1.Una mala manera de comenzar los días

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-¿Puef me adegro muzo? -dijo la madre con la boca llena de cruasán

-¿Qué?

- He dicho que me alegro mucho, tesoro.

-Ah vale, no te había entendido con la boca llena. Jeje

-Lo sé cariño, lo sé.

Las palabras bonitas siempre iban para Eric, Fernando perdió el apetito y cogió su vaso de zumo de naranja medio lleno y lo dejó en la fregadera, que estaba justo detrás suyo, después cogió una de las grandes magdalenas de chocolate y se la llevó a su habitación para comersela allí. Tal vez el pikachu se encontrara con el pikachu, quien sabe. Era mejor que no fuera así, aún estaba enfadado.

No, no estaba en su cuarto. No podía perder el tiempo, así que se apresuró en meter todos los libros en la mochila y fue corriendo a la escuela. Muchas veces se negaba a ir, lloraba a su madre porque odiaba asistir a clase. Cuando se metían con él su mal genio no le servía de mucho, sobretodo porque eran más de uno los que le atacaban. Había pensado que el pokemon eléctrico que tenía en casa podría servirle para defenderse, pero no lo hallaba por ninguna parte. Además no era muy realista, en aquel colegio no permitían pokemon y no tenía ninguna pokebola donde esconderlo. Tener un pikachu resultaría inútil, por eso a la vuelta del colegio le diría a sus padres que no quería tenerlo, y ellos lo echarían, porque el único motivo por el que estaba con ellos era que Fernando necesitaba tener responsabilidades.

***

-Mirad, ya no es tan chulito como antes. ¿Qué pasa? ¿Te has vuelto marica de repente?-decía Manuel.

-¡Oh no, madre mía! ¡Debo haberme convertido en tí! -respondió Fernando sin mucha recepción por parte de ellos.

La profesora de lenguaje irrumpió en la clase con unos tocho de folios que sujetaba con sus brazos, ella se llamaba Lorena.

-Ya estoy aquí chicos, siento haber tardado tanto -se disculpó- Es que en este colegio parece que una esté robando al estado por pedir amablemente unas hojas. En fin, he tenido que hacer una reclamación al director.

Los alumnos armaban mucho barullo, así que la profesora levantó su mano con los cinco dedos extendidos, y pronto los fue cerrando como si fuese una cuenta atrás. Los niños sabían lo que pasaría cuando esa cuenta atrás de cinco acabara, y todos callaron.

-Así me gusta, veamos...me vais a hacer una descripción de lo qué más os guste. No creo que el tiempo que queda nos dé para mucho, pero haced lo que podáis, porque si no tiene una duración mínima de mil palabras lo tendréis que terminar en casa.

Todos dijeron sí al unisonio y Lorena procedió a repartir las hojas en blanco.

A Fernando no se le ocurría que escribir, no le gustaba nada. Tal vez sería una buena idea describir al pikachu que tenía en casa, aunque sería mentira decir que le gustaba aquel pokemon. Se lo pensó y repensó hasta que tocó la sirena que marcaba el fin de la clase de lenguaje y luego la que marcaba el comienzo de matemáticas, odiaba las mates y las clases se le hacían eternas, además el profesor de mates le caía fatal. Nada más comenzar la clase recibió una nota en un papel arrugado que le golpeó la nuca y sorprendentemente fue a parar en su pupitre, la había tirado Manuel, estaba seguro. Lo desplegó y pudo leer lo que ponía: "Marica, tu padre es un cornudo ¿Lo sabías?". Supo que aquello no era verdad y aun así no pudo evitar levantarse bruscamente de la silla haciéndola caer a suelo.

-¡Profesor, Manuel me está molestando!

-¡Sientate! -gritó el hombre deteniendo su actividad por un momento, luego continuó escribiendo en la pizarra. Una vez terminó se giró y vio que Fernando aun no se había sentado.

-¿Fernando, has escuchado lo que he dicho? El otro día hice la vista gorda cuando tiraste parte del mobiliario del centro, y la he vuelto a hacer cuando has lanzado la silla, pero no te pienses que eso se va a repetir.

Fernando se mordió el labio inferior y volcó su pupitre.

-¡Máldita sea! ¡Eres tú el que no me escucha!

-Al despacho del director y espera me allí, que sepas que tienes una amonestación y no vas a salir en el recreo.

Fernando salió del aula apunto de llorar, y el resto de los alumnos se quedaron callados en sus asientos, unos cuantos reían silencio. No emitían ningún tipo de sonido...

***

Cuando llegó a casa estaba agotado, odiaba el colegio, por eso algunas veces lloraba a su madre porque no quería ir. Nunca funcionaba.

En cuatro entró sus padres comenzaron a gritarle, él no se entrraba de nada, solo esperaba el momento en el que le castigaban y le mandaban a su habitación. Ellos estaban un poco cansados de que les llamaran del colegio.

-Y ahora vete a tu cuarto y no salgas hasta la cena -dijo el padre desde el recibidor

La madre se fue del recibidor y entró en la cocina, dónde pasaba incontables horas de su vida; por otro lado, Fernando fue a su cuarto, dónde también pasaba gran parte de su tiempo de vida.

Se dejó caer sobre su cama abatido y se tumbó boca abajo, allí intentó olvidar lo que había pasado durante aquella mañana, lo consiguió sin mucho esfuerzo y cerró los ojos.

-Uno, dos, tres...

Se detuvo al notar que algo subía a su espalda, era el pikachu. Lo hechó de su espalda con un movimiento brusco y se sentó sobre la cama con la mirada fija en el pokemon amarillo, que se puso sobre dos patas en el suelo justo en frente de él.

-Al fin apareces, ratita.

-¡Pikapii!

-Oye, te voy a poner Ratita como mote. Me gusta. Perdoname lo de antes, es que creí que no me gustabas, pero ahora me caes bien.

El pikachu negó con la cabeza y sonrió.

-Pikachuuu...

Fernando suspiró. Durante la comida en el comedor del colegio una niña de otra clase llamada Tamara le había dicho que si le volvían a molestar se lo dijera y ella le defendería. Y él se lo agradeció, pero rechazó su ayuda...

-Ratita, estoy cansado de todo...no puedo más.

Fernando cogió al pokemon y lo achuchó, a partir de aquel momento iban a ser grandes amigos y escribiría sobre él en la descripción que tenía que hacer, aunque nunca hacía los deberes.

Espero que os guste mi historia. Podéis comentar y hacer sugerencias para mejorar, incluso aceptaré las criticas negativas. ¡Gracias!

Ratita, un simpático pikachu olvidadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora