Capítulo 12.

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Se encontraba acostado en su cama, hundido en su almohada. Los tics nerviosos lo invadían, recuerdos pesados, no solo de Amy, cada vez que había sido un imbécil. Que, como sabemos, no fueron pocas veces. Y no solo con chicas, la mala persona que podía llegar a ser.
Estaba pasando esos momentos donde te das cuenta que eres una mierda realmente.

Pero... estás tan lejos de cambiar que parece que no hay nada que hacer, solo lamentarse en silencio y seguir siendo igual.

Ya que el ego lo mantiene en ese maldito lugar, estancado, a pesar que quieres cambiar. Por lo tanto; te odias a ti mismo.
Y al sentir, ese sentimiento... amor concretamente... simplemente hacía que todo le doliera un poco más.
Entonces, ¿Que podía hacer ahora?
Estaba en su sangre ser, ser un hijo de puta, por más que intente cambiar...le era realmente complicado.

Además; no era como si pudiera acercarse a ella y decirle "oye, te amo". Sabía que no se la creería ni drogada y, para sumarle otra cosa al asunto, tenía novia.

Hablando de novia, no podía cortarla así porque sí. Porque sabía que se pondría a hablar a rienda suelta, necesitaba una razón para hacerlo.

Con todos los líos que tenía en la cabeza, podía reconocer la única cosa que quería en ese momento: estar abrazado a la eriza y no separarse. Pero, ¡Oh, sorpresa! Tampoco podría hacer eso, así que, sí, el sexo y su relación extraña que tenían ahora era su mejor excusa.
Pero, sin eriza, no había nadie a quién follar, solo podía sentirse peor.
Gruñó con molestia, los sentimientos y pensamientos atormentaban su mente.

Para su salvación, la eriza entró por la puerta.
Como había decidido antes; solo sería más frío que el hielo, para no mostrar... "debilidad".

Por su parte, dejó las compras, con algo de pesar. Al terminar de ordenar todo recién se percató de que el erizo estaba en la habitación. Creyó que estaba dormido, así que no le dió mucha importancia.

Él solo se hundió más en su almohada.

Se tiró agotada a su cama, para dormirse. Cuando él se aseguró que estaba dormida se acercó a su cama y con suavidad empezó a acariciarle la mejilla. Su vista y caricias pasaron rápidamente a las comisuras de sus labios, sobre los cuales realmente tenía ganas de besarlos.
Quería hacerlo, quería amarla, al diablo con Fiona, al diablo con cualquier otra persona, quería que sean ella y él contra el mundo.

"....me gustas" murmuró a lo bajito, como un niño de primaria confesando su primer amor

Pero sabía que no tendría el valor y su ego le impediría decírselo, por eso simplemente se declaraba cuando sabía que ella no podía escuchar, le acomodó una púa sacándola de su cara con suavidad, para verla mejor. Sin aguantarlo, se acostó a su lado. Se abrazó a ella, aferrándose, sonrió al sentir su olor.

[...]

Despertó. Por dios, ¿Ese erizo no podía hacer nada más que dormir con ella?
Se talló los ojos, vió afuera, el día estaba nublado y frío. Suspiró.
Sintió como el erizo se escondía más en ella, hizo una mueca, sin embargo... amaba estar así con él, acarició sus púas y sus orejitas.
El erizo despertó, ronroneando, y la miró a los ojos, se sorprendió sonrojado.

"Umh... ¿Estás bien--?"

"Sí...no! No es que me guste lo que haces!" dijo a la defensiva

"Okey! Tranquilízate!" exaltada

"Hey..." hizo una pausa, pensativo "...una pregunta"

"¿Sí?"

"Excluyendome... ¿Alguna vez te gustó alguien muchísimo, pero no podías decirle?" preguntó

Enemigos con derechos »Sonamy«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora