Capítulo 99. Un salto en el tiempo.

Start from the beginning
                                    

Decidió no darle importancia. Quizá acababa de despertarse y no le había dado tiempo de escucharla. La explicación más simple siempre solía ser la acertada. 

Le estaba costando sudor y lágrimas no coger la moto e irse a la fábrica para verla sin sacos de yeso amontonados en todas partes, montañas de ladrillos y trozos de madera por aquí y por allí. Se iba a quedar sin uñas. Pero la verdad era que prefería que la rubia la acompañara en un paso tan importante en su vida. Entrar con ella al lado directa a su futuro, a sus sueños, era más de lo que hubiera podido imaginar apenas dos meses atrás. Era una perfecta metáfora de lo que quería para sí misma: adentrarse en su pasión de la mano de su rubia. 

Se detuvo a pensar en cómo había sido todo tras su vuelta a Madrid: las miradas de asco de Alba, sus desplantes, sus reproches, los ataques gratuitos y la ira que le provocaba su sola presencia. Y, apenas un momento antes, después de mucho temporal capeado, le había dicho que quería verle la carita al entrar en la fábrica. Tendría que recordarse eso cuando las cosas le fueran mal en cualquier ámbito: por muy mala pinta que algo tenga, todo es susceptible de mejorar. 


-----------------------------------------------------------------------------

Se agachó y cogió una piedra de la arena. Una grande. La lanzó con fuerza y cayó cerca de la rubia, en la otra orilla, haciendo que le salpicara el agua. Alba sonrió y le sacó el dedo del medio. Vio sus mejillas enrojecer. 

Estaban tan cerca que podría nadar hasta ella. Si no lo hacía era porque, aunque todo pareciera estar al alcance de su mano, nadie podría asegurarle que no hubiera tiburones acechando en las profundidades. 

Son animales discretos, que apenas se notan si no estás atenta, pero su dentellada puede ser letal. Lo mejor sería esperar a que sus continentes estuvieran pegados, a un salto de distancia, sin ningún depredador entre ellas que pudiera terminar con tanto esfuerzo por acercarse de un solo mordisco. 

La impaciencia es a veces una mala consejera, pero Natalia ya conocía lo suficiente del mundo como para saber esperar. 

Recibió un pelotazo en la cabeza con un nudo de tela que había fabricado la preciosa rubia que se reía justo delante de ella. Lo recogió del suelo, lo abrió y, dentro, un papel. 

Te has olvidado de tirar. 

Natalia levantó la mirada y asintió con una sonrisa más grande que el universo mismo. Parecía que ella también la quería cerca. 

Asió el hilo de nuevo, un poco olvidado por la novedad de tenerla tan próxima al fin. Tiró, y vio cómo Alba tiraba también. 

Se movía el continente Reche, se aproximaba centímetro a centímetro, más rápido que nunca porque, por primera vez, estaban tirando juntas. 

------------------------------------------------------------------------


Salió de casa con un pantalón marrón remangado por los tobillos, bastante ancho, un jersey fino de cuello de barco y una cazadora de cuero también marrón. Cuando salió del garaje escribió a la fisio para que fuera bajando, apenas las separaban dos calles. 

Alba no tardó ni dos minutos en aparecer por la puerta con un vaquero ajustado, una camiseta granate de tirantes y su chupa negra. Natalia casi se cae de la moto y Alba por poco tropieza al bajar de la acera: no eran capaces de quitar la mirada de la otra. 


- Joder, Alba -le dijo abriendo los ojos con gesto impresionado. 

- No eres la más indicada para hablar, guapa -cogió el casco que le estaba tendiendo y se subió tras ella. 

La sala de los menesteresWhere stories live. Discover now