Parte 8

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Si volviera a esa zona del comedor de visitas de la residencia, toda ella vacía, en silencio, volvería a temblar y mi piel se erizaría, cual perro ante el peligro. Iría caminando por ese largo y angosto pasillo, en donde se amontonaban las sillas de rueda. Mi respiración se volvería más pesada y el aire se parecería a balas impactando en tierra. Oiría mis pasos en mis oídos como ecos de mí mismo en el pasado. Tras pasar de nuevo la puerta, estaría su cuerpo sentado mirando hacia la nada, de nuevo. El temor se volvería intriga, y la intriga me dañaría las venas como empujones que me desgarraran el cuerpo y me hicieran huir hacia donde ella se situaba. Es cuando movería la cabeza e intentaría identificarme. ¿Quién era? ¿A quién corresponderían esas melenas de melenudo peligroso de su época? ¿Por qué esa mandíbula le recordaría tanto a su marido? ¿Por qué esa mirada triste sería la misma que encontraría al mirarse al espejo y se sentiría destrozada por tener tan pocos 'duros' que dar a sus nietos?

Yo estaría quedo, mirando, porque no sabría qué decir, como si estuviera ante un desconocido. Podría reconocer su cuerpo, que sería cualquiera de los que fue en mis recuerdos, e incluso el de la foto que siempre veía y que nunca conocí en mi vida. Podría ser esa mujer joven que nunca creo que existió y temo reconocer en él dejes de mi anatomía. Se levantaría y me miraría, airada, como me la imaginaría joven, preocupada y apremiada por estar delante de un joven que atenta contra su memoria. No podría olvidarse de una cara tan similar. Pero había rasgos que no eran propios, eran de mi padre, de mis abuelos paternos, o en general ese otro lado, mi otra mitad, como si se tratase del lado izquierdo y derecho de un cerebro... Suspiraría y se agitaría, miraría y volvería a mirar. Es más que probable que eso no lo hiciera mi abuela, pero es solamente una imaginación que crea mi mente. Algo querría decirme aquella imaginación, pero la abuela de mi mente se volvería a sentar.

Yo quedaría aún ahí plantado, mirándonos fijamente. Un frío, un escalofrío correrían como hormigas por mis músculos y mis huesos, se dispararían helados luego por el tallo de mi médula, y llegaría un sentimiento, ese mal, esa mala sensación que me paralizaba... Es cuando se daría cuenta y pondría la cabeza ligeramente de lado, de forma que ni se diera uno cuenta que la ladea. Sonreiría y yo podría pensar en sentarme. Al sentarme sonreiríamos los dos. No haría falta que habláramos, que nos dijéramos nada. Yo aún sentiría esa indescriptible sensación, esa pregunta latente que ya no importaba en mi supuesta abuela. Para ella, que no existía más que en el plano de una residencia de anciano dentro de mis neuronas, todo lo que habíamos sentido, hecho, había desaparecido y podía mostrarme una visión más aséptica de mi propia visión de lo que yo creía que era mi abuela. Existía la abuela que había vivido, la que yo daba unos valores, un cariño, y la que nunca podría conocer con plenitud.

Las miradas se cruzaron un tiempo, como si todo se hubiera parado. Realmente tenía la sensación de que todo lo hacía. Era yo mismo, construyendo aquello. Era yo el que hacía que siguiera existiendo, una mera realidad en donde estaba ella de nuevo. Así que cuando tuvo intención de irse, levantándose de la mesa, frente a mi primera idea de cogerla de la mano para que no se fuera, dejé que se fuera y yo quedé allí, en la misma posición en la que la vi tantas veces... Ésta era la imagen de su mundo en donde pasó sus últimos días. Si yo podía hacer ese acto de arqueología mental, quizás pudiera hacer un pequeño ensayo teatral en donde pudiera explicar y hacer comprender lo duro de una vida humana, con una enfermedad que yo no había padecido. A pesar, había compartido con ella tantas cosas, había visto cómo también había en ella la fragilidad, la dependencia, y había podido saber qué suponía esas sensaciones, esa impotencia, ese sentimiento de ser incomprendido, estar perdido...

Por fin podía estar tranquilo con aquel sentimiento que me llevaba a ella.

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Memorias de una residencia (La Caída de Ícaro)Where stories live. Discover now