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Gilbert Blythe solía pensar en que la belleza se encontraba en el interior, no solamente tenía que haber una cara bonita en una chica, tal y como sus compañeros decían todo el tiempo

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Gilbert Blythe solía pensar en que la belleza se encontraba en el interior, no solamente tenía que haber una cara bonita en una chica, tal y como sus compañeros decían todo el tiempo. Ciertamente su pensamiento era el correcto, al igual que su decisión: Enamorarse profundamente de Anne Shirley -Cuthbert.

Todos los sabían, menos Anne, y es que era algo tan estúpido. El amor se notaba a millones de kilómetros.

«Algún día se lo diré.» Pensaba encerrado en su habitación.

A veces Anne notaba un extraño comportamiento en el chico. Cuando se ofrecía a acompañarla a casa con la excusa de que iba a pedirle consejos de granja a Matthew o que iba a darle a Marilla un recado de Mary, siempre estaba ofreciendo caramelos de chocolate y manzanas de su huerto. Ella suponía que eran cosas que los amigos del sexo opuesto hacían. Eran cosas que imaginaba, ya que nunca había tenido un amigo aparte de Jerry, pero este nunca hacía nada de eso. Se enojó con él una vez, pero no pudo pasar más de dos horas para que esta le pidiera disculpas. Los momentos que pasaban juntos eran muy divertidos, pero cuando pasó el primer año los sentimientos de la chica empezaron a cruzarse y confundirse, así que trató de ocultarlos de una manera tan obvia que todas sus amigas se habían dado cuenta de que estaba completamente loca por Gilbert. En vez de alejarse, comenzó a pasar más tiempo con él, además; cada acercamiento era tan obvio y cada excusa era tan estúpida que se veía tan incómodo. Pero obvio, ninguno decía nada.

No querían que nada cambiara entre ellos.

«No me gusta, no me gusta.» Se repetía la pelirroja un día que tuvo una fiesta del té con Diana, «De todas formas le gusta a Ruby, Ruby es tú amiga y no le puedes hacer eso.» «Tal vez a él le guste otra chica, sí, eso debe ser.»

«No le dirás, no le dirás.» Volvía a pensar acostado boca arriba en su cama. «Ella no está enamorada de ti, la has escuchado mil veces decir que su destino es ser la novia de la aventura. ¡Vamos, sé un hombre!»

Resulta que el día de la nevada, ya por la tarde y cuando la ventisca estaba parando, fue por ella. Al ver que lo siguió trató de organizar sus ideas, la pelirroja lo miraba extrañado.

-¿Te ocurre algo? -levantó una ceja.

-Yo... pues, yo...

Y en ese instante recordó lo que había estado escribiendo esa mañana cuando salvó a Diana Barry de caer al suelo, buscó en su bolsillo y con la cara terriblemente roja se la entregó. Las palabras no salían de su boca gracias a los nervios que lo estaban consumiendo.

-¿Es para mí?

-Sí, quiero... -tomó aire- Quiero que la leas, por favor.

Entonces, un poco dudosa de ello desdobló la hoja y empezó a leer su contenido.

«Querida Anne:
En estos momentos en que siento que no puedo ocultarlo por más tiempo me gustaría abrirme a ti con todos los sentimientos que ha cargado mi corazón desde que llegaste a Avonlea. Desde un principio te vi de una manera bastante distinta a la que estaba acostumbrado con las otras chicas, eres tú la única que ha podido despertar en mi un fuego que jamás se apagará. Verdaderamente la vergüenza se apodera de mi en estos momentos y me siento un cobarde por no haberlo dicho con anterioridad. Me gustas, Anne, cada vez que estoy contigo siento una felicidad inmensa y paz grandiosa en mí; que la vida no puede ser mejor. Tal vez no sientas lo mismo que yo, pero me siento libre al decir todo. Recuerda siempre que fuiste tú y siempre serás la primera y única chica a la que amo.
Con amor;
Gilbert.»

-Trato de hablar, pero no puedo -susurró él al ver que la chica había terminado de leer-, de moverme, pero estoy congelado... me siento paralizado cuando estás cerca, no soy capaz de musitar palabra.

Anne mantenía la cabeza gacha.

-Creo que perderé la cabeza, hay algo en mí que no me permite alejarme de ti, parece que tuvieras un imán en tu corazón que hace que siempre quiera estar a tu lado y entonces me encuentro dando vueltas y vueltas pensando en que nunca tendré la suerte de ser tu novio -suspiró y le habló más cerca-. No me importa lo que dirá la gente si estamos juntos, yo solo quiero ser quien te amé cada día, porque para mí eres la chica perfecta.

Con el rostro igual de rojo que su cabello levantó la mirada rápidamente. Al ver su tierna mirada junto a su brillante cabello castaño Anne empezó a llorar porque justo en ese instante recordó las palabras que le había dicho a Matthew el día en que había llegado a Green gables: «Nadie jamás se enamorará de mí, soy tan fea.»

-¿Que ocurre? -preguntó el chico con preocupación.

Ella lo miró a los ojos sonriendo junto a las lágrimas que rodaban por sus mejillas.

-Yo también te amo, Gilbert Blythe.

En ese instante un ruido se escuchó y todos en el aula corrieron a ver qué estaba ocurriendo.

「𝐂𝐨𝐥𝐝 ; 𝐓𝐡𝐫𝐞𝐞 𝐥𝐨𝐯𝐞 𝐬𝐭𝐨𝐫𝐢𝐞𝐬」Where stories live. Discover now