1.Una mala manera de comenzar los días

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Todas las mañanas en las que se levantaba entre quejidos y gruñidos eran iguales, al menos hasta aquel momento. Ahora estaba aquella cosa pequeña que sus padres habían llamado Pikachu, según tenía entendido era un pokemon de tipo eléctrico. Se notaba.

Sonó el despertador.

-¡Maldita sea, vuelvo a estar vivo! -su odio por su propia persona era tanto que se dio un pellizco en el brazo izquierdo- ¡Aaaaaaarhg!

Siempre era así, su pereza, su rebeldía y su trastornada cabeza le hacían estar cabreado. Se mordió el labio inferior y con un golpe apagó el despertador, luego lanzó la almohada impetuosamente y le crugieron los huesos del brazo.

-¡¿Qué miras, ratita?!

El adormilado pokemon no miraba nada, él se lo había imaginado. El irascible joven se sentó en la cama e intentó tranquilizarse, decidió contar hasta 100, deberían ser 10, pero no funcionaba con tan poco. Cerró los ojos y comenzó a contar:

-Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve...pero ¿Qué estupidez es esta? -ni siquiera llegó a 10 pero había funcionado, se calmó.

Se puso en pie y buscó las zapatillas por el frío suelo de la habitación, normalmente las perdía y luego las encontraba, pero en ese momento era como si hubieran desaparecido. Después de haber buscado unos diez minutos dirigió la mirada al cojín donde descansaba el pikachu y averiguó que estaba tumbado sobre algo, eran sus zapatillas. Apretó los dientes con fuerza y sus sienes comenzaron a latir con fuerza, lentamente se acercó al pikachu y le arrebató bruscamente las zapatillas sobre las que estaba echado, tanta era su mala gana que el pokemon rodó y quedó panza arriba. Además las zapatillas estaban mordisqueadas, aquello le enfadó aún más.

-¿Pika?

-¡Eres idiota! ¡Te recuerdo que eres un pokemon y no un perro que lo mordisquea todo, porque estos no existen! -gritó- ¡Me vas a pagar las zapatillas, te lo prometo!

Pikachu bostezó y salió rápidamente de la babitación, así que él tuvo que tragarse las palabras aunque no le gustara. Se sentó en la cama y cerró los ojos.

-Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve, veinte, veintiuno... -dejó de contar y respiró con lentitud durante unos segundos hasta que decidió salir a desayunar.

En la cocina estaban desayunando Eric, su hermano mayor, y sus padres.

-Hey, pero si es Fernando, que viene a estorbar como siempre. -dijo Eric

-Tu te callas.

La madre miró a Fernando con seriedad

-No empecemos -dijo.

El padre estaba allí sentado en la mesa tomando su café en silencio.

-No mamá, ha empezado él; me ha dicho que vengo a estorvar...

-Me da igual, ¿y los gritos que pegabas estando en tu habitación? Estamos hartos de ti...

Él agachó la cabeza y tomó asiento, luego comenzó a desayunar un zumo y unas magdalenas de chocolate hechas por la vecina panadera. Sabía que tenía hambre, pero desconocía cuanta. El pikachu no estaba allí, Fernando se preguntó donde podría estar...se acordó de lo de las zapatillas de andar por casa y notó como el mar humor regresaba a él una vez más.

-Hoy celebramos un cumpleaños en el entrenamiento de baloncesto. -dijo el hermano mayor sintiéndose superior al decir las palabras entrenamiento y baloncesto, al menos eso le parecía a Fernando.

Ratita, un simpático pikachu olvidadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora