Epílogo

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Besar a Henry se sentía siempre como la primera vez, cuando tenía 15 años y el 18, cada que lo veía llegar al palacio mi corazón se desbocaba por escuchar su voz y mis manos picaban queriendo sentir su abrazo. Nunca fui una joven precoz, pero tenerlo cerca hacia qué lugares en mi que no sabía que existían se prendieran.

Siempre fue mi mejor amigo, siempre fue mi confidente y siempre quise más a su lado, cuando éramos niños quería ser su amiga, cuando fui su amiga quise ser su mejor amiga y cuando ya era su mejor amiga quise ser su novia y entonces me abandonó en mi cumpleaños número 15, después de deleitarme con mi primer beso el cual fue único a su lado y no lo volví a ver hasta que fuimos a Alemania y besara a la princesa, que era mi mejor amiga y rompiera mi corazón, como tanto le gustaba hacer. El paso de los años nos hizo crecer y fortalecernos, vencer nuestros miedos y descubrir que estábamos,aparte de destinados, comprometidos a estar juntos.

El miedo y la angustia de que con tantos años alejados él hubiera cambiado a ser feo, gordo y mujeriego me tenían en un abismo de soledad y tristeza y como no pude escapar, llegué a sus brazos, donde me perdí en sus ojos azules y en la manera perfecta que tenía para hacerme sonrojar.

Esa sonrisa ladeada, la barbilla partida y los cabellos ondulados eran una combinación perfecta para deleitar mis ojos. Amaba fundir mis dedos en su cabello desde la primera vez que lo besé, todo el daño y todos mis pedazos rotos se habían unido una vez que mis labios tocaron los suyos y de ahí en adelante añoraba en sentirlo siempre.

—Un centavo por tus pensamientos— dijo mientras colgaba las piernas por uno de los recarga brazos del trono y recargaba mi cabeza en el otro.

—Pienso en ti— respondí sonriendo

—Que sucia— subió sus cejas rápida y sugestivamente haciéndome reír

—¿Cómo lo supo, alteza?— me levante y rodee su cuello con mis brazos, quedando a su altura, ya que estaba un escalón más bajo que yo... o bueno, dos.

—Siempre he visto como me desnuda con la mirada, mi reina— contesto juguetón.

—¡Me ha descubierto! Pero se equivoca en algo— suspiré dramáticamente

—¿En qué?— alzó una ceja

—No sólo con la mirada— lo besé, despacio, sin prisas de ningún tipo, amarrando mis manos a su cabello y jalando sensualmente para mi deleite.

Sus calientes manos se fueron directamente a mi cintura y me presionó contra él, bajo su mano derecha hacia mi glúteo y lo tomó con fuerza haciendo soltar un fuerte gemido.

—Henry— mi respiración ya estaba pesada por no dejar de besarnos— nos pueden ver— reí cuando sus besos bajaron a mi cuello

—Nadie nos descubrió la última vez— me miró esperando mi permiso. —Me encanta hacerte sonrojar— rió— Vamos a nuestra habitación entonces— tomó mi mano jalándome para que lo siguiera

—Olvídalo

Volví a jalarlo a mi y fundir mis labios con los suyos. Me cargó en brazos y me llevó directamente a su trono que era más amplio que el mío, la blusa blanca que traía desapareció en algún momento del camino.

—Me gusta el encaje— sonrió viendo mi bonito sostén

—Lo sé— lo besé una vez más

Sus besos en mi pecho me hicieron delirar por más, podía sentir sus manos en mi bajo vientre y senos, las caricias de sus labios en mi cuello, pechos y estómago. La deliciosa presión de su miembro contra mi pierna, el estaba listo para mi y yo para él. Con una vuelta lo senté en su trono, me hinqué ante el y baje con besos desde su cuello hacia su abdomen desabrochando así cada uno de los botones. Su intensa mirada me hacía verlo, sintiéndome de pronto cohibida y nerviosa, baje su pantalón de vestir gris y su ropa interior revelando mi parte favorita de su cuerpo, olvidando mis temores.

Minutos después ya me encontraba sentada a horcajadas sobre él, sintiendo como me penetraba y me llenaba por completo, deseando estar así por siempre, con sus besos, sus caricias y su amor. Mis gemidos, seguramente, podían escucharse por todo el palacio, pero en este momento no me importaba. Teníamos una fiesta en unas horas en este mismo salón pero en este momento no me
Importaba. Seguramente los sirvientes esperaban afuera a que nuestra sesión de sexo "rápido" terminara pero definitivamente no me importaba.

—¡Henry!— grité

—No te contengas, mi amor— contesto y sólo eso y su voz fueron suficientes para ver todo blanco y sentir los espasmos de los maravillosos orgasmos otorgados por mi esposo y de la misma manera sentir como se descargaba en mi con un último beso cerrando nuestro pacto de amor.

Salimos del salón del trono, tomados de la mano, topándonos con las miradas de complicidad de nuestros sirvientes que, efectivamente, esperaban a que nuestro ruidoso encuentro terminara para arreglar el salón. Con unas últimas miradas y sonrisas caminamos hacia nuestra habitación a tomar una ducha y prepararnos para el baile por el cumpleaños 8 de las gemelas.

—Amigos y familia— dijo Henry ante la multitud que nos veía con rostros felices.— agradecemos su presencia en esta fiesta en honor a nuestras hijas, Isabel y Helena— las niñas sonrieron tomadas de las manos de Luke quien también sonreía.

—Tenemos otra noticia que darles— dije y sonreí con complicidad a Henry

—¡Marie está embarazada de nuevo!— Henry gritó con alegría— seremos padres en 5 meses de un hermoso niño.— la verdad no es que quisiera tener sexo en todos lados, pero mi cuerpo estaba extra-sensible y el simple hecho de estar cerca de él ponía a prueba todo mi auto-control el cual, obviamente, no era mucho. Nos habíamos enterado del embarazo hace 4 meses, el miedo nos invadió y preferimos guardarlo en secreto hasta que tuviéramos alguna seguridad de que todo iba por buen camino.

Fuera del temor que nos daba tener un nuevo embarazo que cuidar, sabíamos que todo saldría como debería, la maldición había acabado, nuestra vida era diferente, nos amábamos, teníamos una pequeña familia perfecta en crecimiento. Los aplausos y vitoreos no se hicieron esperar, las gemelas y Luke estaban vueltos locos con la idea de un hermano después de tanto tiempo y por fin nos sentíamos completos.

5 meses después, en el invierno un mes antes del cumpleaños de Luke, llego Will, William Joseph de Hannover y Starché, príncipe de Francia, Inglaterra e Italia, ojos profundamente verdes y cabello castaño oscuro, perfecto, único y maravilloso.

Si hace unos años me hubieran dicho que estaría casada con el amor de mi vida, sería reina de Inglaterra y Francia y tendría a la familia más hermosa después de todo lo que pasamos para lograrlo, no lo hubiera creído. Pero ahora, aquí está y es todo lo que había pedido y más.

Fin.

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