Capítulo 1: Perderla de nuevo

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"Quizás parezco no tener corazón, pero solo porque el mío murió con ella"

            Llegué tarde. Demasiado tarde. Haber aparecido en su casa una hora antes, hubiese significado, quizás, que ella continuara con vida. Si Albus no me hubiese entretenido, si no me hubiese demorado en la absurda promesa de que la protegería, de que estaba a salvo; si no hubiese sido tan estúpido como para creer en sus mentiras, tal vez entonces ella no hubiese muerto. Pero era demasiado tarde y la había perdido de nuevo, esta vez, para siempre.

          Me apresuré para entrar a la casa sin que nadie me viera. Quería ver todo aquello, necesitaba comprender lo que me resultaba tan surrealista, necesitaba asegurarme de no estar viviendo una pesadilla, "ver para creer", por más doloroso que eso fuera. Crucé la puerta, abriéndola con un simple hechizo, asegurándome de que nadie me viese entrar, de que nadie pudiera ser testigo del momento de debilidad que estaba a punto de experimentar. Respiré profundamente antes de ingresar a la habitación, intentando, de alguna forma, prepararme para lo que vería a continuación. Sin embargo, no había forma de estar listo para ello, por lo que todo el coraje que había juntado para entrar, todas las promesas de mantenerme fuerte que me había hecho, se desvanecieron en cuanto la vi: tendida en el suelo, inerte, se encontraba el único amor de mi vida. En sus ojos, esos que tantas veces había admirado, se reflejaba el horror de sus últimos momentos, la incertidumbre de haber dado su vida por su hijo sin saber si éste podría salvarse. Desesperación, tristeza, odio, temor, culpa, eran solo algunos de los sentimientos que experimenté en una fracción de segundo, cuando mis rodillas dejaron de sostener el peso de mi cuerpo y caí a su lado, deseando ser yo quién estuviese en su lugar en aquél momento, deseando estar muerto en vez de ella. Tomé su mano fría, la abracé, deseando que estuviese conmigo, que pudiese hablarme una vez más, mirarme como solía mirarme, decirme que "todo estaba bien", aún cuando no lo estaba. Lo que quedaba de mi entereza, se quebró, en un llanto desconsolado que parecía no tener fin. Durante aquellos eternos instantes, sentí que mi vida se vaciaba, que acabaría allí mismo, llorando junto a lo único que me había importado durante los años en que la había tenido conmigo. Me culpaba de no haber estado allí para protegerla, de no haber podido advertirle del peligro que corría, de no haber podido sacrificarme en su lugar. Era un cobarde y la sombra de su muerte me perseguiría durante lo que me restaba de vida, que podía acabar en ese instante y no me importaría, porque lo único que le daba sentido, ya no estaba.     

            La miré a los ojos una vez más, con la esperanza de descubrir el brillo con el que miraba a los demás, y los aceptaba a pesar de sus diferencias, a pesar de sus errores, como había hecho conmigo en tantas oportunidades, deseando que me mirase con ellos de nuevo, que me perdonase una vez más; pero en su lugar solo vi oscuridad, tristeza, vacío. Imaginé que estaba allí, como en los viejos tiempos, cuando estábamos en Hogwarts, y que haría aparecer una flor para adornar mi horrible rostro, o todo el mundo de destrucción que permanecía, en este momento, a su alrededor. ¡Cómo anhelaba que todo fuese un sueño, una horrible pesadilla, de la que pudiese despertar así nada más!

            No obstante, en esa escena de destrucción, había un pequeño rayo de esperanza. Harry, el pequeño hijo del amor de mi vida, había sobrevivido misteriosa y milagrosamente al ataque del Señor Oscuro. El mundo mágico entero se preguntaría cómo había logrado, con su corta edad, sobrevivir a un maleficio de tales características, resultando ileso, a excepción de una cicatriz con forma de rayo, y generando consigo, la desaparición del mismísimo Voldemort, de quién, inexplicablemente, no se había vuelto a saber. Aparentemente, la maldición que había conjurado para asesinar también al niño, había salido mal y había acabado también con él, pero otros rumores aseguraban que volvería, por lo que era imposible precisar cuál de todas las versiones era cierta, más que nada porque no había habido más testigos que el propio Harry, demasiado pequeño como para aportar alguna información. Al verlo, tendido en su cuna, a unos pasos del lugar dónde sus padres habían dado la vida por él, llorando, quizás siendo conciente de la situación de la que había sido partícipe, no me atreví a acercarme, no era capaz de verlo a los ojos, que, según sabía, eran los mismos que su madre. Ella había dado la vida por salvarlo, y yo, prometía cuidarlo, así mi vida se fuese en ello, así tuviera que enfrentar millones de peligros para alejarlos de él.        

El lamento del príncipe - Severus SnapeDove le storie prendono vita. Scoprilo ora