Capítulo 17 : Siempre.

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Si hubiese sabido que todo terminaría así, ni siquiera me hubiese molestado en abandonar Hogwarts para las vacaciones de Navidad. Quizás hubiese evitado así un sufrimiento que me persiguió durante mucho tiempo después, que definió todo lo que fui desde aquél momento, que ocasionó un vacío existencial que transformó todo lo que era. Sin embargo lo hice, y aquellas fueron las consecuencias.

Mi madre, a diferencia de los años anteriores, había decidido pasar conmigo la Navidad, algo que me alegraba pero a la vez me tomaba por sorpresa. Me lo había hecho saber en una carta de su puño y letra (algo que reconocí por su pulcra, y algo torcida, ortografía, algo que había heredado de ella), en la que me pedía que regresara a casa y la acompañara. Desde el momento en el que abrí el sobre, conté pacientemente los días que faltaban para volver a casa, no porque me entusiasmara demasiado el hecho de salir de Hogwarts, sino porque de alguna forma extrañaba a mi madre, aunque nuestro vínculo nunca había sido demasiado fuerte.

Desperté animado. La mañana del 24 de diciembre cubría de nieve la ventana de la habitación que compartía con otros cinco estudiantes de mi casa. Unos pequeños y brillantes copos caían del cielo en una hermosa llovizna plateada, y un grueso manto blanco cubría majestuosamente los terrenos del castillo. Jamás pensé que podía sentirme tan entusiasmado por algo tan simple como volver a casa, algo que nunca me había gustado realmente. Disfrutaba estar en Hogwarts, poder ver a Lily aunque fuese desde lejos, poder compartir con ella no solo tiempo, sino incluso la animosidad que ambos sentíamos, de diferente forma, hacia James Potter y su pandilla; pero volver a reencontrarme con mi madre agregaba una pizca de felicidad a mi rutinaria existencia.

El día había llegado, entonces, y me volvía impaciente a cada instante. Me encontré a Lily en el pasillo del segundo piso. La ayudé a cargar su equipaje, que pesaba por la cantidad de libros que había pedido prestados de la biblioteca (tan típico de ella, decir que solo llevaría lectura ligera, cuando de verdad su maleta estaba repleta de conocimiento) y me comentó que pasaría Navidad en casa de su tía, en algún remoto lugar muggle, que obviamente desconocía. Se notaba en su expresión que no estaba demasiado motivada a ir: su tía, al igual que el resto de su familia muggle, desconocía su condición mágica, aunque siempre habían creído que había algo raro con ella, y la trataban de un modo muy hostil. Me resultaba extraño que alguien pudiese tratar mal a Lily: su angelada presencia bastaba para convencerte de su bondad; irradiaba amor y generosidad a todo su entorno y siempre lograba sacar lo mejor de las personas, tal y como había hecho conmigo.

El viaje desde Hogwarts hasta King's Cross fue más largo de lo que hubiese deseado. Quizás mi impaciencia por regresar a casa era un factor para esto, pero de todas maneras pareció una eternidad el trayecto que nos llevaba hasta allí. Luego de pasar varias horas sentado junto a Lily, escuchando su dulce voz, finalmente el tren llegó a la plataforma 9 3/4 en la Estación King's Cross. Me ofrecí a acompañarla hasta su casa, ya que sus padres habían dicho, en su carta, que la esperarían allí.

Tras una larga caminata, llegamos a su casa, aledaña a la mía, antes de ingresar por fin a reencontrarme con mi madre. Me saludó con un abrazo y un beso en la mejilla, me deseó una feliz navidad e ingresó a su hogar, donde la esperaba su odiosa hermana Petunia, que cautivaba la escena desde la ventana, intentando, sin éxito, pasar desapercibida. 

Abrí silenciosamente la puerta de mi casa y pude ver a mi madre con la mirada perdida y la espalda encorvada, ordenando trastos en la desvencijada cocina de mi casa. Aclaré mi garganta para que se percatara de mi presencia, y al parecer se sorprendió de verme allí, porque todas sus facciones se suavizaron de repente. Su rostro se transformó al verme, el gris de su mirada se tornó más brillante que nunca, y sus labios esbozaron una corta pero sincera sonrisa. Corrí hacia ella y, aunque no era propio de mí demostrar cariño, la rodeé con mis brazos en un caluroso abrazo. Sus ojos me miraban con cariño, como si yo realmente valiese la pena. Había muchas cosas que admiraba de ella y, aún con sus virtudes y defectos, había logrado formar la persona que era, y estaba agradecido por ello. 

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⏰ Última actualización: Jan 24, 2016 ⏰

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El lamento del príncipe - Severus SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora