Capítulo 7: Un troll en las mazmorras

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  -DESPUÉS-

Los días pasaron, para mí y para todos en Hogwarts, y la noche de Halloween llegó antes de lo esperado, junto con mi nostalgia por lo que implicaba esta fecha. Las clásicas decoraciones ya habían inundado el Gran Comedor, y los fantasmas paseaban felices por los pasillos, anunciando que se aproximaba el banquete, pero mi corazón no podía pensar en algo más que en lo que había sucedido diez años atrás. La noche del 31 de octubre era la noche en que había perdido para siempre al amor de mi vida, el día que el Señor Tenebroso había caído ante el simple niño que ahora estudiaba aquí, porque ella había muerto para protegerlo.

Podía salir de Hogwarts esa noche, Dumbledore me lo había permitido, pero en su lugar decidí quedarme a vigilar a Quirrell, quien me parecía completamente sospechoso, por cosas que escapan de mi comprensión. Sin embargo, no olvidaba ese día y decidí hacer una pequeña visita al Valle de Godric antes del anochecer, para mantener su memoria presente, aunque fuese imborrable de todas maneras. Dejé flores junto a su nombre, tal y como hacía todos los años, y me senté un momento junto a la lápida, simplemente a observar, aún sin creerlo a pesar del paso del tiempo, el nombre de Lily tallado en la dura piedra. El silencio reinaba allí, como la soledad en mi corazón. Un nudo se formó en mi garganta y no pude evitar que dos lágrimas salieran de mis ojos. Intenté evitar el resto y preferí desaparecer, habiendo cumplido con mi tradición de visitarla y no olvidarla nunca.

Aparecí en Hogwarts justo antes de que los alumnos llegaran al Gran Comedor para el banquete de Halloween. Habiendo llegado a la mesa de los profesores, me percaté de que Quirell no había llegado aún. Estaba tramando algo, eso era seguro, y quise ir a buscarlo. Sin embargo, cuando me giré hacia la izquierda, hacia donde estaba sentado Dumbledore, un paciente gesto de su cabeza me indicó que no me moviese de mi asiento. No lo desobedecí pero esperé casi con impaciencia que Quirrel apareciese, para quedarme realmente tranquilo. De alguna forma, me calmé cuando vi a Harry entrar junto a sus amigos en el Gran Comedor. Mi promesa de protegerlo seguía en pie, a pesar de todo, y por eso me sentía en la obligación de procurar que estuviese bien, y me hacía feliz saber que lo estaba, porque era un recuerdo constante de que, aún diez años después de su muerte, era capaz de hacer cualquier cosa por Lily.

El banquete comenzó y Quirrell aún no aparecía en la habitación. Observé a Dumbledore nervioso, casi reprochando que no me hubiese dejado ir a buscarlo, y el anciano de cabellos plateados solo me brindó una mirada calmada, como pidiéndome que no me preocupase tanto.

A la mitad del banquete, cuando los niños se habían llenado tanto como para no comer más, pero no estaban lo suficientemente cansados para irse a dormir, la figura del extraño hombre con turbante se hizo presente en la habitación. Se mostraba nervioso, mucho más de lo común, y su presencia podía advertirse incluso desde el más recóndito lugar del Gran Comedor. Corría por los pasillos, por los lugares entre las mesas de las Casas, gritando "HAY UN TROLL EN LAS MAZMORRAS" y otras palabras que resultaron inentendibles en mis oídos. Luego de esto, se desmayó y el pánico de los alumnos se hizo presente con gritos nerviosos y agudos. Dumbledore gritó, pidiendo silencio, y solicitó que los prefectos llevasen a los niños a sus respectivas habitaciones. A su vez, ordenó a los profesores que lo acompañaran para atrapar al troll. A mí, por otra parte, me pidió que observase a Quirrell, cosa que aproveché para vigilarlo de cerca. Me oculté detrás de un pilar del Gran Comedor, decidido a atraparlo si intentaba hacer cualquier cosa. Lo vi incorporarse tras recobrar la conciencia, y girar nerviosamente la cabeza hacia los lados, como asegurándose de que nade lo estuviese siguiendo. Me moví sigilosamente tras él, lo seguí en su nervioso recorrido y lo ví acercarse la puerta del piso prohibido para los alumnos, por ser hogar de Fluffy, el perro de tres cabezas, y más precisamente, el lugar donde se escondía la Piedra Filosofal.

  - ¿Qué estás haciendo aquí, Quirrell? - pregunté, luego de aclarar mi garganta, en una voz que resonó por los pasillos vacíos.

  - Y-y-y-yo est-esta-estaba... pe-per-perdido. Si, estaba pe-per-perdido. -respondió, tartamudeando, y aún más nervioso que de costumbre.

  - Así que perdido, ¿eh? ¿No sabes que Dumbledore ha prohibido este pasillo para todos, sin excepciones? ... ¿O querías probar acaso que los rumores eran ciertos?

  - Yo-yo yo solo... ¿Qué.. De-de qué ru-rumores hablas?

  - No lo sé, tú eres el que vino aquí, no yo. Dime, Quirrell, ¿Cuáles son tus intenciones? No comiences con rodeos, que es un poco tarde y hay que ahuyentar al troll... Y hablando de eso... Eres el profesor de Defensa Contra Las Artes Oscuras... ¿No se supone que deberías estar ayudando a Dumbledore? - pregunté, lleno de sarcasmo e ironía en mis palabras.

  - Yo.. -titubeó, y aprovechó mi momento de distracción para abrir la puerta de la habitación que albergaba a Fluffy. Este animal, un perro de tres cabezas, no había sido tomado en cuenta por Quirrell a la hora de planear lo que fuere que estuviese tramando, por lo cual, al verlo, simplemente huyó despavorido y horrorizado y, para evitar que yo lo siguiese y pudiese descubrir su plan, me empujó dentro de la habitación para poder encerrarme dentro.

Fluffy, la gran bestia de color oscuro y tres enormes cabezas a los lados de su cuerpo, atacó sin dudarlo, puesto que estaba entrenado para ello, a lo primero que vio a su alcance, a mí, y me causó una herida en la pierna. Pude frenarlo, sin embargo, y así evité una lesión mucho más grave. Abrí la puerta, para luego cerrarla tras de mí, jurando vengarme de Quirrell por aquél truco, y enterarme también de qué hacía él allí y si sabía de la existencia de la Piedra Filosofal. Intenté buscarlo pero, en el camino, en un baño de niñas, muchos profesores estaban reunidos y algunos escombros y pedazos de pared cubrían el suelo. Me acerqué para ver qué ocurría, y, para mi sorpresa, me encontré con un troll inconciente en el suelo y, frente a él, el hijo de Lily, Harry, junto a quienes, supuse, eran sus amigos, un Weasley (lo reconocí por su cabello y sus inconfundibles pecas) y Granger (una hija de muggles inteligente, que me recordaba levemente a Lily). Según pudo explicarme brevemente Madam Pomfrey, el troll había atacado a Granger, quien se acercó a él para intentar derrotarlo, y Potter y Weasley la salvaron de una muerte segura. Descuidé mi pierna, que tenía un amplio corte, un momento, y noté los ojos de Harry posarse allí, curiosos, intentando descifrar el motivo de ello, sacando conclusiones quizás apresuradas al respecto. Y eso me recordaba aún más a Lily. Era valiente el muchacho, indiscutiblemente, y mantenía tan viva la memoria de sus padres que era extraño que él no se hubiese percatado de ello, o que nadie más se lo haya dicho.  Solo esperaba que, cualquier cosa que hiciese Quirrell, no lo afectase, porque, me temía, lo que planeaba escapaba ampliamente de mi control.

Hola!!!
Este capítulo, en teoría, iba a salir en Halloween *porque lo había planeado así y lo escribí casi PARA esta fecha* peeeero, problemas relacionados con Wattpad que NO me dejaba cargar mi historia y míos porque no llegué a editar el cap para el 31, me llevaron a publicarlo recién hoy...
Me acabo de dar cuenta de que me va a llevar más capítulos de los que pensaba (vamos por el cap. 8 y no conté ni la mirada de Sev en el 1er libro casi, y me falta MUCHO de su pasado, y ni que hablar de los otros 6 libros, peeeero, con su apoyo, voy a poder seguir escribiendo)
Gracias por leer, espero que les haya gustado el cap, nos vemos el próximo...

El lamento del príncipe - Severus SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora