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Osiris Darmond

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Osiris Darmond

Me alegra llegar a tiempo a mi clase de literatura, porque así tendré algo en qué pensar que no sea Adonis Godfrey. Lo que sucedió ayer fue algo que no me dejó pegar el ojo en toda la noche y, cuando por fin pude hacerlo, él gobernó mis sueños. Su penetrante mirar, sus tatuajes, eran algo que invadía mi mente. Estaba totalmente loca por descubrir qué sigue.

Él me tenía mal.

Muchos cuchicheos se escuchaban por parte del alumnado del aula de literatura; la maestra Chapman había sufrido un infarto. Suena bastante devastador saber que en cualquier momento puedes dejar todo lo que te une a la tierra por un inconveniente a la salud.

—La vieja me reprobó, se lo merecía —mencionó Tayli, una emo que se encontraba peleada con el universo.

Igual no sea ninguna emo porque todos sabemos que ese estilo se extinguió hace mucho tiempo como los dinosaurios no quería generalizar, pero lo sentía de esa forma.

—Pobre señorita Chapman —aludió el grupo que le hacía las barbas para pasar la materia con cien.

Hubo muchos comentarios diferentes que fueron callados al mirar quién entraba por la puerta. Maldita sea, ¿qué está haciendo aquí en mi salón de clase? Todo despeinado, con el cabello húmedo, vestido con ese jersey de béisbol grueso de algodón del equipo de Nueva York, de color crema con detalles en azul pavo a la orilla de las mangas, vaqueros de mezclilla oscura y botas.

"Alain Godfrey".

Un espontáneo escalofrío recorrió mi espina dorsal. Lo menos que quería era toparme con alguno de los dos. Quería huir de mis pensamientos. Pensé que solo lo estaría viendo en biología, pero para mí desgracia, no es así. Rogaba a todos los ángeles que él no se acercara tanto a mí, pero por mala suerte, se sentó en el pupitre de metal que estaba al lado del mío. Intenté hacer como si no lo conociera, o, mejor dicho, fingiendo que no lo había visto entrar, así que saqué de mi mochila un libro que llevaba conmigo y había leído más de mil veces: "Maravilloso Desastre".

—Hola, chica que finge no conocerme —mencionó, llamando mi atención.

—No estoy haciendo eso —intenté sonar convincente— solo no te doy la atención que crees merecerte por parte de todo el alumnado.

—Mmm, intenta convencerte que no me merezco esa atención.

—¿Qué haces aquí? —pregunté.

—Orden de restricción, no puedo estar cerca de tu amigo Adam y compartimos la misma clase. Bueno, compartíamos.

Oh, nunca pensé en eso. Era una de las razones por las que Alain estaba siendo cambiado de salón en salón, pero bueno, me alegraba que fuera así, así no podría molestarlo.

—Te lo merecías —expresé—. Eres un cretino, debí imaginarlo no era como que quisieras ser el nuevo William Shakespeare del siglo veintiuno.

—Claro es que nadie quiere ser un escritor con falta de originalidad que baso todas sus obras en inspiraciones y atribuirse todos los créditos. Sin dejar aun lado que era un hombre machista que retrataba a las mujeres siempre como débiles, sumisas y meramente como accesorios para el desarrollo de la trama de sus libros, lo que refleja una visión sexista y limitada hacia el género femenino.

Los Hermanos Danger © [Parte 1]Where stories live. Discover now