Capítulo 10: ¡Feliz navidad!

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- ANTES-
Las cartas de Hogwarts nunca habían sido importantes para mí. Todas las mañanas, el Gran Salón se cargaba de lechuzas que iban y venían con el correo. Algunos recibían El Profeta, otros cartas de sus familias, y algunos, incluso, enormes paquetes llenos de golosinas, regalos y otras cosas que los padres consideraban apropiado enviar. Por otra parte, había chicos que no recibían nada, ya sea porque sus padres muggles no sabían manejarse con el correo mágico, como ocurría con Lily, o porque sencillamente no tenían interés o tiempo en comunicarse con sus hijos, como ocurría conmigo. Sin embargo, la mañana antes de Navidad en mi primer año en Hogwarts, cuando las lechuzas se confundían entre las decoraciones navideñas, y las lechuzas blancas, entre la nieve falsa que cubría el Gran Salón, esa regla cambió tanto para Lily como para mí, ya que ambos recibimos una pequeña sorpresa que nos alegró como a todos los demás en esta época tan festiva.
Nos encontrábamos desayunando, cada quién en la mesa de su respectiva Casa, sin prestarle atención al correo, ya que nada de eso era para nosotros. Una lechuza de color grisáceo, algo vieja y torpe, se posó en la mesa frente a mí, derramando, a su paso, mi jugo de calabaza. Traía consigo una carta de papel amarillento, y una pequeña cajita mal envuelta en papel de color azul. Decidí abrir primero la carta, pues me intrigaba saber por qué a alguno de mis padres, probablemente a mi madre, se le había ocurrido escribirme. Lo primero que noté fue la caligrafía apurada y desordenada de mi madre, la cuál reconocía a la distancia pese a haber visto pocas veces. La carta, que leí un millón de veces desde que la abrí, como un recordatorio de que alguien me quería en mi hogar, decía:
"Severus:
No sé cuando llegará esta vieja lechuza, así que si se atrasa lo suficiente, ¡feliz navidad!
Sé que no te he escrito y lo lamento, pero las cosas no están del todo bien y no podía detenerme a escribirte. Tu padre no ha vuelto a casa desde que te fuiste, así que no tienes nada de qué preocuparte.
Te compré un regalo. Me avergüenzo de que no sea lo suficientemente bueno, y me disculpo si tus compañeros te hacen sentir mal con mejores cosas que esto, pero te prometo que, en cuanto tenga dinero, compraré un caldero enorme y muchos ingredientes para que prepares todas tus pociones. Espero que estés bien, imagino que en Slytherin, y nunca lo olvides: estoy orgullosa de tí, y siempre lo estaré.
Te quiere,
Tu madre."
Este mensaje llenó mi corazón de felicidad, al punto de casi olvidarme de abrir el pequeño paquete. Lo recordé cuando la lechuza amenazó con picotearlo si no lo alejaba de su vista. Rompí delicadamente el envoltorio y me sorprendió encontrar un pequeño dije con la insignia de Hogwarts, las cuatro Casas unidas alrededor de una gran letra H. No imaginaba lo mucho que había gastado mi madre en ese regalo, aunque ella lo negase, e imaginaba incluso que podía haber pasado hambre con tal de verme feliz, y siempre había sido así. Quizás en ese pequeño obsequio quería recordarme aquello: que sería capaz de hacer todo por mí, incluso sacrificándose por lograr algo que significase algo para mí. No tardé en escribirle una carta de agradecimiento, prometiendo comprarle algo en cuanto volviese a verla, porque me sentía algo culpable de dejarla sola aquella Navidad. La imaginaba, calentándose a un lado de la pequeña fogata que armaba, con magia, en la sala de mi pequeña casa, intentando subsistir sola con pocas cosas, desprotegida y sin mí. Me sentía triste y un poco culpable de abandonarla en ese momento, pero ella me había pedido, cuando me fui en septiembre, que no regrese para Navidad, que disfrute estando en Hogwarts. En parte tenía razón en querer protegerme de lo que estaba viviendo, pero me apenaba dejarla sola.
Miré a Lily, ansiando mostrarle el regalo de mi madre que, con orgullo, colgaba en mi cuello. La vi sonriendo, con una radiante sonrisa que iluminaba su rostro y que rápidamente me contagió. No había vuelto a su casa porque sus padres preferían mantenerla alejada de Petunia, para que no la haga sentir mal con sus insultos a su condición mágica, y, además, porque Lily prefirió quedarse y aprovechar el castillo durante la ausencia de casi todos.
Terminé mi desayuno y me puse de pie, imitando lo que Lily acababa de hacer. Llevaba en su mano una carta que agitaba con rapidez, como para que yo la notase. Se acercó a mí y me saludó con un cálido abrazo que causó que me sonrojase aún a pesar del frío. Me mostró su carta y me contó, entusiasmada, que sus padres habían aprendido a usar el sistema de correos mágico, por lo que le escribirían más a menudo. Luego, me ofreció unos dulces muggles que le habían obsequiado sus padres, junto con algunas otras cosas que creí no haber visto nunca, pese a que estaba en contacto directo con el mundo muggle.
Comenzamos a hablar de cosas sin sentido, cuando descubrió mi collar y adivinó que mi madre me lo había obsequiado. Ambos reímos y compartimos recuerdos que hasta ese momento habían sido irrelevantes pero que en un día tan feliz como tal, resultaban de lo más interesantes. Recorrimos los pasillos vacíos del castillo y nos sentamos frente al lago negro, que estaba cubierto de nieve en el frío invierno. No podía dejar de observar su hermosa sonrisa, verla divertirse así me llenaba de felicidad, y estaba seguro de que sería capaz de hacer cualquier cosa para lograr que esa sonrisa permaneciese en su rostro. Se me ocurrió una idea, quizás maliciosa pero muy divertida para ambos, por lo que decidí llevarla a cabo. Sin que ella se diese cuenta, armé una pequeña bola de nieve y la arrojé en su regazo, provocándole una sonora carcajada. Comenzó así una inevitable guerra de nieve, que acabó mucho tiempo después, con ambos lo suficientemente congelados como para acordar no volver a repetirla, pero a la vez, lo suficientemente felices como para atesorar aquél recuerdo. La tarde estaba finalizando, por lo que decidimos volver a nuestras Salas Comunes, a dormir finalmente, tras un largo y divertido día, porque ambos estábamos demasiado agotados como para ir siquiera a cenar al Gran Salón. La acompañé hasta el cuadro de la Dama Gorda, la entrada a la sala común de Gryffindor, para asegurarme de que estaría bien y que sabía llegar hasta allí. Seguimos riendo en el camino, recordando el día maravilloso que habíamos pasado, y me agradeció por haberle hecho compañía, siendo que el resto de los amigos que había hecho en Hogwarts (todos ellos, salvo yo, pertenecientes a Gryffindor) estaban de vacaciones fuera del colegio.
  - Tengo algo para tí... - me dijo, tomándome por sorpresa, puesto que no había pensado en que podría regalarme algo. Buscó entre los bolsillos de su túnica, un pequeño frasquito, que contenía muchos brillos pequeños, parecidos a las estrellas. - Aprendí a prepararlos el otro día, leyendo un libro en la biblioteca. Se llama "noche estrellada" y su efecto es el de llenar un techo de estrellas aunque afuera el día sea gris. Supuse que te gustaría, así que lo hice...
  - Me encanta - la interrumpí, con una sonrisa radiante en mi feo rostro. - Yo... no sabía qué regalarte, así que también hice algo... - me observó expectante mientras revolvía los bolsillos de mi ropa. Saqué de uno de ellos un pequeño y simple papel, cuya forma se asemejaba a un hermoso pájaro - es un pequeño "mensajero", no recorre grandes distancias pero sirve para dejar mensajes a gente dentro del castillo. Además, puedes entretenerte mirándolo volar, hace unos giros muy bonitos...
Lily me interrumpió con un gran abrazo. Su sonrisa me indicaba que le había gustado mi pequeño obsequio, a pesar de no haber sido la gran cosa, y, para confirmarlo, me susurró "gracias, de verdad, es muy lindo" que logró que mi corazón se agrandase de felicidad.
Luego, pronunció la contraseña de su Sala Común y, cuando el cuadro se movía para dar paso a la Sala, giró y, con una cálida sonrisa me dijo:
  - ¡Feliz navidad, Sev!
  - ¡Feliz navidad, Lily! - respondí y, tras esto, el cuadro se cerró, poniendo fin a mi día.
Si hubiese sido un día normal, en el que todos los alumnos estuviesen presentes en el castillo, muchos se extrañarían al ver a un Slytherin amargado como parecía yo, con una enorme sonrisa que no podía quitar de mi rostro. Porque había sido un hermoso día, porque me había divertido como nunca antes, y porque había sonreído más que nunca en toda mi vida... Porque Lily tenía ese efecto en las personas...

Holis!
Tuve un booom de inspiración, así como con el capítulo anterior, y no pude evitar publicar esto *sé que no es navidad pero fue la única idea decente que se me ocurrió y no la podía hacer esperar hasta diciembre*
Espero que les haya gustado el cap...
Comenten y voten, porfas, veo que están decayendo las visitas y eso, así que nada, si pueden, compartan la historia a quienes les pueda gustar...

¿Qué más les gustaría leer? ¿Otro "antes"? ¿Otro "después"? Contesten en los comentarios...

Si quieren que les dedique un capítulo, también coméntenlo...

Gracias por leer!!!!

El lamento del príncipe - Severus SnapeWhere stories live. Discover now