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Si Diana Barry hubiese sabido lo que le esperaba esa tarde de viernes que caminaba sola por el bosque rumbo a casa de Anne, probablemente hubiese preferido quedarse en casa

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Si Diana Barry hubiese sabido lo que le esperaba esa tarde de viernes que caminaba sola por el bosque rumbo a casa de Anne, probablemente hubiese preferido quedarse en casa. Pero ella había cambiado de una manera profunda desde que conoció a aquel muchachito francés, el cual era la razón de sus noches en vela y llanto. Tenía tanto miedo de revelarle a sus padres quién era su admirador secreto que no se atrevía ni siquiera a mirarlos a los ojos durante el desayuno o cualquier otro momento en que estuviese la familia reunida. De vez en cuando observaba por la ventana mientras estaba leyendo y con el corazón en mano esperaba que el carruaje de los Cuthbert se paseara frente a su casa.

Su madre diría: «Qué muchacha más distraída. Antes te gustaba leer, ahora no haces más que mirar por esa absurda ventana y tomar té.»

-Anda levántate, mejor ve a tocar algo en el piano. Una melodía feliz -diría Minnie May-. Siempre tocas esas canciones delicadas ¿qué te pasa de Diana? antes eras divertida.

-Tonterías, es parte de crecer -Susurraría la mayor y bajaría la cabeza.

Entonces esa tarde de la cual les estaba contando, la muchacha fue directamente hasta Green gables a participar en una pequeña fiesta que Anne había planeado desde hace mucho. Antes de llegar se topó con Jane Andrews, la cual corría con alegría inexplicable. No es que Diana planeara dormir en Green gables ya que eran más o menos las tres y media de la tarde. Luego de casi chocar con Jane, la cual se dirigía a casa de Ruby Gillis caminó un poco más hasta que cruzó por el lugar habitual y el granero en el cual se encontraba Jerry.

-Hola -dijo él con un acento tan tierno que ella no dudó en volver su mirada y sonreír un poco.

-Hola -trató de disimular la sonrisa-. ¿Está Anne en casa?

-Creo que eres la chica más hermosa que he visto en toda mi vida -susurró el chico en su idioma natal.

Ella abrió poco a poco su boca.

-Entendí eso.

-¡Caray! Así que hablas francés, ¿eh?

-Por supuesto, casi siempre voy a pasar vacaciones de verano en París -entonces se dió cuenta que lo había estado viendo a los ojos por más del tiempo que se considera normal. Moviendo su cabeza de un lado a otro como despertando de un trance volvió a preguntar- ¿Se encuentra Anne en casa?

-Eh sí, sí  -Jerry tuvo la misma expresión en su rostro-. Estaba con Marilla en la cocina hasta hace unos minutos.

-Muchas gracias -soltó evitando el contacto visual.

Luego de una tarde de risas y donas de ciruela, la señorita Barry regresaba a casa. Antes de cruzar por el pequeño sendero que la llevaría a recorrer el camino escuchó una voz.

-¿Quieres que te acompañe?

No tenía que preguntar quién era, el acento delataba a cierto personaje escondido tras un arbusto.

-No, muchas gracias.

-Es de noche... -insistió- podría haber un fantasma en el camino.

-Los... los fantasmas no... no son reales -titubeó.

-Te repito la pregunta, ¿quieres que te acompañe a casa?

-Mis padres no deben verte.

-No lo harán.

Y así empezó lo que con el tiempo se convertiría en una historia de amor clandestina. Nadie más a parte de ellos sabría de lo que estaba sucediendo hasta la mañana de la nevada cuando Anne fue tras Diana al salón que estaba en la parte trasera del aula. La pelirroja la tomó de la mano al ver el llanto imparable de su mejor amiga y con preocupación preguntó:
-Diana, tienes que decirme la verdad, ¿Que ocurre?

Eso parecía que hubiesen presionado un interruptor de llanto. Fue algo tan descontrolado que en su mente la pobre Anne imaginó tantas cosas horribles, imaginó de todo menos lo que estaba a punto de escuchar.

-No quiero que te enojes conmigo, soy una terrible persona, eso lo sé. No quiero que dejes de ser mi mejor amiga...

-Nunca dejaré de ser tu mejor amiga, solo quiero verte feliz.

Finalmente, la chica soltó todo y con paciencia la pelirroja escuchó cada detalle, aunque por dentro su cabeza quisiera explotar a causa de tanta información nueva por segundo. Aspiró y suspiró profundamente un par de veces, su amiga terminó de hablar y la miró a los ojos.

-Me odias, ¿No es así?

Empezó a negar con la cabeza.

-No te puedo decir que lo que sientes es correcto, me refiero a la vergüenza, es maravilloso que abras tu corazón al amor y que rompas con lo propuesto por la sociedad. Pero ¿Has pensado en lo que debe sentir Jerry? El sentirse alguien muy poco para lo que tú de verdad podrías merecer es algo muy duro, pienso que deberías ponerte en su lugar.

-Pero mis padres...

-Es tu vida, no la suya. Ellos ya hicieron lo que quisieron y es el momento de que te toque a ti. Nadie más que tú puede saber lo que quieres y lo que te hace feliz... vales mucho, brillas mucho. No dejes que te corten las alas.

Diana asintió con vergüenza.

-¿Prefieres casarte con el príncipe de Inglaterra y ser terriblemente infeliz o casarte con Jerry y ser asombrosamente feliz a tu manera?

Finalmente sonrió, abrazó a Anne y abrió su cesta en la cual llevaba el almuerzo. Ofreció tarta de grosellas e inmediatamente aceptó, rieron juntas por un momento hasta que fueron interrumpidas por cierto muchacho en busca de cierta pelirroja. Diana hizo seña de que estaría bien por un momento y luego de que la puerta se cerró pensó en que dejaría de importarle lo que los demás dijeran de ella.


「𝐂𝐨𝐥𝐝 ; 𝐓𝐡𝐫𝐞𝐞 𝐥𝐨𝐯𝐞 𝐬𝐭𝐨𝐫𝐢𝐞𝐬」Where stories live. Discover now