de su sobrina Sarada quien descansaba con su cabeza apenas recostada en su brazo y su mano reposando aun sobre su pecho. El shinobi podía incluso percibir vestigios, leves pero aun así notorios de su Chakra en el aire. Levantó su mano derecha acariciando gentilmente el rostro de la joven y removiendo una hebra de su negra cabellera que comenzaba a cubrir parcialmente su ojo izquierdo. Luego volteó hacia el lado opuesto, observando a la distancia a un evidentemente exhausto Boruto recostado sobre la roca del interior de la cueva con la capa negra que llevaba su hermano Sasuke cubriéndolo del frío aun persistente.

- Solo está exhausto, Itachi... -dijo Sasuke percibiendo la preocupación en el rostro de su hermano mayor -No ha dormido desde que llegamos. Apenas pudo conciliar el sueño hace un par de horas y solo lo hizo cuando le aseguré que cuidaría de ustedes... ¿Cómo te sientes?

- Mi... mi brazo izquierdo está... comenzando a molestarme... Pero temo despertarla. También necesita recuperar horas de sueño. Estas últimas horas... Solo ha estado cuidando de mi...

- Tiene una habilidad asombrosa con su ninjutsu médico...

Dijo el menor sonriendo mientras intentaba reprimir un bostezo. También estaba cansado, además de que se sentía algo débil aun. Itachi asintió mientras se ponía definitivamente de pie tras acomodar (suavemente) a Sarada a su lado. Observó a su hermano menor percatándose de los signos evidentes de su estado e inmediatamente tendió su capa sobre el suelo para que este se recostara. La lluvia fuera no sólo no había cesado en todo ese tiempo sino que ahora era acompañada por fuertes vientos provocando un sonido similar a un silbido en las hojas al ser sacudidas.

Forever At Your SideWhere stories live. Discover now