Pasó entonces otra semana más, y las cosas no mejoraron. Katie, mi novia, se cansó de que no contestara y llegó a mi casa muy enojada. Papá se encargaba de cuidarme ese día, y sin más la dejó pasar, solo para encontrar a su novio viendo dibujos animados, sentado en la sala con un chupón y un pañal lleno y maloliente. No hace falta adivinar que pasó, me terminó ahí mismo luego de tomarme una fotografía que sabía terminaría siendo viral en mi escuela. Ya no podría ni refugiarme de la realidad en Internet. Seguí yendo a la guardería, o más bien me llevaban. Dannie me recogía todos los dias, cuidaba de mí con amor y compresión, como si fuera un bebé de verdad. No sabía si sentirme bien respecto a eso o muy mal. Cada día que el me cuidaba me sentía bien, pero las cosas empeoraban. Comencé a balbucear, las manos me temblaban y comenzaba a dificultar la tarea de caminar. Era como si cada día olvidara que debía ser más adulto y me volviese un niño pequeño en su lugar.
Por fortuna todo estaba a nada de volver a la "normalidad" un día que era extraño para mi, mi primera incursión en público, durante una excursión a un parque de la ciudad. Yo era muy grande para que Dannie me cargara, pero aún cabía bien en una de las carriolas más grandes que tenían en la guardería. Algo incómodo, pero podía mantenerme en el sitio, mientras intentaba despojarme de la pena de que me vieran las personas en una carriola, con mis pañales expuestos, un babero y mi chupón.
Los demás niños corrían alrededor de Dan, buscando su atención. Terminaron dispersándose cuando llegamos a los juegos. Todos ellos jugando divertidos, sin pañales. Todos habían logrado aprender a ir al baño sin problemas, yo era el único que parecía estar atrás. Paramos en una butaca de madera cerca de los juegos. Dan puso una manta en el césped y haciendo algo de fuerza, me cargó hasta sentarme sobre ella, dándome también un par de muñecos para entretenerme.
—Aquí estarás bien, pequeño —dijo sonriéndome y agitándome el pelo.
Entonces pasó el dedo por la entrepierna de mi pañal, solo para revisar, dándose cuenta de que estaba mojado.
—Creo que necesitas un cambio, pero antes de eso te traje tu biberón...
—¡No Dannie, detente ahora mismo! —dijo mi Tía Amanda apareciendo detrás de nosotros —¡Ya no vas a darle más de eso a Lucas! Lo sé todo, hijo.
—¿De qué hablas, mamá? —dijo Dan con una sonrisa, aunque empezó a sudar un poco en su frente.
—Ordené un poco tu habitacion y tu computadora estaba encendida. Vi los correos, todo sobre las drogas que usas en Lucas. Hijo, esto no está bien. Le estás haciendo daño a tu primo.
No podía creerlo. ¿Dan me hizo esto? No podía, no creía... Dannie me miró con una sonrisa y empezó a carcajear, escupiendome en el rostro. Se levantó solamente y echó a correr, desapareciendo en la distancia. No sabía cómo sentirme, así que solo lloré, en silencio.
—Oh, Lucas, cuánto lo lamento. Esto es mi culpa, debí darme cuenta antes.
Amanda me envolvió en un abrazo. Todo empezaba a cobrar sentido. Mi perdida de control, las pruebas médicas, el psiquiatra... todo era un elaborado plan de Dannie. Consumar su venganza hacia mi. Mi Tia finalmente llamó a más gente de la guardería para llevarse a los niños, y a mi me llevó a un hospital. Hicieron pruebas nuevamente, di positivo en sustancias tóxicas y potencialmente peligrosas. Tuve que usar pañales por un tiempo más, en lo que mejoraba, recobraba mis capacidades y mi control. Ya no era más un bebé. Dan fue atrapado días después por las autoridades, no podía ser arrestado por ser un menor de edad, pero si fue recluido en un centro psiquiátrico por lo que me había hecho. Por mi parte, todo empezó a volver a la normalidad, aunque el doctor me ofreció tratamiento psicológico gratis por los daños que había causado de forma indirecta. Seguí asistiendo con el con frecuencia, aunque mis padres insistían debía ir con otro doctor, me sentía a gusto con él.
—Bien Lucas, ya ha pasado un año desde todo el incidente. ¿Cómo te sientes?
—Mejor, mucho mejor, Doctor. Gracias a usted.
—No, no, es mucho gracias a ti mismo. Eres un joven muy fuerte, Lucas.
—Solo hay una cosa...
—¿Que pasa Lucas?
—Sé que ya no los necesito, pero a veces me pongo pañales otra vez. ¿Es malo?
—Ohh, no, por supuesto que no, Lucas. La cosa es que, has desarrollado un gusto por los pañales. Es perfectamente normal, en estas circunstancia en particular. Aunque no puede decirte mucho, aún hay muy poca información oficial respeto a ese fetiche. ¿Solo es ponértelos, usarlos o actuar de bebé?
—Solo me los pongo y los uso a veces —dije poniéndome rojo de la vergüenza —. Nada de actuar de bebé ni nada de eso. Pero me gusta.
—No hay problema en ello, Lucas —dijo el doctor con una sonrisa —. Estarás, bien muchacho.
Así que bueno, luego de toda la locura que viví durante un par de semanas, creí sería normal odiar a mi primo. Pero no lo odio, quizá sea raro, pero le agradezco un poco, siempre que me pongo un pañal, siento su tacto y suavidad. Es un poco raro, extraño quizá, pero aquí fuera de la apariencia normal de un chico de 17, en la seguridad de 4 paredes, me gusta usar pañal.
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Nota de Dorian:
Este cuento fue publicado en Google Books oficialmente en octubre del 2018. No me creo que ya tenga más de un año! Era exclusivo, pero pues me decidí a dejarlo por acá para ustedes. Espero les haya gustado. Ya saben que me animan mucho a seguir escribiendo contenido para ustedes con sus comentarios y sus votaciones. Compartanlo mucho si les gustó.

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El Chico nuevo de la guardería
General FictionLucas es un chico que quiere algo de dinero extra para un concierto. Las opciones se le acaban y tiene ahora que trabajar en la guardería de su tía. Aunque dudo que al final le paguen por mojar pañales y ser un bebé...