Forzado

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—¿Marie?— preguntó Henry horas después de que lo había despertado—¿estás bien?

—Sí... —aclaré mi garganta— tenía mucho miedo

—Yo también— rió sosteniendo su estómago

—¿Te duele?— pregunté sintiendo una súbita necesidad de fundir mi cuerpo con el suyo

—No, en realidaaa...— lo tomé por sorpresa de la entrepierna— Marie— movió mi mano del área, lo cual me molestó infinitamente —no es el momento

—¿Cuándo será el momento?— estaba furiosa... está no soy yo, respiré hondo— ¿cuándo los niños nos brinquen a los lados?— no era yo hablando y la sorpresa en su rostro era inigualable— debo irme— no lo deje contestarme y salí corriendo sintiendo náuseas.

—¡Marie!— lo escuché gritarme, pero no podía volver a verlo— ¡Marie!

—Cariño ¿qué sucede?— me preguntó Mariann al verme huir de la habitación de Henry, ni siquiera pude voltear a verla— ¿Que sucedió? —Escuché que le preguntaba a Henry pero no podía detenerme.

Grité al llegar a mi habitación, grité como no lo había hecho jamás, no era mi voz, no era yo. Cada segundo me sentía más ajena a mi cuerpo, no salían lágrimas, no sentía nada más que odio y dolor; levante la mirada hacia el espejo de mi tocador y mi reflejo se había ido... la mirada dolorosa y enojada de Akila se presentó frente a mi, el color de su piel y lo oscuro de sus cabellos reflejándose a mis movimientos.

—Aléjate de mi— susurré —¡Aléjate de mi!— quebré el espejo con mi mano al ver como se reía de mis suplicas. Quería llorar, quería sentir algo que no fuera enojo y mis suplicas fueron escuchadas para mal.

El calor que sentía por mi espina dorsal se expandió por mi cuerpo, la sangre de mi mano goteaba, quería a Henry, tenía una insaciable necesidad de él, eso era lo único que sentía ahora, algo en mi cabeza me decía que parara, que no era yo la que tenía esos sentimientos pero la otra parte, la más fuerte me pedía continuar con mi plan de seducirlo. Akila estaba acabando con mi capacidad para razonar.

—¿Cariño? ¿Marie, estás bien?— escuché a Mariann hablar suavemente, mis oídos rechazaban el tono dulce de su voz

—Estoy bien— contesté y me senté a cepillar mi cabello

—Marie ¡estás sangrando!— dijo corriendo hacia mi y tomando papel para cubrir las heridas de mi mano con cuidado, yo me veía con calma en el deshecho espejo, ignorando a la mujer que buscaba a mis damas y a Harries.

El dolor remplazó mi lujuria cuando los pedazos de espejo fueron retirados de mi mano la cual mire horrorizada. Henry había llegado a mi habitación y me miraba preocupado, parecía que su enfermedad jamás había existido, mi boca se hizo agua cuando imaginé en lamer de nuevo la herida de su costado.

—¿Marie?— dijo Harries, no tenía ni idea de que me hablaba por que estaba comiéndome a Henry con la mirada.

—¿Cómo? ¿Perdón?— dije saliendo del trance

—¿Qué sucedió?— me miró con confusión plasmada en su rostro, André y el rey Guillé estaban al lado de Henry ahora.

—No lo sé...— aclaré mi garganta— yo, no me siento bien— fui honesta, aunque sabía que no me creerían nada. —Lamí la herida de Henry y el comenzó a curarse, luego comencé a sentirme horriblemente atraía hacia él, me rechazó y salí corriendo de su habitación.

—Lo siento hermano— bromeó André ante el rostro de Henry y palmeó su hombro

—¡No es así!— decía aún con pena

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