♥Capitulo 68♥

219 29 1
                                    

Pero de pronto, una voz en mi cabeza me preguntó escandalizada qué estaba ocurriendo y me ordenó severa que parara.

-¡No! -Jadeé, apartando su rostro del mío.

La respiración estaba acelerada y el puño de mariposas volaba desquiciadamente en mi estómago. Miré con el pánico pintado en los ojos el rostro prohibido que acaba de besar la culpa me revolvió el estómago; aventé su cuerpo lejos del mío y me llevé las sábanas hasta la cabeza, cubriéndome completamente.

-Lo siento. -Susurró.

-Déjame sóla, por favor. -Supliqué, con un hilo de voz.

Oí después el sonido de la puerta al cerrar y el silencio me hizo derramar algunas lágrimas. Eso había estado mal, muy mal. Él que tuvo que haberse disculpado tenía que haber sido yo. Yo fui quien aferró su rostro al mío, quien anheló ese beso, yo, yo ,yo... traidora era mi segundo nombre. La culpa que sentía en ese momento era inexplicable; parecía como si los órganos dentro de mi cuerpo se hubiesen vuelto pesados y luego desaparecieran dejando un vacío completamente abrumador. Había tocado fondo.
Estaba ebria, pero por supuesto, aun me quedaba una pizca de cordura. El corazón hecho pedazos debajo de mi pecho, me dolía de la inmensa culpa que estaba sintiendo y era como si trajera una espina clavada en mi corazón. Cada latido era una oleada más fuerte de dolor y el mar al que pertenecían aquellas olas llevaba nombre propio: Marinette.

Luka me había advertido, "nada estúpido" me había dicho y yo, iba con un letrero de "Estúpido" pintado en la frente. Seguro Luka me mataría, pero aquello era lo mejor, yo merecía morir como mínimo o con menos dramatismo, irme de la vida de Marinette.

La hora de partida había llegado, yo tenía que irme en cuanto tuviera la oportunidad, tomar el primer avión a California o cualquier otro medio que me ofreciera alejarme de aquí.

La cabeza comenzó a punzar de dolor y con el estómago revuelto aun, me levanté de la cama y visualicé rápidamente el baño, a donde corrí y en el que devolví lo último que había tocado mi estómago.

Luego de que quedé vacío, lavé mi cara y me dejé caer sobre el azulejo blanco del piso, sintiendo su frío contacto con mi piel y allí, hecho un ovillo de hilo en el suelo, perdí conciencia de nuevo.

Al abrir los ojos, el dolor de cabeza taladró con intensidad mi cráneo, haciéndome cerrarlos de nuevo. Traté de abrirlos otra vez, poco a poco y la luz clara del día me los encandiló a tal grado que el dolor agudizó. Tenía un recuerdo vano del día anterior y entre más me esforzaba en ordenar el desorden en mi cabeza, más me dolía. El bar, el espejo, Adrien, su Hybrid, el beso... ¡Marinette!. Tan pronto como le encontré sentido a esas palabras, el recuerdo llegó a mi mente. Me levanté sobresaltada y visualicé después de unos segundos una habitación. No era mía, de eso estaba segura; había una guitarra negra y el decorado del cuarto era en color azul de diferentes tonos. Esta era la habitación de un hombre y el único que me venia a la mente era Adrien.
La cama estaba desecha pero yo estaba segura de que anoche me había derrumbado sobre el piso del baño y no sobre la cama. Lamentablemente, nada había sido una pesadilla, como yo lo hubiese deseado, todo era real y aquellos labios rosados, rellenos, suaves y ahora con sabor a menta y chocolate, habían sido míos anoche, por un minuto.

Traté de buscar un reloj y encontré uno pequeño sobre el escritorio, eran las doce treinta y cinco del medio día y la cabeza no me dejaba de doler. Fui al baño, medio mareada aun, y lavé mi cara. Traté de acomodarme el cabello. Luego de que me vi con un aspecto mejor, decidí que tenía que salir corriendo de esa casa.

Esperaba y cruzaba los dedos porque Adrien no estuviera, así, saldría sin que él se diera cuenta y... me iría. Me armé de valor y giré la perilla de la puerta, abriéndola. Salí con la mirada baja y al instante de que me encontré fuera de la habitación, la levanté, encandilado horrorosamente por la clara luz del medio día.
Adrien me miraba, sentado en una de las silla que tenía cerca de la mesa. Allí otra espina a mi corazón. Ambos nos mirábamos por un largo rato, como si nos comunicáramos con los ojos. Aquello pudo haberse interpretado como un 'Te odio' doloroso y afrentoso o como el 'Te amo' más honesto de la historia. Tan solo respirar me dolía, así que bajé la mirada y me dirigí a la que parecía la puerta de salida. Apresuré mis pasos pero parecía como si mis pies no quisieran abandonar el lugar.

-Espera, Chloe. -Su voz tan hermosa me hizo detenerme aunque la razón me gritaba despavorida que saliera corriendo ya.

Y así lo hice. Nathaniel me esperaba afuera.

-Volveré a California, Nathaniel. -Sollocé.

-¿Por qué? ¿Por qué tan pronto? -Inquirió, más confundido que antes.

La voz se me atoró en el nudo de la garganta, impidiéndome hablar. Me sentía fatal de confesar mi pecado.

-Hice algo muy malo. -Admití y jalé la puerta para abrirla, luego me subí al auto. Todo lo hice tan rápido que no le di oportunidad para hablar. Corrió hacia el otro lado del auto y subió de la misma manera que yo.

-¿Qué tan malo pudo haber sido como para que te obligue a irte? -Quiso saber.

-Muy muy malo. -La lágrimas eran el vivo recuerdo de la noche anterior e incluso de esta misma mañana.

-Por favor, Chlo, no me asustes. ¿Qué hiciste?

Lo miré, con los ojos empañados aun y mis labios temblaban con las palabras a punto de salir.

-Anoche me embriagué...

-Oh, vamos Chloe, eso no es tan malo... -El alivio huyó de su rostro cuando continué hablando.

-...y besé a Adrien. -Confesé, tratando de ahogar el nudo en mi garganta. Entonces se le desplomaron las cejas de sorpresa y desconcierto.

Manual De Lo Prohibido~AdrienxChloe~(Adaptada)Where stories live. Discover now