Pues que se joda, no he pasado tanto para que alguien me vaya diciendo que tengo que hacer con mis mierdas.

—No. Joder, pero por lo menos podrías ser un poco más sincera conmigo y no estar a la defensiva todo el tiempo—Gritó molesto apretando demasiado la bandeja y añade—: tú, si sabes cómo arruinar un momento, no te he hecho nada.

Solté un gruñido.

—Es una lástima. Hombre soy así y punto. Son mis secretos y aún no estoy lista, Diego. Te lo he dicho muchas veces, no me siento lista para hablar contigo aún. Cada vez que yo...—Cerré los ojos y respiré hartas veces para no seguir cargándola—. Sabes que olvídalo...

—Joder, estaba bien Anastasia. No quiero pelear contigo por algo tan estúpido. Estaré abajo esperándote para que ambos nos tranquilicemos y después podamos hablar con calma. En serio que no quiero pelear contigo.

Me crucé de brazos y vi como salía con la bandeja. Me acerqué a la puerta y la cerré de un portazo.

«¡Mierda, joder!»—grite molesta.

Me acosté en la cama y miré al techo, ¿pero qué mierda había hecho? Me desquité con la primera persona que estaba ahí y solo por pensar en Nicolás es que acaso siempre será así. Mi odio por esa basura de hombre puede por encima de todo que hasta paguen las personas que no tienen la culpa como Diego.

A veces me pregunto cuánto rencor hay en mi corazón y si algún día podré soltarlo y no aferrarme a él como lo estoy haciendo ahora. Me pregunto cuándo será el día en que lo deje y comience a perdonar y sanar mi corazón, sé que no es sano, pero no puedo...Pienso en cómo fue todo y lo veo todo rojo. Siento que no podré, que una gran parte de mi vida está llena de odio, venganza y rencor.

Sé que él lo está dando todo por esta relación contándome sus miedos y secretos... y ¿Por qué yo no puedo? Y la respuesta es clara, tengo miedo...Miedo de cómo Diego pueda reaccionar. Me miró de reojo en el espejo que hay en mi cómoda y solo veo una persona jodida. ¿Diego merece a una persona mejor? —Me pregunté a mí misma—. Claro, eso era más que evidente.

Cuando bajé lo vi hablando por teléfono y me quedé quieta esperando que terminara su conversación.

—Bárbara, no, no. No volverá a pasar—gritó enojado.

Puse los ojos en blanco.

—Joder, no estoy en mi departamento. Vete maldita sea—gritó Diego, y cortó la llamada con demasiada brusquedad.

Se dio vuelta y abrió los ojos y frunció aún más el ceño.

—¿Estás mejor? Mira Anastasia, no quiero pelear contigo, no me gusta...tienes razón, no debo presionarte a nada. Quiero que tú me lo cuentes cuando esté lista y yo te escucharé y te apoyare, ¿vale?

Me quede quieta. Tenía ganas de llorar, pensé que iba estar enojado conmigo y más con la pelea que tuvo recién con Barbara, pero no, al contrario, me está entendiendo... No es fácil para mí.

—Perdón, me desquité contigo. Te lo contaré cuando me sienta lista, Diego, no es fácil para mí.

—Es evidente que no merecía tus palabras y tranquila, bella, te esperare todo el tiempo del mundo, pero al menos inténtalo. No te juzgaré ni nada, solo quiero tomar tu mano y apoyarte.

—Eres el mejor—me senté en la silla—. Podemos comer, por favor.

—Escúchame Anastasia, no tienes que sentir miedo nunca de mí, estoy aquí para ti, soy tu pareja y quiero apoyarte en lo que sea que te preocupa.

—Lo sé, Diego, gracias por entenderme.

Caminó hacia la mesa y se sentó en la silla frente a mí.

Hermosa RendiciónWhere stories live. Discover now