Parte 3

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No dejé de llorar hasta que Dan me sacó de la sala hasta otra habitación; la sala de los cambios de pañales. Clara había ayudado a calmar a los niños y llevarme.

—¡No lo puedo creer! ¡Esto es repugnante! —decía Clara tapando su nariz con mala cara —Cuando Amanda se entere de esto...

—No se va a enterar de nada por que nadie le dirá nada —dijo Dan tranquilamente, mirándola fijo mientras me animaba a acostarme en la mesa de cambio —Fue solo un accidente, ¿no es verdad, Lucas?

—¡Sí, claro! Yo no quería esto... Puedo limpiarme solo. ¿Tienen una ducha por aquí?

Yo estaba tan rojo y apenado, sintiendo toda esa incomodidad.

—Hay duchas para empleados, pero rara vez se usan. Aceptarás el lugar y empeorarás las cosas si te limpias ahí. Yo te ayudaré Luc, no te preocupes he cambiado pañales por dos años.

—¡Que asco! ¡Me iré con los niños! Vuelvan cuando no huela a cañería —Clara se fue azotando la puerta mientras Dan y yo nos quedamos solos.

—Disculpala, aun es muy nueva en esto, no tiene mucho tacto.

—Dan... no tienes que ayudarme. Yo puedo...

—No, Lucas. Es difícil y será más rápido y mejor si tienes ayuda, tu tranquilo.

Así que justo en ese momento, tan vulnerable, decidí confiar en él. Me tranquilizaba un poco no tener que lidiar con todo eso. Me acosté con cuidado sobre la mesa, aunque fue inevitable sentarme un momento sobre mi pañal y sentir todo ese desorden incomodo. La mesa era muy grande, seguro cabían un par de niños con niñeras a cada lado cambiándoles, pero ahora solo estaba yo. El bebé más grande que había estado en aquella mesa acolchada de cubierta plástica y colores infantiles. No sabía en ese momento todas las veces que estaría justo ahí.

—¿Crees que ella le diga? —dije mientras Dan abría las cintas del pañal, intentando hacer del momento algo más "normal" si se podía.

—No dirá nada. Si sabe lo que le conviene, sabe que yo seré el encargado de este sitio en unos años. Eso y que la he visto llevarse algunas toallas.

Me tranquilicé un poco. Al menos mi trabajo no peligraba. Aun quería tanto esos boletos. Sentí frió en mis partes privadas, Dan levantó mis piernas, sacó el pañal, enrollando y tirándolo al conducto de la basura. Di un respingo cuando sentí las frías toallas húmedas que usó para limpiar toda la zona de desastre. Secó con papel de baño y una nube de talco de bebé me cubrió mientras cerraba en mi un nuevo pañal. Ni 5 minutos y yo ya estaba en un fresco pañal nuevo y limpio. Diferente al anterior, este era azul y tenía lo que parecían marcianos y estrellas en el.

—Quisiera que fueras a casa a descansar, pero mamá podría revisar las cámaras. No creo se de cuenta del accidente pero si podría notar tu ausencia.

Dan se acercó un botiquín que estaba pegado a la pared. Sacando unas pastillas de su contenedor. Me dio un par, junto a un vaso de agua.

—Son para infección. Seguro has comido algo en mal estado ayer o en la mañana. Si te sientes mal puedes ir al baño sin avisarnos, o usar tu pañal, lo que te sirva —dijo eso ultimo con una sonrisa sarcástica.

—Sí, por supuesto —respondí —. Mejor evitaré eso de los pañales. Pero gracias, Dan. Me has salvado.

—No hay de qué. Bueno, pequeño Lucas, volvamos al trabajo.

Así que luego de todo eso, volvimos al trabajo, no hubo más accidentes al menos y todo fue bien. Terminó el turno de la mañana y siguió el de la tarde, se fueron los niños y yo pude volver a mi ropa común. Llegué a mi casa y tiré los huevos que quedaban en la nevera, no sabía que me había hecho daño, pero no quería arriesgarme otra vez. Dormí temprano, justo para despertar con una sensación extraña entre las piernas. ¿No hace falta explicarlo, no? Una cama mojada. Me sentía tan terriblemente que me apresuré a levantarme, quitar todas las sábanas y abrir la ventana para que se secara un poco el colchón. Por fortuna no olía mal, pero me angustiaba demasiado. Puse las sabanas en la lavadora, y coloqué nuevas al colchón. Con suerte mi madre se cuestionaría por qué había lavado sábanas, pero no por que había una cama mojada.

Salí de casa y fui al trabajo otra vez, pude ponerme el pañal por mi cuenta y salir ya listo del vestidor.

—Bien, parece que al menos sabes ponértelo solo. Intenta mantenerlo limpio, ¿ok? —dijo Clara con claro sarcasmo.

—Tranquila, Lucas será un niño grande hoy, ¿verdad?

—Sí, por supuesto —dije con media convicción.

El día transcurrió normal, el niño que se había sentado conmigo el día anterior ya no quiso jugar conmigo y se sentó a otro extremo con otros niños. El junto a ellos, levantaban su mano con cierta regularidad y pedían ir al baño mientras me miraba de reojo. El "club de los niños grandes" supongo. Lo entiendo. En su lugar, la mesa donde yo estaba coloreando había solo un par de niños, todos con pantalones abultados, claramente los pocos que aun no tenían permiso de usar ropa de niños grandes por sus accidentes. Dan felicitaba a cada niño que pedía permiso y que volvía del baño sin problemas, dándoles también una galleta de chocolate.

Ya se era casi mediodía, por suerte no me habían dado ganas monstruosas del ir al baño. Todo estaba controlado. Uno de los niños de mi mesa veían esa galleta con ilusión, como pensando que era inalcanzable. Así que bueno, tuve la idea de fingir pedir permiso y regalarle la galleta.

Me levanté de la mesa, alzando mi mano para que Dan me viera, cuando noté lo pesado de mi pañal, que de la nada empezó a escurrir y filtrarse con un hilo de orina que bajaba por mis piernas.

—Ohh, Lucas, estás empapado... —dijo mi primo en voz baja y tan asombrado como yo.

—¿Ehh? no, pero si yo no... ¡Yo no he sido!

Las risitas no se hicieron esperar mientras algunos niños me señalaban. No me di cuenta en ningún momento de que mi vejiga se había descargado y por lo que parecía, no solo había sido una vez. El pañal colgaba casi a mis rodillas, los aliens de la cubierta se habían esfumado y yo casi estaba a nada de llorar cuando Dan tomó mi mano y me sacó de la sala, directo otra vez a la sala de cambios. Me puso un chupón en la boca y e intentó calmarme mientras me cambiaba.

—No a shido mi culpa —dije tapándome el rostro con pena, llorando a mares, mientras el abría el pañal.

—Tranquilo Lucas, todo irá bien.

No tardó en ponerme un nuevo pañal y recomendarme unos pantalones cortos, ya no quería que los niños notarán mis pañales cuando tuviera más de mis accidentes. Yo ya no sabía qué pensar. Me los puse y procedí a tomar una siesta con los niños, aunque bien podría estar en la sala de empleados, me hacia falta dormir.

Clara se había quedado a cuidar a los niños mientras dormían, me miraba con cara de enfado.

—No se a que juegas, pero no me gusta que estés haciendo esto —dijo con malicia, la próxima no me voy a callar.

Tragué saliva mientras ella me amenazaba y me cubría con una de las frazadas para niños. Me dio mi botella de jugo y empecé a beber acostado, intentando olvidarme de todo por un rato. Lastima que no pude descansar mucho, desperté a la media hora, cubierto de un sudor frío, con la respiración agitada y fuertes dolores en mi estómago, intenté contener el dolor, pero fue inútil y terminé gritando otra vez. Ya sabía lo que iba a pasar. Me doblé acostado, en casi posición fetal sobre las colchoneta, ya los niños me rodeaban, despiertos y con cara de espanto. Mirándome sufrir mientras el olor les llegaba a sus narices.

—Uig, el bebé se ha hecho popis otra vez —dijo una de las niñas agitando su mano para alejar la pestilencia.

Me quería morir, otra vez. Dos veces en un dia, tres en apenas 2 días. ¿Qué me estaba pasando? 

El Chico nuevo de la guarderíaWhere stories live. Discover now