Capítulo 92. Amor bandido.

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Se miró los abdominales desde arriba y se sintió ridícula. Toda la sensualidad del universo estaba concentrada en el menudo cuerpo de la fisio sin dejar nada para los demás. Estás muy jodida, Lacunza

Se hizo el ánimo y entró. Cuando vio el escáner que le hizo Alba, como si estuviera buscando en su cuerpo el Santo Grial, se sintió mucho mejor. No se le escapó la manera en la que entreabrió los labios con la mirada fija en su tripa mientras se quitaba la cazadora. 

Empate técnico


- Buenas noches, babys. 

- Buenas noches, Nataliuca. 

- No me importa que hayas llegado tarde porque tengo una mancha en la camiseta que no sale y me vienen muy bien tus cuadraditos para frotar -comentó Afri. 

- Y luego para plancharla -añadió Julia. 

- Y surfear -levantó el tercio la Mari. 

- Yo también os he echado de menos, perras inmundas -se ruborizó y se sentó. 


Alba la miró, dos asientos más allá, y sonrió. Dos chicas en una: por un lado, una diosa que es capaz de partirte la cabeza con la tersura de sus abdominales, y por el otro, una chavala que se pone como un tomate cuando le dices que está buena. En fin, demasiado para el body. 


- ¿Dónde te has dejado al maromo? -preguntó Sabela a Afri. 

- En casa, buscando piso -bufó. 

- Habértelo traído. 

- Es noche de chicas -dijo simplemente. 

- Si luego vamos a ir donde pincha Pablo, no seas tonta. 

- Que no, que estaba muy puesto mirando webs. 

- Afri... -empezó Natalia, que no se enteraba de mucho-. ¿Qué pasa? 

- Que el chaval está buscando piso y ella no sabe cómo decirle que se quede viviendo con ella -contestó Alba rodando los ojos. 

- ¿Que... que tú, África Adalia, quieres vivir con tu novio? -la cantante no se lo podía creer. 

- He madurado, ¿vale? -se defendió y se cruzó de brazos. 

- Nena, él está buscando piso como loco porque no te quiere molestar. Sabe que adoras tu independencia. 

- Pues ya no la adoro tanto. Me gustan mucho los noodles que prepara para cenar -levantó la cara haciéndose la digna-. ¿Él te ha comentado algo? 

- Bueno... -Natalia se miró las manos, no muy segura de lo que debía decir-. No creo que esté deseando irse de tu piso, la verdad. 

- Habla -Afri se inclinó hacia delante y la cogió del brazo. 

- Pues eso, que yo creo que está buscando con prisa para devolverte tu espacio, pero lo hace más por ti que por él. 

- ¿Tú opinas, como persona imparcial que trabaja con él, que no le importaría quedarse en mi casa? 

- No te lo tengo que decir yo -se hizo la interesante-, pero resopla cada vez que habla de ponerse a buscar. 

- Ay, madre -se tapó la cara con las manos para ocultar su miedo. Por una parte lo deseaba con todas sus ganas, pero por otra le daba pavor estar precipitándose. 

- Habla con él -Natalia le cogió una de sus manos y le acarició el dorso con el pulgar, dedicándole una sonrisa de tranquilidad. 


La sala de los menesteresWhere stories live. Discover now