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Los Andrews y los Gillis se habían llevado bien desde siempre. Desde que el bisabuelo Andrews llegó a Avonlea, tuvo hijos y conoció al bisabuelo Gillis quien al principio solo era un socio en sus negocios bovinos, pero más tarde se convirtió en su mejor amigo. Las chicas protagonistas de la historia a continuación compartían lazos bastante grandes de toda la vida, desde que tenían memoria habían jugado e ido a la escuela juntas. Ambas cruzaban sus brazos al caminar haciéndolas ver totalmente inseparables. Las personas decían que ni en un millón de años, ni siquiera a causa de un tornado o tsunami la amistad entre Jane y Ruby acabaría.

Claramente el destino es caprichoso.

Un día de noviembre Ruby Gillis llegó sola a la escuela. Sus bellos rizos rubios y labios rojos habían desaparecido totalmente. Las ojeras en su rostro eran notorias al igual que su voz rota a causa de un posible llanto. No quiso hablar con nadie al respecto, mucho menos con Jane quien tenía el mismo aspecto ese día.

«¿Que ocurre?» Se preguntaban sus amigas.

No volvieron a sentarse juntas, ni a caminar por el bosque tomadas de manos, mucho menos ir al «Club de los cuentos» los mismos días. Algo realmente extraño estaba sucediendo, pero como todos los chismes en Avonlea, las personas lo olvidaron en cuestión de días.

La mañana de la nevada las dos muchachas se encontraron frente a frente cuando entraron a clase. Billy, el hermano mayor de Jane resopló cuando se quitaba la bufanda que cubría su cuello: «Saquen las uñas, muchachitas.»

Prissy volcó sus ojos.

-Me parece estúpida la forma en que hablas, Billy. Ve a sentarte, mejor.

Media clase rio y Jane se fue del brazo de su hermana sin dirigirle la palabra a la rubia, la cual parecía estar esperando por lo menos un «Hola» de su parte. Pero nada. Otro día sin nada.

-¿Es tu amiga? -le preguntó Prissy a Jane cuando ambas estuvieron sentadas.

-Eso creo -susurró para que no oyera su voz bloqueada por el nudo en su garganta.

-¿Entonces por qué no hablan?

-Porque nunca acepta las cosas que digo o hago.

-¿Como cuáles?

-No quiero hablarlo, hermana -susurró y volteó a ver a cierto chico en un extremo del aula.

Mientras tanto podemos decir que a veces el amor se presenta de la manera que menos lo esperas. A Diana Barry se le presentó de una manera bastante inusual ¿Quién diría que esa muchachita de clase alta vería con ojos de amor a ese pobre chico francés?

«Odio sentir esto, es horrible.» Se repetía a si misma cada noche mientras miraba por la ventana rogando al cielo por una señal de que lo que estaba haciendo era lo correcto.

Se moriría de vergüenza si su mejor amiga lo supiese, ¿qué diría? Tal vez se enojaría ya que no tuvo un novio a su altura ¡Vamos Diana! Tenía que pensarlo con claridad para poder dormir por las noches, la falta de sueño ya la estaba haciendo parecer una especie de mutante y casi todos se habían dado cuenta de su torpeza reciente. Aunque era emocionante encontrarse a escondidas con Jerry en el sendero de los amantes, caminar tomados de la mano con la adrenalina en sus corazones de que en algún momento alguien los podía ver juntos, y hablar de los libros que habían leído recientemente. Diana podía sentirse horrible al pensar en que Jerry era muy poco culto para ella, odiaba sentir ese prejuicio.

-¡Diana! -exclamó Anne aun con el rostro colorado gracias a los sucesos anteriores- Estás algo rara, ven -la tomó de la mano- ¿Quieres contarme algo?

De verdad que estaba a punto de hacerlo, incluso estaba abriendo su boca para hacerlo justo en el momento que Billy Andrews hizo sonar el escritorio principal. Todos voltearon a verlo.

-¡Damas y caballeros! Todos acérquense a mí, tengo algo que sé y les va a gustar.

Con curiosidad todos fueron a ese lugar y rodearon al rubio. Él puso sus manos tras su nuca, apoyó sus pies en la mesa para empezar a hablar.

-Tengo una idea para entrar en calor, pero necesito la aprobación de todos.

Dudosos todos asintieron.

-Pues bien -sonrió maliciosamente-. Varias cosas han llegado a mis oídos, algunas se me han hecho muy graciosas. Otras bastante vergonzosas ¿les parece si las digo? ¡Pero no se preocupen! No revelaré nombres, cada uno tendrá que adivinar o imaginar de quién se trata. Presten mucha atención -frotó sus manos para empezar a hablar.

Casi todos los rostros de los estudiantes se tornaron de un amarillo muy pálido, sobre todo el de Gilbert Blythe, un chico que al parecer tenía un secreto enterrado en lo más profundo de su corazón. Amaba a Anne con toda su alma y se odiaba por no ser correspondido. Nunca se lo había dicho, pero sabía que ella jamás sentiría lo mismo. Anne era huérfana y había llegado a Avonlea hace tres años. Gilbert se había enamorado desde que ella lo golpeó en el rostro con su pizarra, claramente no se lo dijo porque hubiese sido un tanto raro. Algunas veces la miraba directamente a los ojos y ella cambiaba el rumbo de su vista, entonces era ahí donde él sentía por un momento que podía tener una oportunidad. Había pasado toda la mañana sentado en su escritorio tratando de escribirle algo pero nada venía a su mente.

No podía entender como existía tanta perfección en una sola persona y que esta ni los demás se dieran cuenta.

Entonces miró hacia el suelo porque sintió que se estaba poniendo rojo, Billy Andrews volvió a preguntar si todos querían escuchar y la mayoría aceptó.

-Vamos a empezar -dijo buscando con los ojos a su primera víctima.

「𝐂𝐨𝐥𝐝 ; 𝐓𝐡𝐫𝐞𝐞 𝐥𝐨𝐯𝐞 𝐬𝐭𝐨𝐫𝐢𝐞𝐬」Where stories live. Discover now