Parte 2

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Un martes que comenzó común, un almuerzo con huevos fritos, el autobús hasta la guardería y terminé recibiendo mi nuevo uniforme: un enorme pañal para adulto con diseños infantiles y una playera verde con un osito impreso en ella.

—Aun no me creo existan pañales como estos —dije a Dan cuando me daba las cosas para que me las pusiera.

—Sí, hay todo un mercado de estas cosas. No preguntes, una amiga de mamá se las consigue del extranjero.

—¿Si me urge puedo usarlo para no tener que venir hasta el baño? –dije en broma mientras entraba clara ya con su uniforme a la sala.

—Oh eso si que no, nada de pañales apestosos de adulto. Ya tenemos suficiente con los de la sala de Niños de 1 año.

—Solo bromeo. Pero la verdad es que no se ponerme esto...

Clara enrojeció y Dan se apresuró a intervenir.

—Yo me encargaré, Lucas, solo ajustalo lo mejor que puedas sin cerrar las cintas y yo las pego en su lugar ¿Ok?

—Vale...

Entré al vestidor con todo eso. Me despojé de mi ropa y me puse aquella playera infantil y ya desnudo procedí a abrir ese enorme pañal. ¡Era más enorme de lo que imaginaba! Creo que tan grande como una toalla, pensé me quedaría enorme, y en parte si, pero al doblarlo y ajustarlo en mi entrepierna todo pareció encajar en su sitio. Casi sentí la seguridad de pegar las cintas yo mismo, pero mejor que el experto lo hiciera.

—¿Ya estás listo, Lucas? —Dannie tocó la puerta del vestidor.

—Sí, sí, puedes pasar.

Él entró y me vio ahí, con una risa contenida. Fue cuando me vi al espejo, sosteniendo el pañal abierto entre mis partes privadas, vestido como un bebé. Realmente parecía uno, mucho más realista que el papel que había hecho Dannie.

—¡No puedes reírte! —dije intentando parecer serio aunque yo también estaba riéndome de mi reflejo.

Finalmente ambos reímos un rato y cuando terminamos se puso manos a la obra y se agachó para ajustar las cintas en su lugar.

—Realmente te queda bien el disfraz —dijo Dan haciéndome enrojecer.

—Si, bueno, solo será por hoy, ¿no?

—Es una semana completa, el próximo martes se acaba, luego habrá rotación mensual.

—¡Que injusto! —dije como si fuera un chiquillo en rabieta.

—No lo creo, tu serás quien juegue con los niños y se divierta. Puedes intentar disfrutarlo un poco para que pase más rápido.

Las cintas quedaron en su lugar y yo pude moverme sin que se cayera el pañal.

—Muy bien, ¿que hago si necesito ir al baño?

—Bueno, solo podrás ir a la hora de la siesta de los niños. Solo hay que despegar un lado y bajarlo por tus piernas.

—Entendido.

Entramos entonces en la sala de los niños, que aún estaba vacía, pues llegarían en unos minutos.

—¿Que se supone debo hacer? —pregunté a Dan.

—Tu me viste ayer ¿no? Solo debes fingir ser un niño de 2 años por un rato. Colorear, jugar con bloques o tarjetas. Hablar poco, dar abrazos... esas cosas.

—No sé si pueda evitar hablar mucho tiempo...

Dan suspiró.

—Bueno, en ese caso no hay más remedio —de su bolsillo sacó un chupón y con algo de rudeza me lo puso en la boca —. ¿Así serás un niño bueno, verdad Lucas?

—Jmm, shi —dije molesto, con el chupón estorbándome al hablar.

Me puse igual que Dan ayer, en la mesa de los cuadernos de colorear y empecé a rayonear como tonto por ahí. Los niños llegaron y saludaron a Dan, algunos parecían reconocerlo, pero al no verlo en pañales y atuendo infantil, mantuvieron su distancia de él. No tardaron en acercarse a mi, parecía que era más fácil que me creyeran a mi en el papel. Siendo tan flaquito y con la cara aun de niño, los pañales me encajaban mejor. Estuvimos coloreando un rato hasta que uno de los niños me jaloneó de la playera y me invitó a construir con bloques junto a él en otra mesa. Yo accedí sin decir nada, el chupón era tonto, pero cómodo y prefería no hablar con ellos.

Luego de rato, llegó Dan con un montón de bandejas que dispuso en cada mesita de los niños. A mi amiguito de juegos y a mi nos sirvió un plato de galletas de animalitos y un par de biberones. Ya iba a tomar uno por la sed, cuando Dan me detuvo arrebatandomelo antes de tomarlo.

—Oh, disculpa pequeño. Ese es de tu amiguito. Aquí está el tuyo.

Me dio un biberón azul con un osito en él, tal como el de mi playera. Con las letras grandes de LUCAS escritas con un marcador celeste.

—Disculpa, cosa de gérmenes —explicó Dan dándome mi biberón de jugo de naranja. Supongo que son muy estrictos con la limpieza y esas cosas.

De poco a poco, mientras jugaba con el otro niño, me acabé el biberón. La verdad que no es muy de mi gusto el jugo de naranja, debería sobre todo trabajar en acostumbrarme al extraño sabor de el de la guardería, pero tenía mucha sed.

Ya casi eran las horas de la siesta, cuando mi estómago empezó a revolverse. Unas punzadas de dolor me hicieron doblarme.

—¿Estás bien? —dijo el niño a mi lado con su voz aguda mientras me detenía y desacomodaba los bloques sin querer.

—Sí, eso creo —el dolor desapareció de pronto.

Levanté mi mano y Dan se acercó a mí con prisa.

—¿Necesitas algo, pequeño? —su sonrisa me ponía más nervioso —¿quieres ir al baño?

Solo acepté con la cabeza, él tomó mi mano y yo intenté acercarme a su cabeza para susurrarle.

—¿Cuanto falta para la siesta?

—10 minutos, Lucas. ¿Estás bien?

¡Solo 10 minutos, que tontería! Bueno, podría soportarlo... o al menos eso pensaba. Pero de la nada otra punzada de dolor me invadió. Me doblé en mi mismo y grité de dolor, llamando la atención de todos los niños alrededor.

—¡Lucas, espera! —gritó Dan, pero ya era tarde.

Frente a todos, mientras los niños gritaban sorprendidos y las risitas aumentaban, no pude evitar ponerme en cuclillas y soltarlo todo. Mi pañal empezó a crecer tanto como mi alivio y pena. Miré a los niños tapándose la nariz y a Dan haciendo una mueca de pestilencia. Justo cuando me llegó el olor y pude darme cuenta de lo que había hecho. Había ensuciado mi pañal como un bebé. 

El Chico nuevo de la guarderíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora