Capítulo 16: El hijo de Lily... ¿Heredero de Slytherin?

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-DESPUÉS-

El partido de Quidditch entre Gryffindor y Slytherin sucedía el día después del episodio con la gata petrificada de Filch. A decir verdad, y dado que los rumores se esparcían a una velocidad impresionante por los pasillos de Hogwarts, los alumnos de mi casa estaban algo atemorizados por la posibilidad de que Potter les hiciera correr la misma suerte que el animal petrificado. Antes de comenzar el partido, me acerqué a los vestuarios de mi casa para alentarlos, cosa que consideré necesaria, debido a los acontecimientos, a pesar de no ser algo que habitualmente haría, lo que explica las expresiones perplejas de los miembros del equipo cuando me escucharon hablar delante de ellos.

El partido comenzó sin mayores inconvenientes, a pesar de que la lluvia bañaba cada centímetro del campo de juego. Los puntos se distribuían de manera tal que no podía predecirse al ganador. Era un partido bastante parejo, digno de un enfrentamiento entre los legendarios rivales, como solía verse en cada oportunidad en la que ambos equipos se enfrentaban en el campo de Quidditch. Sin embargo, ocurría algo que era lo suficientemente extraño y preocupante como para mantenerme alerta el resto del encuentro. Una bludger estaba actuando de manera extraña, incluso considerando que éstas eran hechizadas para derrivar a los rivales de sus escobas. Lo que parecía normal al principio, se convirtió en algo inusual para todos los presentes en el partido, cuando ésta, por alguna razón, perseguía a un único jugador, y no se separaba de él pese a sus intentos de esquivarla. El jugador en cuestión era nada menos que Harry Potter, que intentaba, por todos los medios posibles, separarse de la bludger que parecía destinada a acabar con él. Le pregunté al profesor Dumbledore si había forma de parar el partido, dado que incluso la vida del pequeño hijo de Lily podía estar en peligro en aquella situación, pero estaba demasiado concentrado en el partido como para ponerme atención, sumado a que el murmullo general por la emoción del partido impedía que el director me escuchase con claridad.

Repentinamente, aunque era completamente predecible desde el comienzo, la bludger finalmente alcanzó a Harry, golpeándole el codo, aunque daba la impresión de que le había roto el brazo derecho entero. Sin embargo, no cayó en aquél momento de la escoba, sino que se empeñó en atrapar la snitch pese a que su brazo dolorido se lo impidiese. Cuando finalmente se dejó caer al suelo, aturdido pero con la snitch que aseguraba la victoria de Gryffindor, se desmayó, producto tanto del dolor como del golpe seco de su caída. La multitud se agolpó alrededor del pobre chico que, minutos después, recobró el sentido para notar que su brazo seguía colgando inerte en un extraño ángulo en su cuerpo. La embrujada pelota seguía moviéndose, resistiéndose a los brazos que intentaban meterla de nuevo en su sitio.

 Una multitud de alumnos de Gryffindor se agolpó alrededor del muchacho herido, vitoréandolo por haber alcanzado la victoria a pesar de su lesión. El profesor Lockhart, haciendo alarde de sus conocimientos del tema, intentó reparar su brazo mediante un hechizo potente, pese a que tanto Harry como la mitad de los alumnos de Gryffindor le pedían que se alejase y que lo llevaran directamente con Madame Pomfrey, la enfermera. Evidentemente, su ejecución fue incorrecta, por lo que solo consiguió empeorar su situación, haciéndole desaparecer los huesos del brazo. Potter terminó en la enfermería, a donde debería haber ido en primer lugar,  por culpa de la intervención de Lockhart y su intento de heroísmo, con una lesión un poco más complicada de solucionar que la anterior.

 Merodeé por los pasillos el resto de la tarde, mientras esperaba a que algún profesor me informase del estado de Harry (dado que visitarlo en la enfermería, o incluso preguntar por mí mismo era algo demasiado sospechoso teniendo en cuenta mi actitud aparentemente indiferente hacia el muchacho). Finalmente di con la indeseable aparición de Lockhart, que, lo visitó tras sentirse culpable por lo que había causado, me confirmó que el chico estaba bien. Desafortunadamente, mi interlocutor tenía excesivas ganas de seguir una conversación que me esforzaba en evitar, por lo que tuve que soportar casi media hora de continua charla sobre cosas que evidentemente no me interesaban en lo absoluto.

El lamento del príncipe - Severus SnapeOù les histoires vivent. Découvrez maintenant