iv. Running up that hill

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Al entrar a la casa de Bucciarati pudo sentir un agradable olor a canela que le hizo olvidar el mal rato que había sufrido minutos antes. Maldijo en su mente el momento en el que se distrajo mientras jugaba tenis. Cerró sus ojos para relajarse por un segundo, deseando olvidar todo el dolor que estaba padeciendo. El único analgésico para ese problema era ese aromático olor que inundó sus fosas nasales haciendo que, sin querer, recordara un grato momento que vivió en el pasado.

No obstante, unos gritos provenientes de la sala de estar interrumpieron esa escena tan pacífica que estaba teniendo. El corazón del pelinegro latió rápidamente al pensar que algo le había sucedido a sus niños, miles de escenas relacionadas a sus hijos heridos aparecieron de golpe en su cabeza. Se acercó hasta donde estaban ellos lo más rápido que pudo para comprobar si es que les había sucedido algo mientras no estaba.

— ¡Hoy es mi turno de escoger, Fugo! —habló fuerte el niño de cabellos azabaches mientras le tiraba un cojín al chico rubio que tenía al frente suyo. La expresión de Fugo, al recibir el golpe de la almohada, era de rabia pura. Deseaba golpearlo con todas sus fuerzas.

Al verlos discutir sintió cómo su alma volvía a su cuerpo haciendo que cualquier rastro de estrés desapareciera.

Ninguno de los dos niños se había percatado de la presencia de su padre ni la de Leone, preferían discutir sobre el programa que iban a ver esa tarde antes de notar que alguien había entrado a su casa.

—Niños, no discutan. Recuerden de lo que hablamos la última vez —Bruno interrumpió la discusión, casi por arte de magia los dos niños dejaron de discutir para prestarle atención a su padre.

Bucciarati intentó calmarlos para poder tener una tranquila charla con ellos, quería que resolvieran el problema que tenían de una manera civilizada. A pesar del esfuerzo que hizo para que dejaran de discutir, los niños lo ignoraron y volvieron a debatir a los pocos segundos. Ambos intentaron persuadir a su padre para que escogiera alguno de los dos programas que cada uno quería ver, sin embargo, Bruno no sabía qué hacer en ese momento. Sabía, por mera lógica, que no podía escoger un programa sobre el otro porque eso haría que la discusión empeorara.

Por otro lado, Leone estaba en la entrada apreciando cada fotografía colgada en las paredes. Cada una de estas transmitía el cariño que se tenía cada miembro de la familia, envidiaba un poco ese hecho. No recordaba que su familia hubiese tenido alguna foto de él o de su hermano menor, aunque poco importaba eso ahora. Unos brazos rodearon las piernas de Leone interrumpiendo sus pensamientos, al bajar la vista vio a un niño que conocía muy bien que lo miraba sonriente. Al parecer la rivalidad entre ellos dos había terminado, una prueba de eso era el dibujo que el chiquillo le había hecho.

— ¿Qué te sucedió en la nariz? ¿Acaso tuviste una pelea con alguien? —preguntó curioso al verla de un color diferente.

Pensó, en un par de segundos, una respuesta. No quería mentirle, pero tampoco quería decirle la verdad para que no se burlara de él. Resultaría muy penoso para Leone que un niño se burlara en su cara por su torpeza.

— ¿Eres bueno guardando secretos? —preguntó. Giorno asintió varias veces, se sentía aún más intrigado por la historia de esa herida.

Abbacchio se agachó hasta quedar a su altura. Se acercó hasta su oreja para poder contarle una historia digna de una película de superación personal. No entendía por qué le contaba la misma historia que alguna vez su abuelo le contó cuando tenía la edad de Giorno. ¿Por qué Taddeo Abbacchio debía de aparecer en su mente luego de mucho tiempo? Aunque no le molestaba recordarlo, su subconsciente debía de estar jugándole una mala jugada en un momento como ese. Ese día había recordado muchas cosas de su pasado que hubiese preferido olvidar.

Because I want you 〖BruAbba〗Where stories live. Discover now