Parte 5

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Terminamos yendo al psiquiatra que recomendaba mi Tía Amanda. Un lugar en el centro, muy grande y aparentemente costoso. Tan pronto nos sentamos en la sala de espera, al poco tiempo nos llamaron. La Tía Amanda tenia buenos contactos y nos consiguió una cita rápida con el doctor. Su oficina era cálida, llena de libros de psiquiatría y psicología. Un gran escritorio de madera rojiza, sillones pequeños al frente y una pequeña estatua de latón Del Quijote de la Mancha.

—Pueden sentarse, bienvenidos —pronunció con una voz profunda.

Yo y mamá nos sentamos en los sillones, mientras mi padre se mantenía de pie, con los brazos cruzados —. Amanda me platicó de lo que le ha estado pasando a Lucas y de los resultados de los análisis.

—Así es doctor —Mamá sostenía mi mano mientras miraba al doctor con decisión —. Queremos saber que le pasa a nuestro hijo.

—Tengo mis teorías, pero para confirmar, quisiera hacer algunas preguntas a Lucas. Muy personales, quizá quiera estar solo antes de cuestionarle esto sobre él y su relación con los pañales.

Me miró fijo, esperando mi respuesta, pero yo solo negué con la cabeza. Mis padres también debían escuchar todo aquello.

—Muy bien, primero que nada, tus accidentes empezaron el martes, cuando te pusiste el atuendo de bebé en la guardería. ¿Qué sientes al usar ese atuendo?

—El martes... y yo, no siento nada cuando lo uso. Solo me da pena cuando pasa...

—Los accidentes, ok ok. Bueno, ¿has sentido atracción por la humillación, usar pañales o actuar como bebé?

—¡No, claro que no! —dije enojandome, mis padres solo me veian con reprobación, así que me mantuve callado.

—Tranquilo, Lucas. Te seré sincero, sé un poco de ti de antes, de cuando tu primo Dannie hablaba conmigo. Tu lo molestabas un poco, ¿no es verdad?

—Sí, lo recuerdo.

—Ahora las cosas son extrañas para ti. Dannie es un chico maduro que ha progresado mucho en su confianza, no es aquel chiquillo que podías ofender. Y tú ahora estás atrapado en tus pañales. ¿Crees que sea culpa o remordimientos?

—Yo... no lo sé.

—Es claro que hay un rechazo de tu parte ante esta situación. Si fuera de otra forma seria sencillo para mí determinar que tienes un fetiche a los pañales o infantilismo... pero no estoy seguro. Puedes estar mintiendonos o puede que solo requieras tiempo para aceptar ese lado de ti mismo.

—Yo, no estoy mintiendo. No quiero esto —estaba casi llorando, mientras sentí un poco el calor entre mis piernas las lágrimas brotaron de igual forma.

—Podría creerte, Lucas, pero tu cuerpo nos da otras señales. Todo está bien en ti, pero es duro, aceptar ese lado de ti mismo te hará bien. Aunque al final será decisión que deben tomar juntos. Pueden intentar superar esto, alejar a Lucas del entorno que le ocasiona esto, que no asegura vuelva a "normalizarlo" o pueden sumergirlo de lleno en el rol que está tomando. Con el tiempo saldrá de ahí por si solo.

—¿Nos dice que debemos dejarlo actuar como bebé? ¡Eso es ridículo doctor!

—Sí, un poco. Sé que para ustedes puede ser raro y veo en su rechazo que Lucas puede tener más miedo de lo que ustedes piensan en reconocerlo. Pero en verdad es una opción que puede funcionar para él. Debe sacarlo de su sistema, denle un tiempo de bebé completo, no tardará en extrañar su vida de adolescente y volverá renovado.

Me volvía loco, el miedo se apoderaba de mis huesos y la realidad me golpeaba a la cara. ¿Volverme un bebé a tiempo completo? ¿Cuanto tiempo se supone que era eso? Mis padres no dijeron más. Asintieron en silencio, agradecieron al doctor y luego de un rato de pláticas que ya no escuché, de tan metido en mis pensamientos, salimos del consultorio del loquero. Mi pañal estaba muy mojado, pero igual no dije nada en todo el rato. Mis padres pararon en supermercado, me dijeron que bajara y los siguiera, pues haríamos unas compras. Mi madre me estrechaba la mano. Pasamos por los pasillos de bebés, echaron biberones, toallitas, cremas para las rozaduras... peluches y playeras de mi talla con motivos de disney. Me sentía en una pesadilla, ya solo faltaría llegar a casa y encontrar mi cuarto de adolescente convertido en una guardería con una cuna gigante.

Por fortuna eso no pasó, era mi cuarto de siempre. Solo que había ya ropa diferente en el armario, un montón de paquetes de pañales impresos en una de las paredes y olor a talco de bebé por todos lados. Acomodaron los peluches en mi cama y mi mamá me dio un biberón de leche tibia antes de cambiarme. Ella y papá se turnaban todos los días, aunque prefería cuando lo hacía ella, pues no me miraba con un rostro de asco o desaprobación, aunque si con una mirada triste.

—Sabes que te amamos, Lucas. Es duro ver a mi hijo adolescente actuar como un bebé otra vez. Pero te amamos y haremos lo posible porque estés bien. Me hace pensar un poco en que hice mal como madre...

Yo quería gritar "¡Tu no tienes la culpa, es mía, solamente, soy yo el problema!" pero no pude más que beber de mi botella mientras ella cerraba el pañal. Me ponía mi pijama de dos piezas y me daba un beso en la frente.

—Buenas noches, bebé. 

El Chico nuevo de la guarderíaWhere stories live. Discover now