La maldicion de la reina

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Este capítulo es mi favorito de todos los que he escrito y nos da un spoiler de lo que viene 😬 Marie y Henry al parecer aún no están listos para un felices para siempre. Disfrútenlo y no me odien, tanto. ❤️❤️

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Hace 3 años había pasado por una de las pesadillas más grandes de mi vida y una de las más grandes bendiciones también; el nacimiento de Helena e Isabel.

Mis pobres hijas habían sufrido los momentos más pesados de mi relación con su padre y aunque ambos las amábamos sin igual sabíamos que resentían todo el sufrimiento que nos causábamos el uno al otro.

Hoy cumplían 3 años y en el camino a Francia sentía mi corazón palpitar sin igual, casi como una taquicardia y es que no podríamos festejar sin Luke, las niñas no tenían la culpa de la situación, ellas no entendían que sucedía... sin embargo, pasaba.

Llegue casi vomitando al
Palacio francés ignorando el abrazo de mi esposo u corriendo al baño más cercano.

—¿Llamo al doctor Harries?— preguntó Henry sosteniendo mi cabello. Asentí despacio luego de regresar mi desayuno.

—El viaje fue una tortura— expliqué —el bebé tiene ganas de molestar a mamá— abrace la taza sosteniéndome.

—Son 7 meses Marie, casi llega a nosotros— dijo sobando mi espalda reconfortándome

—Lo sé— time su mano mientras otra arcada me atacaba.

El malestar pasó momentos después y mi madre me ayudó a limpiarme y acomodarme mientras Henry y Juliette vestían y peinaban a mis princesitas, sería algo sólo con la familia, muy reservado y únicamente para que no pasara desapercibido, las niñas se veían hermosas y felices corriendo por doquier, Isabel hablaba con todo mundo y cuando fue hora de comer sentó a su papá a su lado en la mesita preparada para ella y su hermana. Helena a diferencia, se sentó en la mesa de los adultos en brazos de su abuelo a quien le dio besos llenos de puré de papa y luego pudín de chocolate.

Algo en mi estomago se revolvía al ver la combinación o tal vez era la situación que me ponía los nervios de punta. El oficial Lewis no me había hablado en todo el día, me enteré de que Nicole ya no estaba en el palacio francés y Henry pidió que la siguieran de la misma forma que hacían con Alessandro y el doctor Harries aún no hacía su tan necesitada aparición.

Terminada la cena nos dispusimos a ver televisión, mis hijas amaban ver Hércules y quién era yo para negarles tal diversión en su cumpleaños. Henry, tan perfecto cómo era, se tumbó en el piso con sus hijas recargadas en su estómago, disfrutando su película favorita y como si el tiempo no pasara.

La noche nos alcanzó, el frío palacio se sentía cálido a nuestro alrededor, las paredes tronaban y el piso crujía, la platica de mamá y Mariann se escuchaba a lo lejos en el saloncito y la pluma del ex-Rey Guillé escribía algunas cosas en una hoja en su estudio, la respiración de Henry y mis hijas era pesada, habían caído en un profundo sueño y siguiendo sus pasos, mis ojos poco a poco se fueron cerrando, disfrutando de la calidez que sentía...

Voy a encontrarte Luke, aunque sea lo último que haga...

—¡Marie!— podía escuchar a la distancia— Marieee— era un cántico— oh mi perfecta Marie...

Mi Tataratatara abuela Marie había sido tan hermosa que los reyes y príncipes de todas las naciones habían peleado su mano en matrimonio, alianzas se planearon, promesas se rompieron y ella se negaba a casarse por ambición, hasta el momento que apareció él... Rupert Oliver de Hannover delfín de Francia y ambicioso economista. Marie primera se enamoró instantáneamente, su forma de ser tan gallarda, su sencillez e inteligencia fueron factores para que ella cayera rendida a sus pies y él se enamoró de su belleza y calidez, cada segundo juntos era un regalo divino y su amor fue cantado por años...

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